AJUSTE DE CUENTAS
Yellen definió la motivación del impuesto: «Se trata de asegurarse de que los gobiernos tengan sistemas fiscales estables que generen ingresos suficientes para invertir en bienes públicos esenciales y responder a las crisis». La economista jefe del FMI la apoyó: la deslocalización tributaria «reduce la base impositiva sobre la que los gobiernos pueden recaudar ingresos y gastar en las necesidades sociales y económicas».
A la opinión de estas economistas se unen las declaraciones de Gabriel Zucman, uno de los más reputados estudiosos de la desigualdad de rentas, quien ha dicho que a los gobiernos les ha faltado imaginación «para gravar el capital de los ricos en un mundo globalizado». En un alarde de creatividad, Zucman afirma que «no es un derecho natural que una vez que te vuelvas muy rico puedas moverte a otra zona para dejar de pagar impuestos en tu región». Su idea es que, si alguien ha tenido éxito o se ha hecho rico en una comunidad determinada, tiene la obligación de seguir tributando allí como si llevara una marca a fuego como las reses o los esclavos.
Estos desvaríos son fruto de una especie de efecto Pigmalión en estos expertos, que se han enamorado de su objeto de estudio hasta el punto de desconectarse de la realidad y de otras fuentes de conocimiento. Ambos pierden de vista, por ejemplo, la naturaleza profundamente política de los tributos. «No taxation without representation» («no hay tributación sin representación»), gritaban los rebeldes norteamericanos, recogiendo así el deseo de contar con un gobierno representativo, libre de toda tiranía. Un principio que entroncaba con la Carta Magna concedida por Juan sin Tierra a sus señores feudales que le exigían que consultara su opinión antes de emprender nuevas y costosas guerras.
¿Se habrá detenido Yellen a pensar que su impuesto mínimo de Sociedades servirá para financiar a autócratas como Vladimir Putin, Erdogan o a regímenes de partido único como el chino? ¿Habrá pensado que ese impuesto puede servir para costear las intromisiones de Rusia en los correos del Partido Demócrata y no las necesidades sociales de los rusos?
Nada de esto está concebido con la profundidad y el respeto que requieren los contribuyentes. (También nos dirán que los impuestos los pagarán las empresas). Son improvisaciones de economistas desesperados por allegar recursos a los estados después de que éstos estiraran más el brazo que la manga durante esta crisis. jmuller@abc.es