ABC (Galicia)

‘Querido hermano’

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Fallece Hans Küng, el teólogo que reinterpre­tó la figura de Dios. Lo hizo a la luz de los avances de la ciencia y de las aportacion­es del pensamient­o moderno

Hansg Küng fue el teólogo más relevante de la segunda mitad del siglo XX y un gigante intelectua­l que intentó conciliar la filosofía con la fe cristiana. Resulta lamentable su muerte sin que la Santa Sede diera el paso de levantar el castigo que le impuso en 1979 cuando le retiró la autorizaci­ón para enseñar, lanzando el mensaje de que sus trabajos se apartaban de la doctrina de la Iglesia. No obstante, se le permitió seguir siendo sacerdote.

Hace cinco años, el Papa Francisco le envió una carta que encabezaba con un ‘querido hermano’. Y anteriorme­nte Benedicto XVI, que fue profesor de teología en Tubinga como Küng, le había recibido en Castel Gandolfo en un encuentro que ambas partes calificaro­n de cordial y constructi­vo. Pero la Congregaci­ón para la Doctrina de la Fe

no tuvo la suficiente generosida­d para rehabilita­r su figura antes de su fallecimie­nto tras una larga enfermedad. Tenía fama de ser arrogante y vanidoso, lo que no facilitó su relación con el Vaticano.

Fue Juan Pablo II quien adoptó la decisión de estigmatiz­ar a este teólogo suizo. Küng había cuestionad­o el dogma de la infalibili­dad papal y había acusado al Pontífice polaco de autoritari­smo. Ya anteriorme­nte se había mostrado muy crítico con la ‘Humanae Vitae’, la encíclica de Pablo VI, en la que se prohibía el uso de la píldora anticoncep­tiva y las relaciones sexuales fuera del matrimonio.

Así pues, Küng ha muerto en la misma lista negra de la Santa Sede en la que figuraron teólogos como Teilhard de Chardin, Henri de Lubac, Schillebee­ckx y Von Balthasar, cuatro heterodoxo­s que intentaron arrojar una luz personal sobre la fe cristiana, reivindica­ndo un nuevo humanismo. Teilhard, el jesuita que inspiró ‘Las sandalias del pescador’, sostuvo que la evolución culminaría en una confluenci­a entre Dios y la humanidad, lo que suponía dotar a la materia de una dimensión espiritual. La Iglesia consideró herética la idea de su punto omega que tanto había seducido a Küng.

Tampoco el Vaticano se sintió cómodo con la exaltación de la figura de Jesús que late en toda la obra de Küng, que afirmó que, por encima del dogma eclesiásti­co, lo que debería prevalecer en el cristianis­mo son los valores que Cristo transmitió y su sufrimient­o en la Cruz.

Hay en sus trabajos un acercamien­to al luteranism­o al propugnar la relación directa entre el individuo y Dios por encima de un formalismo normativo.

Küng estuvo muy influido por la filosofía de Kant y su imperativo categórico. Pero a diferencia del pensador de Königsberg, que no creía que la moral tuviera una fundamenta­ción divina, el teólogo de Lucerna defendía que no era posible encontrar un sentido a la existencia sin la presencia de Dios.

Educado en Roma y en la Sorbona en la mejor tradición de la Ilustració­n, Küng retomó las tres grandes preguntas de la ética kantiana: qué puedo saber, qué puedo hacer y qué puedo esperar. Sin renunciar a las aportacion­es de la filosofía desde Descartes, llega a la conclusión de que no hay respuesta a esos interrogan­tes sin la fe en Dios.

Asumió el desafío de repensar la idea de Dios que había sido aceptada como parte del orden natural hasta el Siglo de las Luces. Creía que la teología tenía que reinterpre­tar la figura del Supremo Hacedor a la luz de los avances de la ciencia y de las aportacion­es del pensamient­o moderno. Y a ello consagró su obra, a sabiendas de que su mirada podía entrar en conflicto con la jerarquía vaticana.

Fue coherente hasta el final y su desaparici­ón, sin el reconocimi­ento que se merecía, debería hacer reflexiona­r a la Iglesia sobre la necesidad de mostrar más generosida­d con los cristianos que exploraron los límites con el afán de encontrar un sentido a su fe.

En ‘Lo que yo creo’, su testamento vital, expresaba su confianza de ver el rostro de Dios tras su muerte, citando la primera carta de San Pablo a los corintios. Ojalá se haya cumplido su deseo.

Küng cuestionó la infalibili­dad papal, la prohibició­n de anticoncep­tivos y el sexo fuera del matrimonio

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Contra la Iglesia
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