La vacunación, una desorganización muy bien planificada
Al principio de la pandemia, todos los días nos bombardeaba el Gobierno con datos de fallecidos, ingresados en UCI, hospitalizados o personas confinadas en sus domicilios; hoy, en cambio, ya hemos perdido el respeto a las cifras, y nuestros dirigentes políticos se centran básicamente en la vacunación, informándonos, o desinformándonos, más bien, de su desarrollo.
Así, últimamente no dejan de alertamos sobre los problemas o riesgos de una u otra vacuna, creando desconcierto e incertidumbre en la gente y en los gobiernos autonómicos, responsables de administrarlas, hasta el punto de que la comunidad autónoma de Castilla y León llegó a paralizar el proceso de manera preventiva. Todo ello y a pesar de que los responsables de la OMS recomiendan no suspender el proceso de vacunación porque el riesgo de sufrir alguna complicación con respecto a alguna vacuna es mínimo y netamente superior al perjuicio que provoca el Covid-19.
Por otra parte, es de destacar el desconcierto producido a la hora de administrar las vacunas. Sirva de ejemplo el hecho de que mi hija, auxiliar de farmacia, se vacunó hace un mes; mi suegra, de 94 años, el lunes 5, y mi mujer, con 62 años, ayer; todas ellas en su primera dosis, porque al parecer antes de administrarles la segunda se quiere vacunar al resto de colectivos, en el que me encuentro (65 a 75 años).
En fin, todo un galimatías, que nos recuerda más al camarote de los Hermanos Marx que a un proceso de vacunación serio, vital para salir de una pandemia tan cruel como la que estamos padeciendo.