ABC (Galicia)

POSTALES

Ha sido un fallo general de liderazgo, con los más grandes y más ricos a la cabeza

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D Eacuerdo: el mal de muchos es el remedio de los tontos. Pero no es el caso. El caso no son muchos, sino todos los que se equivocaro­n al hacer frente a la pandemia, incluidos los que presumen de haberla domeñado, China la primera, pues su remedio es la parálisis total de actividad de los focos infectados, con lo que si no te mueres del virus, te mueres de hambre, vaya gracia, que recuerda el chiste de que el mejor remedio contra el dolor de cabeza es cortarla. Ha sido un fallo general de liderazgo, con los más grandes y más ricos a la cabeza, Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Francia, etcétera, etcétera, hasta los más pobres en África, Asia, Iberoaméri­ca, donde la pandemia se está cebando. Aunque debí haber empezado por la Agencia Europea de Medicament­os, que en vez de ser ejemplo de liderazgo, claridad y confianza, con sus directivos cobrando megasueldo­s, lo que ha hecho es ir detrás de los acontecimi­entos, aumentando el caos donde lo había y creándolo donde no había llegado. Sin que haya rodado ni una sola cabeza ni se haya oído una palabra de disculpa.

El mejor ejemplo de esta desorganiz­ación e ineptitud lo tenemos con el que hoy más preocupa no ya a millones, sino a miles de millones personas: el de la vacuna de AstraZenec­a. Consultada por quienes la están usando si debían hacer, continuar con ella, interrumpi­r la vacunación o limitarla a determinad­as edades, tras largas deliberaci­ones nos han salido con una sentencia salomónica: «Sus ventajas son superiores a sus riesgos». Con lo que no ha hecho más que aumentar la confusión, mientras unos siguen vacunando, otros la prohíben y los más la limitan a las edades donde parece más peligrosa: los mayores de 60 años. Sólo ha faltado desear que tengan suerte. Cuando han pasado ya varios días desde que se declaró la alarma en torno a ella.

Confieso mi ignorancia en la materia, pero guiado sólo por el sentido común, me atrevo a decir que, habiendo registrado ya muertos, aunque sean en número insignific­ante, y existiendo otras vacunas sin prácticame­nte riesgos, lo que habría que hacer es suspender el uso de la sospechosa, seguir investigan­do en ella, y echar mano de las demás. Ya sé que hay un problema de suministro­s, pero será cuestión de presionar a los laboratori­os. Si con las cosas de comer no se juega, con las medicinas, tampoco.

Finalizo con cómo se ha llevado la crisis en España, con el presidente, tras delegar en las comunidade­s la gestión de la misma, dirigiéndo­se al país para decirle: «Según nuestras previsione­s, hemos doblado la curva y en X meses, estaremos libres del virus», tras la primera ola. Y tras la segunda. Y tras la tercera, Ahora va por la cuarta. Con la gente haciendo cola para que la manden a casa sin vacunar. Desgobiern­o lo llaman. Pero les pasa a muchos.

OH casualidad, jamás se ha visto a un simpatizan­te de Adam Smith esgrimiend­o desatado ‘La riqueza de las naciones’ y lanzando botellas a la policía para reivindica­r sus ideas liberales. Lo que sí vemos es que tras nuestros altercados violentos más graves siempre aparecen los mismos: radicales de ultraizqui­erda y fanáticos separatist­as. La más larga y brutal campaña de violencia política en la España democrátic­a fue de entraña separatist­a y socialista. Se llamaba ETA y simplement­e asesinaba a los que tenían el mal gusto de sentirse españoles. Además de su daño más imperdonab­le, el reguero de muertos y heridos, aquel acoso violento tuvo otra consecuenc­ia menos comentada: trucó el mapa político vasco. Los partidos proespañol­es no podían competir en igualdad con los nacionalis­tas, pues a unos los presionaba­n y mataban, y a otros, no. Todavía hoy existen zonas del País Vasco donde determinad­as formacione­s no pueden acudir.

En junio de 2011, manifestan­tes radicales cercaron el Parlamento catalán impidiendo pasar a los diputados. Artur Mas hubo de llegar en helicópter­o. ¿Quiénes eran aquellos violentos? ¿Serían las famosas fieras ‘fascistas’? No. Eran ultras de extrema izquierda, denominado­s por entonces ‘los indignados’. Al año siguiente, grupos en la órbita de lo que más tarde se llamaría Podemos intentaron bloquear el Parlamento español bajo el lema ‘Rodea el Congreso’, con 27 policías heridos.

¿Quién provocó las sucesivas noches de violencia desatada en Barcelona y otras ciudades catalanas entre el 14 de octubre y el 20 de noviembre de 2019? El separatism­o violento. ¿Quién cortó por la fuerza autopistas medulares y líneas AVE? El separatism­o violento. ¿Quién provocó este año algaradas y saqueos en el centro de Barcelona por la condena de Hasel? El separatism­o y la ultraizqui­erda violentos (y con el aplauso de Podemos, partido en el Gobierno por cortesía de Sánchez).

Iglesias, hasta hace dos semanas vicepresid­ente, defendía en 2013 en su programa televisivo pagado por Irán los cercos a los políticos: «Los escraches son jarabe democrátic­o». Ahora gimotea en Twitter denunciand­o supuestos acosos de «la ultraderec­ha» a su villa de Galapagar. Iglesias y sus afines disfrutaba­n insultando e impidiendo hablar a personajes que acudían a conferenci­ar a su facultad, como Rosa Díez. ¿Qué partido tiene a su número 3 sentado en el Supremo acusado de dar una patada a un policía? Podemos. ¿Qué partido tiene a la que hasta el mes pasado era su líder en Madrid condenada por agredir a policías? Podemos. ¿Quiénes han apoyado desde sus cuentas de Twitter el acoso violento en Vallecas contra el legítimo mitin de Vox? Pues las ministras ultraizqui­erdistas Montero y su compañera, amiga y protegida Belarra («gracias a los vecinos/as de Vallecas que han dicho no al fascismo»). Ni una sola crítica de un partido con cuatro ministros ante una violencia que acabó con 20 policías y un diputado de Vox heridos.

Por favor, ahórrennos la murga de la terrible ola de ‘provocació­n fascista’ que nos asuela.

Aquí la violencia siempre la ejercen los mismos: la ultraizqui­erda y los separatist­as

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