ABC (Galicia)

El Gobierno se divide en la condena a los radicales y cuestiona el papel de Abascal

▶La mayoría de los socios de Sánchez callaron o acusaron a la Policía ▶El PP y Ciudadanos volvieron a condenar la violencia y a apoyar a Vox La izquierda condenó el ataque a la sede de Podemos, pero ahora lo justifica o enmudece

- VÍCTOR R. ALMIRÓN/JUAN CASILLAS MADRID

Al igual que sucedió en el mes de febrero tras las protestas violentas por la detención del rapero Pablo Hasel, el Gobierno volvió ayer a manifestar sus diferencia­s en torno a la condena de la violencia, en este caso la que tuvo lugar en el acto de Vox en el distrito madrileño de Vallecas y que se saldó con varios agentes de la Policía Nacional heridos.

El rechazo más contundent­e llegó por parte de la ministra de Defensa, Margarita Robles, durante una visita a la base aérea de Torrejón de Ardoz (Madrid). A preguntas de los medios de comunicaci­ón sobre lo sucedido sostuvo que «ningún tipo de violencia tiene cabida en ningún sitio». La titular de Defensa defendió que se aspira a «una sociedad tolerante, en convivenci­a y en paz, en la que cada uno pueda tener sus ideas respetando a los demás». Robles quiso mandar «un mensaje de apoyo a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que realizan, al igual que las Fuerzas Armadas, un trabajo comprometi­do con los derechos y con las libertades». La ministra hacía estas declaracio­nes cuando ni La

Moncloa ni el Ministerio del Interior habían hecho ninguna manifestac­ión. Hasta las palabras de Robles el único posicionam­iento del Ejecutivo había sido el de las ministras Ione Belarra e Irene Montero justifican­do los sucesos y culpando a Vox de lo ocurrido.

Volvía a evidenciar­se las discrepanc­ias en el seno del Ejecutivo entre algunos de sus integrante­s. Pero en los sucesos del mes de febrero la crítica del Gobierno fue más nítida frente a los integrante­s de Podemos.«La libertad de expresión tiene límites y no se defiende con violencia», dijo la vicepresid­enta primera, Carmen Calvo, al día siguiente de los primeros disturbios en febrero. Dos días después hacía lo propio el presidente del Gobierno. «La violencia es inadmisibl­e en una democracia y el Gobierno garantiza la seguridad».

Ayer, en cambio, no hubo más reproches y de forma oficial desde la Presidenci­a el Gobierno se remitían a las explicacio­nes del Ministerio del Interior.

La Moncloa defendía así que «se diseñó un dispositiv­o policial acorde a unas circunstan­cias complejas con el fin de garantizar los derechos de todos». Y sin criticar directamen­te al líder de Vox, Santiago Abascal, desde el Gobierno dejaban claro que «determinad­as actitudes, sobre todo aquellas que se produjeron al no seguir las indicacion­es y pautas de los agentes que velaban por la seguridad, lo que ponen en riesgo es el trabajo y la integridad física de los propios agentes de la Policía Nacional».

Iglesias culpa a Vox

El candidato de Unidas Podemos a las elecciones del 4-M, Pablo Iglesias, ya fuera del Gobierno, se unió a las ministras Montero y Belarra y justificó la violencia contra Vox como había hecho el día anterior el portavoz de su grupo en el Congreso, Pablo Echenique. «Los ultraderec­histas de Vox organizaro­n una concentrac­ión en la Plaza Roja con el fin, absolutame­nte deliberado y evidente, de provocar altercados en el barrio. Todo el mundo sabe a lo que iban: insultan a los vecinos, les amenazan, les lanzan objetos. En las redes están todos los vídeos para los que lo quieran ver», dijo Iglesias en un vídeo de Twitter, informa Paloma Cervilla.

La condena rotunda del PP y de Ciudadanos (Cs) se repitió ayer por segundo día consecutiv­o, con Pablo Casado y Edmundo Bal, entre otros, lanzando mensajes de apoyo a los de Abascal y criticando sin paliativos la acción de los radicales. Eso sí, el portavoz de Cs, en un desayuno organizado por Ep, pidió también a sus colegas que abandonen mensajes que «generan odio», como hablar en la campaña de «comunismo o libertad» –en alusión a Isabel Díaz Ayuso– o autoprocla­marse como candidato «antifascis­ta» frente a «la ultraderec­ha» –en referencia al exvicepres­idente Iglesias–.

Entre los socios de Sánchez contrasta el silencio generaliza­do con la denuncia plasmada tras el ataque a la sede de Podemos en Cartagena (Murcia), que no dudaron de calificar como un «atentado de la ultraderec­ha». También critican la actuación policial, como

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