Biden se niega a hablar con los líderes de los mayores socios de EE.UU. en la zona
Objetivo de la Casa Blanca en América Latina: aislar a los aliados de Trump ▶
Tardó 76 días, y cuando finalmente el nuevo Gobierno de Estados Unidos atendió al presidente colombiano Iván Duque, lo derivó al ministro de Exteriores, Antony Blinken, y no a su homólogo, Joe Biden. En comparación, en 2017 Donald Trump llamó al entonces líder colombiano, Juan Manuel Santos, apenas tres semanas después de asumir el cargo y le invitó inmediatamente a visitar la Casa Blanca, algo que este hizo en mayo de aquel año. Tradicionalmente, Colombia ha sido el más estrecho aliado de EE.UU. en Iberoamérica, pero después del paso de Donald Trump por la presidencia, y el consiguiente posicionamiento político de muchos mandatarios en el continente, como es el caso de Duque o del brasileño Jair Bolsonaro, Biden ha optado por saltarse los convencionalismos.
Frialdad con Colombia
Durante la campaña electoral en EE.UU., el uribismo, del que el presidente Duque es parte, apoyó sin penas disimulo a Trump, un factor clave en su victoria en el estado de Florida, aunque perdiera la presidencia. Hay en ese estado casi 250.000 residentes de origen colombiano, y a ellos principalmente se dirigió una campaña electoral en que Trump y sus aliados pintaban a los demócratas como socialistas, aliados del chavismo y marionetas del castrismo. Era un argumentario calcado al uribismo y sus candidatos, que controlan la política de Colombia. Pero hay más.
En septiembre, antes de las elecciones en EE.UU., Santos, predecesor de Duque y él mismo un uribista convertido en antiuribista, reveló en una serie de conferencias y entrevistas que tenía información fiable de que un alto funcionario del Gobierno colombiano había ofrecido ayuda electoral a Trump. Santos no reveló el nombre ni la fuente. Sí que advirtió, de forma premonitoria: «Espero que no sigan intentando intervenir en las elecciones, porque están poniendo en peligro la relación bipartidista entre EE.UU. y Colombia que ha funcionado tan bien durante tantos años».
Santos salió del Gobierno colombiano tras haber negociado el acuerdo de paz con la guerrilla, que tanto Uribe como Duque han boicoteado y desarmado hasta donde han podido. Bien, en la única comunicación que ha tenido con Duque, una carta fechada el 17 de febrero, le dice a este que su prioridad es «una paz duradera para todos los colombianos».
Desplantes a El Salvador
Acercarse a Trump ha salido muy caro para algunos en Iberoamérica. Otro ejemplo es Nayib Bukele, el presidente de El Salvador, que hasta el año pasado alardeaba de su excelente relación con Trump, hasta el punto de que su ejecutivo popularizó el lema #SocioConfiable para referirse al estadounidense en redes sociales. Es cierto que los presidentes de México, Guatemala y Honduras también se prestaron al juego de Trump y aceptaron las devoluciones de sin papeles en caliente, a cambio de cuantiosas ayudas y otras promesas. Pero de todos ellos, Bukele fue el menos prudente.
Mucho debió temer el presidente el cambio en la Casa Blanca, ya que EE.UU. es el principal socio comercial de El Salvador, y destina cientos de millones de dólares en ayudas militares y contra la pobreza. Según reveló en su día la agencia Ap, Bukele se montó en un avión con destino a Washington apenas dos semanas después de que Biden asumiera el cargo, pero la nueva Casa Blanca le dio con la puerta en las narices, y se tuvo que volver a San Salvador sin una sola reunión, ni siquiera de segundo rango. Después, la diplomacia estadounidense ha criticado ciertos tics autoritarios de Bukele, y se los ha recriminado en público. Tal es la inquina, que el presidente salvadoreño se ha negado a recibir al enviado especial de Biden para la crisis migratorio en Centroamérica, que es el origen de los problemas que vive EE.UU. en su frontera con México.
Tensiones El uribismo fue decisivo para que Trump ganara en Florida, aunque perdiera las elecciones
Ayuda necesaria Biden necesita ahora la cooperación de Centroamérica en la crisis migratoria
Ignorando a Bolsonaro
En una tesitura similar se halla el más trumpista de los mandatarios iberoamericanos, Jair Bolsonaro de Brasil, apodado por sus seguidores como «el Trump tropical». Ese país está en una situación desesperada, falto de vacunas mientras aumentan desbocados los números de contagiados y fallecidos por la pandemia. De hecho, el principal rival de Bolsonaro, el expresidente Luis Inacio Lula da Silva, ha regresado a la escena política pidiendo públicamente a Biden que no le tenga en cuenta a Brasil su presidente y les ayude con envíos de vacunas como los que ha destinado a México y Canadá. La Casa Blanca no ha respondido.
De hecho, lo único que parece preocupar a Biden de momento con respecto a las relaciones con Brasil es la deforestación del Amazonas y el calentamiento global, dos puntos completamente ajenos a la agenda de Gobierno de Bolsonaro, según este mismo ha manifestado repetidamente. El 29 de enero, días después de haber entrado en la Casa Blanca, la prensa le preguntó a Biden si tenía intención de hablar de este y otros asuntos con Bolsonaro, y, en un gesto bastante comentado, el estadounidense, sentado en el Despacho Oval, se rió, sin más.
Desde entonces, Biden sólo ha aceptado hablar en persona con los mandatarios de México, Guatemala, Costa Rica, Chile y Argentina. Su atención está puesta de momento en la pandemia, la recuperación económica y, en la escena internacional, Rusia y China.