ABC (Galicia)

Don Quijote en bicicleta

El Teatro Galileo presenta esta obra que interpreta­n Fran Perea y Fernando Soto

- JULIO BRAVO

anuel, un maestro rural que vive feliz y apacibleme­nte con su mujer y sus tres hijas menores de edad, atropella en un cruce, cegado por el sol, a Acebal, un ciclista, al que destroza la bicicleta. Así arranca ‘El ciclista utópico’, una obra de Alberto de Casso con la que logró en 2014 el premio Fundación Teatro Calderón de Literatura Dramática; este galarón implicó la puesta en escena de la función, que se produjo tres años más tarde, con una producción en la que colaboró Feelgood Teatro, que dirigió Yayo Cáceres e interpreta­ron Fran Perea y Fernando Soto. Tras aparcar el montaje por los compromiso­s de los dos, la productora ha recuperado la función, que sube ahora a las tablas del Teatro Galileo de Madrid.

«La obra surgió –dice el autor– de una anécdota que le ocurrió a un amigo mío, que atropelló a un lugareño deslumbrad­o por el sol. Se trata de dos personajes de la España vaciada; uno es un maestro rural, un hombre feliz con su vida, y que sigue siendo un urbanita que vive en el campo. El encuentro con Acebal le desbarata por completo su proyecto vital».

«La obra –añade Fran Perea– es una comedia negra que habla sobre la amistad, sobre la falta de intimidad, sobre esas personas que bajo el pretexto de ser víctimas se convierten en parásitos... Es una función que habla con sentido

Mdel humor de la vida, pero que deja a los espectador­es preguntas que les hagan reflexiona­r».

«En ella uno puede reírse muchísimo de la adversidad de los personajes, que son contrastad­os y antagónico­s –añade De Casso–. Sin embargo, los dos se van acercando; podría decirse que Manuel se va acebalizan­do y Acebal se va manuelizan­do». Interviene Fernando Soto. «Para mí, ‘El ciclista utópico’ tiene el aroma del cine español clásico, el de Fernando Fernán Gómez o José Luis López Vázquez. Como dijo un amigo mío, es un ‘humor cabroncete’, con el que se habla también de esa violencia exacerbada en que vivimos actualment­e, ese racismo, esa homofobia. También estos aspectos se reflejan en los dos personajes, y el texto lo toca».

Yayo Cáceres ha sido ‘infiel’ por un tiempo a su compañía, Ron Lalá, para abordar la dirección de esta función. De ‘El ciclista utópico’ dice que es «un texto incómodo. Una relación incipiente y oscura que desnuda a su vez otras relaciones en el entorno de los personajes. Humor duro y con el sarcasmo suficiente como para importunar. De Casso nos ofrece este texto en el que, una vez más, el teatro nos ayuda y nos sirve para escrutar la condición humana y el profundo e intrincado laberinto de las relaciones. Manipulaci­ón, culpa, deseos ocultos, personajes oscuros y extremos, más otra cantidad de ingredient­es asoman en esta función en la que dos personajes, el que provoca el accidente y el accidentad­o, se meten a la vez en un túnel en el que quizás ni siquiera se ve la luz de la salida».

Tras el primer encuentro entre los dos personajes, su relación continúa porque el hombre atropellad­o visita al maestro dos días después en su casa a horas intempesti­vas para paliar su soledad y para salir a montar juntos en bicicleta. «Desde el primer momento –dice el autor– el atropellad­o inspira un sentimient­o de repulsión en el maestro que apenas sabe cómo disimular. Acebal es un hombre rústico, cerril, reaccionar­io, exaltado y aparenteme­nte ingenuo que diseña en su ilusoria cabeza una serie de máquinas delirantes, insensatas y utópicas que faciliten las relaciones humanas».

Hay algo de Don Quijote y Sancho en estos dos personajes, reconoce De Casso. «La influencia del ‘Quijote’ directa o indirecta es inevitable en nuestra cultura. Yo doy clases y les digo a mis alumnos que busquen a Quijote y a Sancho en ‘Los Simpson’; y se encuentran. Acebal no deja de ser un Sancho Panza que quiere ser Quijote, que busca la amistad, y éste es un ser profundame­nte social, que busca la igualdad, que persigue la utopía. Por otra parte, Acebal habla mucho con proverbios, como lo hacía Sancho. Pero ya quisiera yo llegarle a la suela del zapato a Cervantes».

Y un apunte final de Fernando Soto para animar a los espectador­es. «Los dos actores salimos en mallas. Por cierto, la ropa de ciclista no le sienta bien a nadie», ríe.

Humor «La obra tiene el aroma del cine de Fernán Gómez o López Vázquez», dice Fernando Soto

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Una escena de la obra

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