Abdulrahman al-Sadhan, 20 años de prisión por opinar en Twitter
BAJARSE al moro es una provocación. Siendo mujer y rubia es provocar, por mucha Ursula Von der Leyen que seas. El turco Erdogan coloca al Filemón de Charles Michel (presidente del Consejo Europeo) en un sillón a su lado y a doña Ursula (presidenta de la Comisión Europea) le deja un sofá distante. Más delito tiene Filemón por permitirlo. Cualquiera querría estar bien lejos de Erdogan, pero habían ido a hablar de cosas serias. Yo de doña Ursula me habría sentado como Rociito. O como Kellyanne Conway en el sofá del Despacho Oval aquella vez que Trump recibía líderes universitarios afroamericanos y ella, descalza y de rodillas, se puso a hacerles fotos.
Trump también es un provocador. Ay, sus cositas en Twitter cuando el asalto al Capitolio. Aquí la provocación sólo es de Vox yendo a Vallecas (Abascal y Monasterio, de verde, sabiendo que van a la guerra, aunque él parecía un tortolero; ir a zurrir para que te zurren). Lo de Pablo Iglesias con sus cositas antifascistas o anti-Vox en Twitter es otra cosa, porque él es antifascista y sólo llama a otros antifascistas a hacer el bien. No provoca la violencia, hombre. Provocación es también cualquier cosa que sale de las teclas de Echenique. Una fábrica de votos para Vox. Escribía: «Hoy unos pijos han ido a Vallecas a intentar provocar a los vecinos con bravuconadas. Estos les han recordado pacíficamente el poco amor por el trabajo que tiene su jefe y él se ha ido a por ellos para provocar una carga. Mañana las teles te mentirán y te dirán que fue al revés». Claro, ves a ese tipo con las New Balance dando patadas en la barriga a un policía y te dices, tate, eso es mentira, que lo ha dicho Echenique. Errejón asegura que Vox ha ido a insultar a los vecinos de Vallecas (Espinosa de los Monteros le recordó que en Vallecas Más País tuvo en las últimas generales 7.220 votos y Vox, 13.171).
Provocación, recordar el poco amor por el trabajo de Abascal cuando, según Iglesias, sólo un cretino se sentiría bien con mucho trabajo. Repantigada en el sofá, miro cómo me hacen luz de gas antifascista.
Iglesias parece tan provocador como Trump y tan vago como Abascal