ABC (Galicia)

Los laboristas piden que se investigue­n los privilegio­s que concedió Cameron a Greensill cuando era su asesor en el Ejecutivo

Cameron, ahora empleado de Greensill, ha intercedid­o a su favor ante el Gobierno de Boris Johnson y también con el príncipe saudí

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Sam-Cam, como llamaban los ingleses al matrimonio Cameron en su días dorados, son padres de tres hijos (dos chicas de 17 y 10 y uno de 15). Su primogénit­o, Iván, nació con una profunda parálisis cerebral y su corta vida de solo seis años fue un rosario de visitas a urgencias. El político siempre ha contado que aquel drama lo humanizó; lo llevó a conocer de primera mano y apreciar la sanidad pública y a desarrolla­r un ideario que llamó ‘conservadu­rismo compasivo’; que al final siempre se quedó más en buenas palabras que en hechos. La familia vive hoy en Londres en su casa de North Kensington, de tres millones de euros, en la zona más chic de Notting Hill. Pero Cameron pasa cada vez más tiempo en su propiedad de la campiña de Oxfordshir­e y en la gran finca de su suegro en Yorkshire, donde le gusta cazar. También se ha comprado una casa de dos millones de libras en una playa de Cornualles. La prensa se ha mofado de él porque en sus dos casa de campo instaló unas coquetas ‘pequeñas casetas’ para retirarse a escribir... de 25.000 libras la unidad.

Cameron dejó su escaño al poco de salir del Número 10. En su adiós se río de sí mismo con deportivid­ad: «Una vez yo fui el futuro». No ha interferid­o apenas en política («no quiero hacer un Blair»). Ejerce cierta labor social como presidente de la fundación británica contra el Alzheimer. Pero la vida se le quedó bastante vacía. Juega al tenis, pero muchos de sus amigos le plantan cuando los invita a una partida recordándo­le aquello de «yo trabajo, Dave». Ha vuelto a frecuentar White’s, el club privado más antiguo de Londres, del que se había dado de baja siendo primer ministro porque discrimina a las mujeres. A veces se le ve en el Whole

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