La reclamación de tierras de los indígenas en Chile es aprovechada por grupos violentos para imponer el terror contra los ‘colonos’ apoyándose en el contrabando, el narcotráfico y conexiones con grupos como ETA o las FARC
«Cerca de la una de la madrugada me llamó mi madre sollozando. Estaban atacando la casa y mi padre estaba herido de bala. Fui directo a toda velocidad. Antes de llegar vi el humo. La vivienda estaba en llamas. Buscamos a mis padres por los alrededores. Pensamos que, como en otros asaltos, estarían retenidos o los habían secuestrado. A las cuatro de la mañana descubrieron dos cuerpos carbonizados entre los escombros. Eran los de ellos». El caso del matrimonio Werner Luchsinger y Vivian Mackay, que recuerda su hijo Jorge Andrés, está considerado el más cruel que llevaron a cabo grupos rebeldes mapuches. Aquel episodio contra la pareja de agricultores, emblemático, sucedió el
4 de enero de 2013 pero no fue ni sería el único. Prácticamente a diario, sin importar la pandemia de coronavirus, se suceden en Chile las noticias de extorsiones, corte de carreteras generales, incendios de camiones, atentados con explosivos a instalaciones eléctricas, templos religiosos y ocupación de terrenos, a manos de un reducido ejército de indígenas mapuches, con demandas que van desde la recuperación de tierras ancestrales a la autodeterminación.
Solo entre enero y marzo quemaron medio centenar de camiones y furgonetas, una veintena de casas y cabañas, tres fábricas y una parroquia. ‘Weichan Auka Mapu’, ‘Resistencia mapuche Lavkenche’, Organización de Resistencia Territorial y brazo armado de la Coordinadora Arauco-Malleco, son algunas de las organizaciones que estarían detrás de este tipo de hechos. Los objetivos, mayoritariamente, se dan en las regiones de la Araucanía y Biobio, al sur de Chile.
El ‘conflicto’ o declaración de guerra de estos grupos a los ‘colonos’ –como se refieren despectivamente a los agricultores– está atravesado por el narcotráfico y el robo de madera. En este escenario, entre las víctimas de la barbarie se cuentan también comunidades enteras de mapuches sometidos y amenazados por los violentos que operan al margen de la ley. Son los llamados ‘yanaconas’, considerados traidores a su pueblo por elegir una convivencia en paz y trabajar o colaborar
Chile
Presencia mapuche con los enemigos declarados: ganaderos, agricultores, latifundistas, pequeñas, medianas y grandes empresas forestales.
A principios de la semana pasada, el lunes 5 de abril, la policía detuvo en su domicilio a un funcionario judicial de la ciudad de Traiguén (Araucanía) y se incautó de un arsenal de municiones, armas cortas y largas y explosivos. El episodio volvió a abrir la polémica sobre el papel que desempeña en la zona un poder judicial bajo sospecha para los damnificados por los ataques. «El Estado de Derecho no existe en esta zona», lamenta Andrés Montero,
director de la Sociedad Nacional de Agricultura. «La permisividad de los jueces y la legislación favorecen la impunidad. Hay territorios donde ni la policía puede entrar y se asume con naturalidad», insiste. «Los tres poderes, ejecutivo, legislativo y judicial, son cómplices. Se pasan la papa caliente entre ellos mientras el 98 por ciento de los casos quedan impunes», asegura Luchsinger.
Financiación internacional
Algunos damnificados, «también mapuches –observa este ingeniero– se agrupan en la Asociación de Víctimas de la Violencia Rural». Otros se suman a las filas de la Asociación para la Paz y la Reconciliación en la Araucanía, pero «a corto plazo –lamenta– no veo que esto tenga solución». El horizonte se complica desde que reciben «financiación de ONG internacionales. Cuando llegan, los dirigentes esconden sus camionetas de alta gama para simular pobreza y reciben un chorro de plata pero no llega a la comunidad». En la comuna (municipio) de Tirúa, el 27 de marzo pasado, un equipo de Televisión Nacional de Chile (TVN) fue acribillado a balazos cuando se dirigía a entrevistar al líder de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), Héctor Llaitul. El cámara, Esteban Sánchez, recibió cinco impactos y perdió la visión de un ojo. Intentar arrojar luz sobre ‘el conflicto mapuche’ es un desafío arriesgado y de difícil cumplimiento.
«Estas poblaciones no se han beneficiado del desarrollo del país. Algunos viven en zonas muy pobres, con falta de servicios públicos, escasez de agua, educación y desnutrición. Es cierto que han sufrido mucho pero la situación de violencia es insoportable», observa Jorge Andrés Luchsinger. «El problema –añade– no son ellos sino sus dirigentes, que los manipulan». El Estado «expropia esas tierras y se las entrega en usufructo pero el proceso no va acompañado de capacitación y maquinaria para que aprendan a explotarlas», reflexiona.
Violeta Parra cantaba a los ‘indios’, en ‘Arauco tienen una pena’, que «no son los españoles los que les hacen llorar, hoy son los propios chilenos los que les quitan su pan…». El pueblo mapuche fue el único en Chile que se resistió a la conquista. Aquella batalla terminó con una cesión de facto del Virreinato, del sur del río Biobio. Con la independencia, esa idea de ‘plurinacionalidad’ o de estados paralelos, desapareció y Chile se convirtió en un país unitario. «Los indígenas se quejan de que les engañaron para arreba