Riccardo Ceccobelli, el cura que abandonó la sotana por amor
paz». Concluyó monseñor Sigismondi, obispo de Todi-Orvieto, con una pía advertencia e invitación a los feligreses para no juzgar, sino rezar: «No tenemos derecho a comentar la decisión de don Riccardo, sino el deber de que no le falte el abrazo de la oración».
El cura, ordenado el 18 de marzo 2012, agradeció con cierta emoción las palabras de su obispo. En la despedida de don Riccardo no hubo ningún drama tras manifestar que abandonaba la sotana por amor. Con cierta emoción, pero sereno, dijo a los fieles: «Como sacerdote he terminado, pero espero irme en paz». Tras la celebración eucarística, en la iglesia cayó el telón para la carrera sacerdotal de don Riccardo y el silencio entre los presentes, todavía perplejos por la vivencia de una misa inolvidable. No ha habido chismes sobre la vida del sacerdote, sino solo comprensión. En los bancos de la iglesia de San Felice se había sentado también el alcalde Francesco Federici: «No entro a juzgar su decisión. Solo puedo darle las gracias por lo que ha hecho aquí durante su permanencia», declaró.
Su familia sí estaba al corriente de la decisión que estaba a punto de adoptar el sacerdote. Su hermano Alberto admite: «En familia se comparten las cosas. Riccardo no es impulsivo, es una persona que siempre razona». La madre, Mirella, explica así la decisión de su hijo: «Somos una familia católica, había rezado para que mi hijo se hiciera sacerdote. Riccardo tiene un buen carácter, formó parte de Acción Católica, de joven ya había tenido una mujer, quizás más, pero no me sorprendió cuando me dijo que quería ser sacerdote». Un primo precisa algunos detalles que ayudan también a comprender la decisión de Riccardo Ceccobelli: «Era considerado un chico guapo; trabajaba como obrero en una fábrica. Luego llegó el viaje a Albania. Estaba atravesando un momento delicado y un sacerdote lo invitó a seguirlo a Albania. Y fue allí donde tuvo su conversión. No estaba a disgusto con esa vida. Simplemente se enamoró».
QUE tengamos la mayor tasa de paro juvenil del mundo occidental ha de tener, por fuerza, efectos en nuestros jóvenes. Sin trabajo ni casa será más difícil tener familia, en caso de tener la posibilidad. Pero hay quien ni siquiera tiene eso. Cada vez es mayor el número de hombres jóvenes sin vida sexual. Quizás operan aquí causas distintas: las redes, las pantallas, el cambio en la mujer...
En Japón van por delante y los treintañeros vírgenes reciben un nombre, yaramiso, ‘los que no lo hacen’. En Osaka crearon un club para hombres no atractivos, donde pueden compartir sus experiencias (o la ausencia de ellas) quienes tienen en común no gustar a las mujeres. Así salen de internet, llevan su condición a la vida real, y asumen su situación con una dulzura que no tienen los ‘incels’ (célibes involuntarios) de la red, más reivindicativos. Ellos oyen hablar de patriarcado, pero no terminan de ver su privilegio. Son los perdedores de la política sexual. Recuerdan a la ‘basura blanca’ de EE.UU: están al final de la escala social, pero son, oficialmente, opresores.
También en Japón se creó el primer movimiento político: La Liga Revolucionaria de los Hombres Que No Atraen a las Mujeres. El movimiento surgió cuando a su fundador le dejó la novia. Volvió a casa, comenzó a leer el ‘Manifiesto Comunista’ de Marx y entendió que ser hombre no deseado era un rasgo de clase.
Cada 14 de febrero se manifiestan ‘contra la opresión romántica del capitalismo’ y detestan a los hombres con una vida gozosa fuera de internet. ¿No es esta una desigualdad tan grande como tu barrio/mi barrio?
Es verdad que el solitario ahora tiene los mundos virtuales, pero ¿y el tacto? Un ingeniero japonés creó un dispositivo para hombres sin pareja con el que pueden caminar de la mano. De la mano de nadie, porque es un artefacto que se coloca en el antebrazo y extiende una mano artificial que agarra la del dueño. La extremidad robótica simula el tacto, variaciones en la presión y hasta un poquito de humedad. El ligero sudor de la mano de ella.
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