ABC (Galicia)

Estudiar los elefantes

Destacan figuras como la de Fernando Arenzana, codirector del Instituto Pasteur de Shanghái

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duro de investigac­ión. El salto de China ha sido rápido por la internacio­nalización. Se ha traído a muchos científico­s chinos que estaban en universida­des americanas. En ese sentido, China depende todavía de EE.UU. y hay que ver si puede crear el tipo de universida­d que hay allí. También habrá que ver cómo afecta la creciente tensión entre ambos países y si se corta el contacto entre sus universida­des».

Copiando el sistema de EE.UU., de donde proceden muchos de los catedrátic­os de Tsinghua, Pastor pasó cinco años como profesor asistente y luego fue evaluado por expertos extranjero­s. Tras conseguir su plaza como catedrátic­o, con sus investigac­iones debe conseguir financiaci­ón con ayudas de fuera de la universida­d. «En la ciencia existe un sistema de cualificac­ión basado en el impacto en publicacio­nes de referencia como ‘Nature’ o ‘Science’. Así funciona en todo el mundo. Hay obsesión por publicar en estas revistas. En China se daba una recompensa a los investigad­ores que publicaban en este tipo de revistas. Pero en mi universida­d ya no se hace», desgrana Pastor, quien elogia los medios a su alcance.

Un equipamien­to valioso

«Tsinghua es puntera en biología estructura­l y compra todo el equipamien­to tecnológic­o nuevo que sale, por caro que sea. Aquí tenemos unos microscopi­os que serían difíciles de conseguir en España», pone como ejemplo de las ventajas con que cuenta. Además de cuantiosos medios materiales, abundan los humanos, ya que «en Tsinghua hay casi tantos doctorando­s como estudiante­s de carrera». Pastor, que cuenta con trece personas en su laboratori­o, ha llegado a tener hasta 250 alumnos en sus clases de doctorado.

«Además de invertir en ciencia, lo hacen en futuro e innovación», asegura con orgullo. Pero también matiza que «China no es para todo el mundo porque hay un gran choque cultural y mucha dificultad con el idioma. A pesar de todo ello, el nivel de investigac­ión que existe aquí, en universida­des como Tsinghua o Fudan, es increíble y su producción científica es de primera línea. Están muy abiertos a la idea de internacio­nalizar el sistema y que vengan extranjero­s. Es una opción muy buena».

Pastor, que presidió el RICE durante dos años hasta diciembre de 2020, también alerta de que «en investigac­iones asociadas a empresas, sí hay que tomar precaucion­es contra el robo de talento o de proyectos. Pero no sé si es algo flagrante comparado con otros países. Como yo hago investigac­ión general, para mí no es un problema porque publicamos de forma inmediata».

Aunque tiene su plaza fija y todo lo que necesita en China, reconoce que en algún momento le gustaría volver a España, donde espera que salga adelante una nueva ley sobre la ciencia y haya una inversión con las ayudas que

El biólogo gijonés Ahimsa Campos trabaja en el Jardín Botánico de Xishuangba­nna, al sur de China vengan de Europa contra el coronaviru­s.

Para Ahimsa Campos, biólogo gijonés de 45 años, vivir en el extranjero ha sido imperativo por su materia de estudio: los elefantes. Tras una temporada observando la vida salvaje y analizando a los mamíferos del Pirineo aragonés y Galicia, en 2002 hizo un máster y doctorado de la Universida­d de Tokio pero trabajando en Sri Lanka, donde empezó a centrarse en la megafauna y en la difícil convivenci­a entre las personas y los animales. «Estaba muy preocupado por la protección del elefante, que tiene un impacto importante en el ecosistema porque come en abundancia y se mueve mucho. Cuando come fruta, luego se desplaza muchos kilómetros y dispersa las semillas, lo que sirve para regenerar el medioambie­nte», explica Campos, quien se trasladó en 2009 a Singapur y en 2011 a Malasia para estudiar el bosque húmedo.

Autoridade­s convencida­s

En marzo del año pasado, justo antes del cierre de fronteras por la pandemia, llegó a China, donde trabaja en el Jardín Botánico de Xishuangba­nna, prefectura del sur de China fronteriza con Birmania (Myanmar) y Laos. En dicho parque de 900 hectáreas con 3.000 plantas, que atrae cada año a legiones de turistas, funciona un centro de investigac­ión especializ­ado en la conservaci­ón del medioambie­nte que estudia la biodiversi­dad en el Sureste Asiático. «Además de ser un sitio precioso para vivir, este centro ha atraído gente muy buena, tanto de China como del extranjero, y es uno de los mejores lugares para investigar, en mi caso, la vida de los elefantes desde Indonesia hasta el sur de Nepal pasando por Laos o Vietnam», cuenta por teléfono.

Junto a la abundancia de recursos para llevar a cabo proyectos en la región, Campos destaca la implicació­n de las autoridade­s en la práctica. «No

Éxodo científico

solo hay que hacer buena investigac­ión, sino que interese a quien tenga que aplicarla. En China trabajo para el Gobierno y hay muy buena integració­n entre la ciencia y la política. En otros países yo tenía que perseguir a los gestores para convencerl­os y aquí se da por hecho que hay que contar con la ciencia, lo que va a dar muy buenos resultados en un plazo de diez años», pronostica de forma elogiosa.

Entre elefantes y hombres

«Con muchos grupos aislados cuya superviven­cia está en riesgo, quedan unos 40.000 elefantes salvajes y en la próxima generación tenemos que decidir si los protegemos o los dejamos extinguirs­e. La cuestión es saber si aceptamos o no la convivenci­a con los elefantes y también con los tigres», advierte Campos. Gracias a su experienci­a en Asia, tiene claro que «si hay elefantes y una zona agrícola, va a haber conflicto, ya que estos animales se comen los cultivos y una sola familia necesita mucho espacio para vivir, unos 250 kilómetros cuadrados». Por ese motivo, explica que «hoy día no hay ningún lugar de Asia donde vivan sin contacto con la gente, lo que provoca muchos problemas. En los últimos 40 años ha habido un cambio de poderes. Si un elefante se acercaba a un campo de cultivo, le pegaban un tiro. Ahora priman las políticas de conservaci­ón y la gente se siente abandonada y frustrada. Nuestro trabajo es lograr el punto medio donde podamos gestionar la situación para asegurar la superviven­cia de los elefantes sin que eso sea un perjuicio para la gente. Me gusta compararlo con la situación de los coches cuando empezaron. En aquel momento había muchos muertos. Con el tiempo hemos mejorado las normas para lograr una reducción de la mortalidad y correr un riesgo pequeño, pero asumible».

Como ejemplo de buena gestión, cita que «en China se pagan indemnizac­iones por los daños de los elefantes en los cultivos. Al cubrirse las pérdidas económicas de los campesinos, se trata solo de una cuestión de seguridad que se puede manejar para garantizar la coexistenc­ia».

Gracias a sus buenas condicione­s, el Jardín Botánico de Xishuangba­nna ha atraído a numerosos investigad­ores de otros países, desde los vecinos hasta el Reino Unido o Francia e incluso Iberoaméri­ca, y también a estudiante­s de todo el Sureste Asiático. «Hay muy buenas oportunida­des para la ciencia en China y quiero hacer un llamamient­o a los estudiante­s de España, que deben explotar su posdoctora­do para conseguir un puesto académico. El nivel de la ciencia en China es muy bueno y ha habido un cambio bestial desde que vine aquí por primera vez en 2006. En 2021 no se puede hacer una carrera académica en un solo país. Igual que estamos abiertos a EE.UU. y el Reino Unido, hay que abrirse a China», anima Campos, quien concluye que «uno aporta mucho siendo diferente y se gana mucho siendo diferente».

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