El filósofo en el asfalto
▶ Gabilondo es el único político en estas elecciones que puede mencionar a Kant sin resultar pedante
Caminante, no hay camino. Se hace camino al andar. Los versos machadianos podrían ser el lema de la campaña que acaba de iniciar Ángel Gabilondo, que ayer recorrió las calles de Alcobendas. Había más periodistas que público, pero eso no le incomodó al candidato del PSOE. No está en una carrera por el poder sino en una lucha contra los elementos.
Llega puntualmente a un pub irlandés llamado Saint Patrick’s. No le espera una bandera roja sino un cartel verde que evoca las praderas de Irlanda. Se sienta con el alcalde y con varios colaboradores unos minutos para tomar un café. Y hace el gesto misterioso de colocar la mano unos centímetros por encima de la taza como si quisiera conjurar alguna amenaza.
Me topo con él, sonríe y deja caer una ironía: «Estoy en un momento muy difícil de mi existencia». Me dice uno de sus asistentes que anteayer recurrió a una cita de Séneca en un mitin. Gabilondo es el único político en estas elecciones que puede mencionar a Kant sin parecer pedante.
No en vano ejerció durante muchos años de catedrático de Filosofía en la Autónoma de Madrid. Antes había ingresado en los corazonistas, donde impartió clases en el colegio de Chamartín. Algunos padres de los alumnos le recuerdan como un defensa duro y leñero, pero siempre noble. El fútbol y los clásicos son sus dos grandes pasiones.
Gabilondo es uno de los pocos políticos al que uno compraría un coche de segunda mano. No pierde la ocasión en su intervención en la plaza del pueblo de reivindicar un humanismo que define como «no dejar a nadie atrás». Aprovecha para prometer que, si gobierna, subirá en 400 euros las pensiones no contributivas.
Las calles de esta ciudad periférica de 116.000 habitantes están vacías. Tal vez sea por la hora de la mañana. Pero el candidato va entrando en los pequeños comercios. Charla con Graciela, la dependienta paraguaya de Rancho Tejano, una tienda de ropa, que le pide ayuda para el sector. Accede también a un establecimiento de ropa escolar, tal vez impulsado por su amor a la enseñanza.
El cielo está azul y la temperatura es tibia y agradable pese a que el termómetro de Amparo Asesores marca 40 grados. Gabilondo viste un traje de color azul oscuro, lleva corbata y sólo se quita la mascarilla para la intervención final.
Durante unos segundos hablamos de Foucault y de la filosofía francesa, pero se acerca un ciudadano para saludarle y la charla queda interrumpida. Me viene a la cabeza la idea de la conciencia desgraciada acuñada por Hegel, su filósofo favorito, que hace referencia al desgarro existencial. Esta noción la utilizó Hegel en su dialéctica del amo y el esclavo. ¿Es Gabilondo el esclavo y Sánchez el amo?
Puede que el candidato se sienta así, pero no lo demuestra. Su discur
Mi duda «¿Es Gabilondo el esclavo y Sánchez el amo? Puede que el candidato se sienta así, pero no lo demuestra»
Su ironía «Estoy en un momento muy difícil de mi existencia»