ABC (Galicia)

El jurado llega a un veredicto bajo una gran tensión en Mineápolis

▶ Si es el de ‘no culpable’ se esperan grandes disturbios en ciudades de todo el país

- JAVIER ANSORENA ENVIADO ESPECIAL A MINEÁPOLIS

Sería imposible para los jurados que deliberaro­n ayer la suerte del expolicía Derek Chauvin no percibir la gravedad de la decisión que tenían encomendad­a. Los doce hombres y mujeres encargados de condenar o absolver al agente acusado de matar hace poco menos de un año a George Floyd –el caso de abusos policiales que levanta una oleada de protestas y tensiones raciales en EE.UU. y en todo el mundo– amaneciero­n ayer por primer día «secuestrad­os». Es decir, aislados en un hotel hasta que llegaran a una decisión unánime sobre los tres cargos de homicidio no intenciona­do de los que se le acusa a Chauvin, que asfixió durante casi diez minutos a Floyd, poniendo su rodilla contra el cuello de la víctima, que estaba esposada, tumbada contra el suelo, rodeada por cuatro agentes, que repetía que no podía respirar, y a quien no soltó tras perder el conocimien­to.

El juez del caso había exigido a los jurados que no miraran la prensa ni las noticias durante las semanas que ha durado el juicio. En la última noche no tuvieron contacto con el mundo. Pero en el trayecto de los juzgados al hotel donde se produjo la deliberaci­ón, habrán notado el peso del veredicto sobre sus espaldas: en las calles de Mineápolis la tensión ayer se cortaba con cuchillo a la espera de su decisión. Al cierre de esta edición, los jurados habían llegado a un veredicto, pero no había sido todavía comunicado su signo. Si era ‘not guilty’, ‘no culpable’, se esperaban grandes disturbios. «Romperán todo», aseguraba a este periódico Abdebashir, un vecino de Mineápolis, al lado de donde se celebró el juicio.

Los jurados –seis blancos, cuatro negros y dos que se identifica­n como multirraci­ales– vieron por las ventanas del vehículo que les transporta de los juzgados al hotel en el que deliberaro­n cientos de negocios parapetado­s con tablones. Por ejemplo, en la avenida Nicollet, uno de las principale­s zonas comerciale­s del centro de la ciudad. Era un recordator­io de lo que ocurrió el año pasado cuando apareció el vídeo de la muerte de Floyd, grabado por una viandante que presenció la actuación de Chauvin. Mineápolis fue tomada por las protestas, acompañada­s de disturbios graves, con saqueos de decenas de negocios, con edificios en llamas y con el asalto y la destrucció­n de una comisaría de policía. Se toparían también con alguno de los 3.000 miembros de la Guardia Nacional desplegado­s en la ciudad, entre edificios públicos vallados, controles de tráfico abundante y un toque de queda que se sabe que nadie habrá respetado con el veredicto.

Pruebas «abrumadora­s»

Lo que no habrían escuchado –o no deberían haberlo hecho– son los comentario­s del presidente del país, Joe Biden, que se permitió valorar ayer las pruebas contra el expolicía de «abrumadora­s» y aseguró que rezaba para que «el veredicto sea el veredicto correcto».

Las palabras del presidente –que implicaban que un veredicto de no culpabilid­ad sería incorrecto– caldeaban ayer todavía más un ambiente que se ha horneado durante un año y que en las últimas semanas está en ebullición. Por la proximidad del veredicto pero también por otro incidente con un joven negro en Brooklyn Center, a escasos 15 kilómetros de donde murió Floyd, hace solo semana y media. En él falleció Daunte Wright, al que una agente disparó en un control de tráfi

Jesse Jackson visita el lugar donde murió George Floyd

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