AJUSTE DE CUENTAS
Pérez no quería una Superliga, él quería dos, tres, muchas superligas, repartidas por el mundo. Una visión guevarista del espectáculo que la FIFA y sus seis confederaciones no pueden tolerar.
Es interesante lo ocurrido desde el punto de vista de la economía por tres motivos. Primero, la propuesta se asienta en la llamada ‘paradoja LouisSchmeling’, descrita por primera vez por
en ‘The Peculiar Economics of Professional Sports’, de 1964. El norteamericano y el alemán fueron dos de los mejores boxeadores de su época. Neale sostuvo que el atractivo de los lances deportivos huía del sentido común de las empresas que buscan copar su mercado, minimizar la competencia y maximizar las ganancias. En el caso de Louis, si él hubiese monopolizado los recursos no hubiese tenido a nadie con quien pelear. Es la incertidumbre sobre el resultado la que despierta el interés humano, sostuvo Neale.
Pero esta paradoja no tiene respaldo empírico. En 2014, y realizaron un estudio matemático y encontraron que la cercanía en la clasificación no tiene impacto en el interés de un evento. La incertidumbre estaría sobrevalorada. Pero descubrieron fenómenos como ‘la preferencia de victoria’, que indica que los fanáticos acuden con más ganas a espectáculos en que es más probable que gane el equipo local y ‘la aversión a la pérdida’ (las derrotas duelen más que las victorias).
En segundo lugar, la pandemia ha castigado mucho al fútbol. Según el informe que la consultora PwC prepara con LaLiga, el fútbol español perderá 2.013 millones de euros entre marzo de 2020 y el final de esta temporada. El desglose de pérdidas según los cinco capítulos con que se financian los clubes son: 848 millones por el día de partido, 146 millones por derechos de retransmisión, 221 millones por comercialización, 727 millones por traspasos de jugadores y 71 millones por publicidad.
Lo que no está claro es si la pandemia ha descubierto que el negocio del fútbol es un gigante con pies de barro. Un dato ofrecido por Pérez en la única entrevista que concedió como presidente de la Superliga despertó polémica: el 40% de los jóvenes de 16 a 24 años no tiene interés en el fútbol.
Lo cierto es que la temporada española 2018-19 ya tuvo un 13% menos de espectadores. Y que los resultados televisivos han sido magros: cuando la competición volvió, los seguidores cayeron un 6%. La cuestión es: ¿la caída de audiencia es responsabilidad del fútbol o es fruto de la fragmentación de las pantallas, es decir del fin de la hegemonía de la TV y la irrupción de las plataformas digitales?
Por último, un tercer aspecto tiene que ver con la economía de la atención y como ésta deforma nuestra percepción de los derechos en juego. El asunto llegó al paroxismo en el Reino Unido, donde
dijo que el fútbol era «el deporte nacional» y el príncipe rompió su luto para manifestarse en contra de los cambios. Nadie reparó en que, de los seis clubes ingleses, todos tienen dueños extranjeros: magnates norteamericanos, rusos o árabes.
Para muchos ciudadanos, el debate sobre la Superliga ha sido como discutir un asunto íntimo. ¡No puede ser que gestionen nuestros sentimientos sin preguntarnos! Si los ciudadanos exhibieran el mismo interés y celo para proteger los datos que a cada momento entregan a las plataformas digitales, el mundo sería diferente. Y no digamos nada si esa energía se canalizara en participar en los asuntos públicos.