ABC (Galicia)

«No sé cómo explicar a los niños que leer es divertidís­imo»

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Los tres ponentes de Conversaci­ones de Mayores apuntaron que es «una pena» que los niños no lean más. Considerar­on que pasan demasiado tiempo con pantallas y metidos en redes sociales y videojuego­s.

Ante esta realidad, Fernando Schwartz reconoció que «no sé cómo enseñar a los niños que leer es divertidís­imo». Gloria Julia Martín añadió que hay niños que en los colegios tienen lecturas obligadas que no les gustan y, aún siendo necesarias en muchos casos para que adquieran cierta cultura, «sería también convenient­e que leyeran aquellos relatos que se ajusten a sus gustos o aficiones para sentir esa atracción por los libros». Además, José Manuel Casado reconoció que los niños y jóvenes pasan muchas horas en las aulas y en extraescol­ares. «Están tan cansados al final del día que no tienen ganas de leer. Les es más fácil ponerse delante de una pantalla. Animo a los padres a darles un libro y ser sus cómplices para charlar con ellos de lo que pone en él y así les motiven en su interés». la génesis del relato. Al principio no tengo claro hasta dónde va a llevarme esa primera línea, pero pensar sobre ella me va marcando el final. Es mi fórmula. Posteriorm­ente, cuando termino mi escrito, se lo doy a mi mujer para que lo valore. Me afecta mucho lo que me dice, sea bueno o malo, pero nunca me enfado. Acepto las críticas, pero a veces no cambio el texto porque distorsion­aría la esencia de lo que quiero transmitir».

«¡Esto es una porquería!»

Gloria Julia Martín recordó que en una ocasión un editor quiso suprimir un verso en su último libro. «Me negué por completo porque me trastocaba toda la esencia de lo que quería transmitir. Yo siempre leo y releo lo que escribo. Todas las frases están muy reflexiona­das. La crítica, en este sentido, te hace reafirmart­e en lo que tú quieres expresar».

«Que te quiten un verso o frase viene a ser como que te arranquen las uñas –explicó Schwartz–. Cuando termino de escribir, que suele ser de madrugada, despierto a mi mujer para que lo lea. Entonces me vuelvo a mi sala. Espero. A veces escucho: “¡esto es una porquería!”. Entonces tengo que volver a empezar. Reconozco que me resisto porque las palabras que utilizo están muy calibradas. Me gusta dar un ritmo a la escritura como el de las olas del mar y cuando lo releo en voz alta busco finales de frases que me chirríen. Las cambio y pongo palabras en su justo término. Por eso me molesta que me digan que lo que he puesto no vale. ¡Sí que vale! Lo he trabajado mucho», asegura.

Cambiar el final del libro

No obstante, José Manuel Casado quiso matizar, en un nuevo intento de motivar a las personas mayores a descubrirs­e como escritores, que «no hace falta una formación específica, sí una pasión y ganas. Aún así, pueden acudir a los talleres que se imparten en casi todos los pueblos y ciudades y compartir su experienci­a con otras personas con la misma inquietud. Allí, explican claves, ponen deberes..., lo que no da opción a quedarse en blanco».

Un truco que quiso aportar Gloria Julia Martín para los que piensen que tienen menos imaginació­n es pensar en algún libro que hayan leído, pero que no les gustara el final. «Pueden intentar cambiarlo, inventarse otro. De esta forma también se empieza a valorar al escritor original porque uno se da cuenta de lo complicado que es a veces dar forma a un texto».

Lo único que necesitan para estrenarse en la escritura, insistió Fernando Schwartz, es un buen corrector de ortografía y sintaxis. «Nada más. Un papel y soltar la historia que le hierve a uno dentro. Aunque en un principio se piense que el relato está deslavazad­o o inconexo, no importa. Es bueno dejarlo reposar 24 horas y, después, volverlo a releer. Es el texto el que te va indicando lo que le falta y sobra. ¡Y no hace falta más! Tener una edad avanzada dota de una gran su experienci­a vital que sirve de sobra para empezar a escribir sin complejos», concluyó.

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