ABC (Galicia)

Prohibido casarse de pirata

A Berto y María se les denegó la entrada al juzgado el día de su boda por sus pintoresco­s atuendos. La celebració­n era solidaria y ya se había cancelado dos veces

- ALDARA DIÉGUEZ SANTIAGO

La boda de Berto y María se presentaba como una de las más festivas y particular­es que la ciudad de Vigo ha vivido en los últimos tiempos. La pareja colabora con tres ONGs, y todos los regalos de casados iban destinados a ellas. La celebració­n no podía ser más pintoresca: Berto, apodado ‘Pirata’ por subirse al mástil del Alfageme —barco que está en la Avenida Castelao de Vigo— y colgar la bandera corsaria, iría vestido de Jack Sparrow. María llevaría el traje tradiciona­l gallego, hecho a mano por su madre. No obstante, todo se truncó cuando el 23 de abril, día de la boda, se les denegó la entrada al juzgado

«Cumplimos lo que nos exige la ley: iniciamos todos los trámites y los cumplimos», afirma la pareja, pero la jueza «nos juzgó sin siquiera vernos». «Insultó al traje regional de nuestra comunidad llamándole disfraz e insultó el trabajo de una modista que hizo mi traje basado en el siglo XIV como disfraz. Nos juzgó escondida en su despacho, ese que pagamos todos con nuestros impuestos». Berto y María tuvieron que expresar su queja en la hoja de reclamacio­nes desde fuera del juzgado, «como si fuésemos unos apestados», lamentan.

La pareja ha enviado una carta abierta a la magistrada, que «no ha dado la cara, ni la talla», donde exponen la decepción de sus hijos y allegados, tras ver como la boda volvía a posponerse después de que el Covid-19 frustrara las dos primeras ocasiones. Ahora que el coronaviru­s parecía dar un respiro, las causas de la suspensión fueron bien diferentes. «Con la venia, señoría, hoy usted se ha creído estar por encima de la ley, hoy no ha dado ejemplo de funcionarí­a pública y lo más triste de todo, hoy no ha dado ejemplo de ser un buen ser humano. Su soberbia, cobardía y capricho le han valido para producir tristeza y pena».

La defensa de la jueza, segundo informó un testigo a Faro de Vigo, se basaba en que el maquillaje y ropaje de Berto ‘Pirata’ dificultab­a su reconocimi­ento y bajo su vestimenta podía ocultar algún arma. Berto alega que ofreció quitarse la peluca, pero no resultó suficiente, y que los propios abogados le aconsejaro­n no llevar sable antes de la boda y como tal, «no llevé espada, no llevé pistolas, solo llevé dignidad y amor por mi pareja

María, Berto y sus hijos el día de su boda

y una causa justa». Berto y María publicaron en 2018 ‘Elefantes de papel’, un libro cuyos beneficios son íntegramen­te donados a campos de refugiados en Grecia. «Quería ir vestido como Jack Sparrow, como me conocían los niños del campo de refugiados de Idomeni», señala Berto. Este año su objetivo es conseguir donaciones para tres ONGs: Conrazones, que da servicios a familias vulnerable­s en A Guarda; #Vamosquin, un refugio de animales en Becerreá, y el proyecto de Gema Carrasco, en relación con los refugiados que llegan a las costas griegas. «Le puedo contar miles de anécdotas preciosas de un mundo bonito. Cómo niños que han roto sus huchas para aportar su dinero a ‘los niños de Grecia’. Cómo jubiladas nos han aportado 5 euros de su pensión no contributi­va para los perritos de Becerreá o cómo familias enteras hicieron donaciones en bloque para que las familias de Conrazones no pasen necesidade­s. Le podría contar muchas cosas y trataría de ablandar su corazón

pero usted no se dignó a escucharno­s, ni siquiera nos dejó traspasar las puertas del edificio del juzgado», afirma la pareja en su carta. Berto y María sólo esperan que la indignació­n y el daño causado sirvan para que aumente la repercusió­n de estas causas. «Las donaciones llegaron y siguen llegando» afirma la pareja en su carta, «que es lo verdaderam­ente importante».

Habrá cuarto intento

Volverán a intentar casarse por el Juzgado de Vigo. «Con 19 años», explica Berto, «me casé por la iglesia, me corté el pelo, me disfracé de pingüino e hicimos un convite para los invitados. Cumplí lo que todo el mundo deseaba menos mi pareja y yo. Hoy soy un hombre de 50 años que no necesita casarse para amar a la persona que ilumina mis días. Pero un proyecto solidario nos sirvió», asegura, para «hacer la boda que deseábamos». Una boda solidaria, diferente, rebelde y comprometi­da. A la cuarta, esperan, irá la vencida.

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