Nostalgia por las tiendas de barrio
La frase que más oímos últimamente entre los vecinos, entre los trabajadores de un quiosco o una tienda de ropa: «Los negocios de barrio están desapareciendo». Llevamos más de cinco años con este cambio, pero desde la pandemia se ha acelerado una tendencia: las tiendas ‘online’.
Desde el Covid-19, se han bajado todavía más persianas, que no sabemos si volverán a subirse. Librerías, bares, quioscos, ultramarinos, churrerías; esos rincones que crean un gran vacío por su cierre. Y es que los nuevos comercios que abren en su lugar parece que olvidan lo que hace un cliente fijo; el trato tan cercano de quien ha vivido toda una vida entre esas calles. Esas librerías donde cada libro tenía una historia y cada historia tenía su libro. Los bares donde el camarero sabía nuestros pedidos habituales o la tienda de gominolas que nos fiaba esos céntimos que nos faltaban para comprar los ‘chupachús’. Pasear y ver los escaparates vacíos hace que uno sienta nostalgia por un lugar que ya no reconoce como suyo.
Las historietas de toda una vida se esfuman cada vez que cierra un negocio de barrio. ¿Cómo se lo contaremos a nuestros hijos, como un hecho lejano? voluntarios, etcétera, hace tiempo que los atienden con la escasa financiación de las donaciones de personas y empresas de bien.
Los presupuestos de los ministerios de Derechos Sociales e Igualdad para este año son de 3.836 y 451 millones de euros, respectivamente. Alguna partida presupuestaria destinada a estas organizaciones sería de gran utilidad para poder satisfacer la gran demanda de alimento y techo.