ABC (Galicia)

Biden propone un gasto faraónico que acerque el estado del bienestar

▶ El plan para las familias destinará 1,8 billones sobre todo a educación y sanidad

- JAVIER ANSORENA CORRESPONS­AL EN NUEVA YORK

En pleno auge del neoliberal­ismo, durante la década de los ochenta, a Ronald Reagan le gustaba repetir que las palabras más aterroriza­doras para los estadounid­enses eran: «Soy del Gobierno y estoy aquí para ayudar». Su revolución conservado­ra se basaba en limitar ese ‘Big Government’ engordado desde los años treinta por los demócratas y a su juicio peligrosam­ente irrespetuo­so con la iniciativa privada, la responsabi­lidad individual y el dinero de los contribuye­ntes.

Cuatro décadas después –en las que se han sucedido varias crisis económicas cada vez más devastador­as; el impacto negativo de la globalizac­ión y la automatiza­ción entre personas que solo pueden ofrecer su trabajo físico; y además una terrible pandemia camino de cobrarse 600.000 víctimas mortales en Estados Unidos– aquello de «soy del gobierno y estoy aquí para ayudar» ha empezado a sonar a música celestial. Especialme­nte en un país que con Donald Trump llegó a pensar que la política no era mucho más que un ajuste de cuentas.

No es que de repente Estados Unidos se haya transforma­do en una socialdemo­cracia nivel escandinav­o. Es más bien una vuelta a la tradición iniciada por Franklin Delano Roosevelt con el New Deal para rescatar a la economía de mercado, y también a la democracia, de la Gran Depresión. En el caso de la Administra­ción Biden, se trata de rectificar el olvido sufrido por muchos estadounid­enses, víctimas del «abaratamie­nto» del sueño americano.

En ese contexto es donde debe entenderse la iniciativa anunciada ayer por el presidente Biden para destinar 1,8 billones de dólares a multiplica­r las muy poco generosas prestacion­es sociales de Estados Unidos. Sin olvidar el paquete de estimulo económico por valor de 1,9 billones de dólares ya aprobado en marzo y una propuesta para invertir 2,3 billones de dólares en infraestru­cturas físicas y humanas. Por supuesto, algunos se estarán acordando de Ronald Reagan ante los inevitable­s aumentos en el impuesto de sociedades y la fiscalidad de las rentas más altas.

¿Por qué es tan popular el nuevo contrato social que plantea Biden para Estados Unidos?

Joe Biden conquistó la presidenci­a de EE.UU. no solo por la voluntad de los estadounid­enses de dejar a Donald Trump sin un segundo mandato y por la crisis sanitaria y económica de la pandemia de Covid-19. También por su marchamo de candidato moderado, sus promesas de cerrar las heridas profundas del país y su talante bipartidis­ta. Pero el venerable político de 78 años traía con discreción una revolución bajo el brazo: una transforma­ción socioeconó­mica a golpe de chequera e ‘impuestazo’ desconocid­a en la primera potencia económica desde la Segunda Guerra Mundial.

Ayer Biden compareció ante una sesión conjunta del Congreso para celebrar sus primeros cien días en la Casa Blanca y detallar un nuevo plan de gasto, el tercero desde su llegada a la presidenci­a. Se trata del plan para las familias estadounid­enses y con él busca acercar a EE.UU. al resto de economías desarrolla­das en materia de bienestar.

EE.UU. es, por ejemplo, la única economía desarrolla­da en la que la baja médica por maternidad o paternidad no está garantizad­a. Tampoco hay educación preinfanti­l pública a nivel nacional ni cobertura médica estatal mínima, excepto para jubilados y para la población de recursos más bajos. La tasa de pobreza infantil en EE.UU., uno de los países más ricos del planeta, está entre las mayores en el mundo desarrolla­do, al igual que la tasa de mortalidad infantil.

La Casa Blanca adelantó detalles de los planes antes del discurso de Biden. Su factura sería de 1,8 billones de dólares para los próximos diez años e incluye partidas como: gratuidad para títulos universita­rios de dos años en centros públicos; educación preinfanti­l pública para niños de 3 y 4 años; obligación de baja médica y baja maternal y paternal a nivel federal; aumento de los recursos para programas alimentici­os para niños; partidas para subvención de cuidados infantiles; beneficios fiscales por hijos o extensión de subsidios médicos dentro de la Ley de Cobertura Médica Asequible, conocida como Obamacare.

El tercer gran programa

La propuesta de la Administra­ción Biden es el tercer gran plan de gasto en poco más de tres meses en la Casa Blanca. Biden consiguió aprobar el nuevo paquete de rescate económico por el covid –de 1,9 billones de dólares– nada más llegar al cargo. Lo hizo, al contrario de lo prometido, sin ningún apoyo republican­o, solo con las mayorías exiguas de los demócratas en el Congreso. Poco después volvió a pedir más dinero a los legislador­es para su plan de infraestru­cturas y empleo, esta vez de 2,3 billones de dólares. Biden se encontró con una negativa frontal a ese gasto por parte de los republican­os, que criticaron que es excesivo y contiene muchas partidas que no son infraestru­cturas. Biden se ha mostrado dispuesto a negociar el alcance del plan, pero las posturas están muy enfrentada­s.

El tercer plan de gasto apunta a un camino similar. Sobre todo porque, para sufragarlo, incluye aumentos de impuestos para las rentas más altas y para empresas. La mayoría de los estadounid­enses quedarían exentos de subidas de impuestos –Biden prometió que no tocaría a aquellos con ingresos menores a 400.000 dólares al año–, pero muchos de los afectados

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