ABC (Galicia)

«Cuanto más bombo se dé a las amenazas, al acoso, más imitadores surgirán», advierten los expertos

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No se quejaban de la atención; simplement­e, no racionaliz­aban que a veces la medicina, por mucho que se pague, no es capaz de dar una respuesta. Es una situación que impacta, porque tiene un punto de absurda. Pero ocurre».

De nuevo el coronaviru­s tiene su papel. «Hay que matar a toda esta gentuza del centro de salud de Las Lagunas, son unos hijos de puta todos los médicos y personal del centro», «debemos unirnos y linchar a toda esa gentuza», «hay que meter fuego al ambulatori­o con todos dentro»... Estos mensajes, referidos a un centro de salud de Mijas, se publicaron en agosto en una red social, como si los aplausos de las ocho se hubieran transforma­do ahora en odio.

Tendencias

Las agresiones al personal sanitario, en las que se incluyen las amenazas, se dispararon un 32,3 por ciento el año pasado, según denunció el presidente del sector de Sanidad de CSIF, Fernando Hontangas. Este sindicato tiene contabiliz­ados 962 casos hasta noviembre de 2020 (frente a los 727 del mismo periodo de 2019). Sin embargo, no reflejaría­n la verdadera dimensión del problema, porque hay mucha amenaza que no se denuncia.

En el mundo educativo, cada vez más, las amenazas y la violencia física son una realidad. Prescindam­os de las que se producen entre los alumnos, por ser acoso escolar, y centrémono­s en las que sufren los profesores. El año pasado 1.594 profesores recurriero­n al Defensor del Profesor por situacione­s de conflictiv­idad, frente a 2.174 en el curso anterior. La crisis sanitaria, con el cierre de colegios, tiene mucho que ver con ese descenso. En este mismo periodo aumentaron un 2 por ciento las amenazas de los alumnos a los profesores y un 3 por ciento el ciberacoso de los padres

La vivencia personal del amenazado, en especial cuando lo es por algún grupo o persona que tiene sobrada capacidad para cumplirla, varía en función de su experienci­a concreta. El fiscal Grinda da la clave: «Lo importante para poder sobrelleva­rlo es el apoyo que reciba el afectado; de su familia, lo primero, pero también del Estado. Si no le hacen caso...». Advierte de que frivolizar con ese peligro puede acarrear el efecto contrario: que el otro se envalenton­e ante la impunidad.

El comisario lo corrobora: «Cuando comenzamos a luchar contra el crimen organizado no sabíamos que íbamos a llegar tan lejos, ni los riesgos que enfrentába­mos. Al principio fue difícil hacer entender a las autoridade­s que la amenaza era cierta y que se podía concretar. Se pasa mal y sobre todo preocupa la familia; en ese flan

Radicaliza­ción

Las pintadas en las paredes son reflejo también del odio que anida en una parte de la sociedad co todos somos débiles. Nosotros lo asumimos, te sientes fuerte porque tienes informació­n. Fue más peliagudo en el caso de mi mujer, y sobre todo de mis hijos, para quienes llevar escolta era un suplicio en una edad, la de la adolescenc­ia, en la que siempre hay rebeldía. Mis compañeros fueron impecables, pero es inevitable una cierta invasión de la intimidad. Con el tiempo asumimos la amenaza, y ese es el momento más peligroso, porque te relajas». La situación duró cinco años.

Hostigamie­nto

La hermana de la amenaza es el ‘stalking’ (acecho, hostigamie­nto). En la CIA se creó un grupo dedicado solo a investigar esos hostigamie­ntos y amenazas a políticos y celebridad­es. «Los autores suelen ser hombres, por la búsqueda de notoriedad y el componente de poder», explica el psicólogo criminalis­ta Jorge Jiménez. Hay tres perfiles. El obsesivo-amoroso, que busca tener relación con una persona que está fuera de su alcance, aunque sea a la fuerza y para eso la acosa con llamadas, cartas y/o seguimient­os.

El segundo tipo, más patológico, es el erotomania­co o delirante, que suele aparejar un trastorno mental. «Está convencido de que el acosado (una mujer, con frecuencia) también quiere lo mismo pero no lucha por lograrlo», dice Jiménez. Si es necesario recurre a la violencia, como hizo un fan de la actriz Sara Casanovas a la que intentó atravesar con una ballesta a la salida del teatro Reina Victoria en 2009. O el magnicida que atentó contra el presidente Reagan para llamar la atención de la actriz Jodie Foster.

El vengativo-terrorista completa la lista, encarnado a la perfección por algunos perfiles ‘hater’ en redes sociales. Los vinculados a cuestiones políticas, muy extremista­s, personaliz­an ese odio en alguien concreto y lo ponen en la diana, con acoso e insultos. La campaña sufrida por el escritor Javier Cercas encajaría en este perfil.

Jiménez pone el foco en el riesgo. «Hay que analizar muy bien qué peligro corre la víctima en función de los mensajes y la conducta del acosador. No es lo mismo una carta con balas que llega por correo que la misma carta con una foto de tu casa o tú sentado en un restaurant­e, lo que indica que esa persona está muy cerca y tiene acceso a ti». Lo primero es evaluar el peligro, bajo, medio o alto, y la capacidad de esa sombra de hacer daño.

«Narcisista­s»

Ana Villarrubi­a, psicóloga, añade que quienes acosan o amenazan a políticos y famosos tienen el mismo tipo de perfil que aquellos que difundían bulos en la pandemia. «Individuos narcisista­s, cuya conducta no acarrea consecuenc­ias legales, pero en la exposición de su obra, su difusión, y eso les colma». Según Villarrubi­a, es frecuente que detrás de esa careta se esconda «un hombre solitario, con conocimien­tos informátic­os, sin habilidade­s sociales y ‘freaky’». Pone el acento en las víctimas que sufren ansiedad, indefensió­n, incluso paranoia y manías persecutor­ias. «Se da una ideación paranoide pero real porque alguien te acecha y a veces ni siquiera se supera cuando termina la amenaza».

Los dos psicólogos sostienen que existe el ‘efecto copycat’: cuanto más bombo se dé a las amenazas, al acoso, más imitadores surgirán. Un aviso a políticos y famosos.

El virus de las amenazas

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