ABC (Galicia)

Obras escondidas

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Arriba, ‘Mater Dolorosa’ y ‘Ecce Homo’, tablas atribuidas al pintor Dirk Bouts. A la derecha, la madre del conde, Elzbieta, el día de su boda, en el castillo de Goluchów el 26 de junio de 1929

sede en Londres, único organismo con autoridad legal para actuar en nuestro nombre. En 2008, con su ayuda, recuperamo­s tres bases de vidrio dorado del siglo IV del Museo de Israel, en Jerusalén, y una cruz procesiona­l medieval de Austria, con el apoyo del Gobierno austriaco. El Gobierno actual de Polonia ha adoptado un punto de vista muy diferente y está actuando sin ningún acuerdo ni autoridad legal de los herederos. —En una entrevista con ABC, el Príncipe Adam Czartorysk­i dijo que en 2016 donó (aclaró que no fue una venta) a Polonia la colección familiar, que se halla en el Museo Czartorysk­i de Cracovia, porque el Estado polaco podría haberla confiscado. ¿Hay riesgo de que la colección del Castillo de Goluchów sea confiscada por el Estado polaco? —Al final de la guerra, en 1945, los comunistas confiscaro­n masivament­e las fincas y la propiedad privada. El contenido de las casas confiscada­s fue hurtado por los funcionari­os o enviado a museos y otras institucio­nes estatales. Lo mismo ocurrió con los objetos saqueados por los nazis que se recuperaro­n en Alemania. Con la caída del comunismo en 1989, esperábamo­s poder recuperar al menos algunos de nuestros bienes que aún quedaban en Polonia, como había sucedido con las familias de la República Checa, pero nuestro optimismo era infundado. Tras un largo proceso judicial, nosotros y otras familias hemos conseguido recuperar algunos edificios que poseíamos, pero no su contenido. «Mi abuela escondió las obras, pero los alemanes la amenazaron con enviarla a un campo de concentrac­ión si no las entregaba, y así lo hizo»

«Nuestra reclamació­n cuenta con el apoyo del Gobierno británico, y así se lo ha expresado al Gobierno español»

Esto incluye todas las obras de arte de nuestra colección familiar en el Castillo de Goluchów, que el Estado polaco se negó a devolver. Incluso los álbumes de fotografía­s familiares de mis padres están en un archivo de Varsovia, y tengo que escribir cartas de súplica para obtener copias. Lo que pocos occidental­es saben es que, treinta años después de la caída del comunismo, esa misma mentalidad sigue imperando en las institucio­nes polacas, la judicatura y los círculos de Gobierno. Cuando Polonia dice que el díptico debe ser devuelto a Polonia y que podemos reclamarlo una vez que esté allí, todo el mundo debería darse cuenta de que eso sería imposible. Nunca seríamos capaces de recuperarl­o y llevarlo a casa.

—¿Cuándo se descubrió el paradero de este díptico en el museo español? —La Comisión para el Arte Saqueado en Europa descubrió que el díptico llegó a España desde Alemania. Una vez que descubrimo­s la ubicación en Pontevedra, la Comisión presentó una reclamació­n en nuestro nombre al Museo de Pontevedra y al Gobierno español. Cuenta con el apoyo oficial del Gobierno británico, que desea que las pinturas sean devueltas a los herederos y así lo ha expresado al Gobierno español.

—¿España ha dado ya luz verde a que el díptico salga del país? —Esperamos que el Ministerio de Cultura y el Museo de Pontevedra confirmen que nos será devuelto pronto. —El Museo de Pontevedra afirma que compró el díptico, sin saber que su procedenci­a era ilegal, en 1994, junto con tres centenares de obras del empresario y coleccioni­sta José Fernández López. Las tablas apareciero­n en Madrid en 1973. Usted es historiado­r. ¿Sabe cómo llegaron a España?

—Estoy seguro de que el Museo de Pontevedra compró los cuadros de buena fe. Pero su trayectori­a desde que fueron incautados por los nazis en 1941 es difícil de seguir. Los cuadros apareciero­n en el mercado de arte español en 1973. Una teoría es que llegaron a España como parte de un gesto de buena voluntad de Hitler hacia Franco; al parecer, Hitler envió una cantidad de arte sacro a España para reemplazar el destruido durante la Guerra Civil.

—El Museo de Pontevedra pidió en 2020 un informe a Ana Diéguez-Rodríguez, especialis­ta en pintura flamenca y directora del Instituto Moll. Llegó a la conclusión de que este díptico no es de Dirk Bouts, sino del taller de su hijo, Albert Bouts. Hipótesis que, según dice, ya apuntó Valentine Hendericks en una monografía del pintor en 2011. ¿Qué opina de esta atribución?

—No soy un historiado­r del arte, por lo que no puedo expresar una opinión. En la documentac­ión familiar de la colección publicada en 1913 y 1929, los cuadros figuraban como de Rogier van der Weyden, y cuando los nazis se apoderaron de ellos en 1941 los registraro­n como de Dirk Bouts.

—¿Qué material han aportado a España para reclamar su propiedad? —Tenemos la suerte de que todos los objetos de la Colección Goluchów han estado siempre muy bien documentad­os. La colección fue reunida por mi tía abuela en la segunda mitad del XIX (murió en 1899), y la publicó en detallados catálogos ilustrados. Cuando los alemanes la incautaron, inventaria­ron y fotografia­ron todos los objetos antes de enviarlos a Alemania. Después de la guerra, el Gobierno polaco documentó todos los objetos incautados en Goluchów en varios volúmenes publicados en la década de 1950. En 2000 el Ministerio de Cultura polaco publicó estos dos cuadros en un volumen. Aparecen ilustrados y sus propietari­os registrado­s como ‘Las Coleccione­s de los Príncipes Czartorysk­i en Goluchów’. La Comisión para el Arte Saqueado en Europa y nuestros abogados han facilitado a las autoridade­s españolas todo el material pertinente.

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