ABC (Galicia)

CON PERMISO

Madrid, en marcha. Más libre para gestionar sus cambios e implementa­r sus medidas con sentido de Estado. Otros, que cierren al salir

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acabó lo que se daba y empieza lo que se debe. A ver si somos capaces –bueno, son, que ni a mí ni a ustedes nos pagan por ello y a otros sí les pagamos todos y parece que se les olvida– de dejar el politiqueo y las «campañas de bulos, bilis y balas» –tomo la genial frase prestada al compañero Miquel Giménez, oída ayer en COPE– que tanto ha dañado al bienestar del país y a la convivenci­a de millones de españoles que no tienen por qué traerse al momento actual rencillas y odios pasados que ya no tienen sentido alguno, y ponerse manos a la obra de una vez por todas. Ahora toca de verdad, entre miles de cosas más, tener un presupuest­o con el que seguir avanzando y dejar atrás lo antes posible las secuelas económicas –sanitarias, por supuesto también– del Covid-19. Al menos, a día de hoy y ya, en Madrid. Después, a ver si logramos transpolar la situación

S Eal resto del país. Pero hoy por hoy, de momento pues, la ‘requeteafi­rmada’ presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, comenzará ya con sus primeras medidas: bajadas de impuestos, liberaliza­ción económica, reducción de trabas administra­tivas, ayudas a pymes y autónomos y reducción de altos cargos y miembros de su gabinete. En línea absolutame­nte contraria con el Gobierno de la nación, donde todo parece una película, ‘La gran mentira’. Porque han convertido la mentira en una forma de vida política. Y ahí cabe todo. Cualquier argumento y el contrario encajan como dos piezas de puzle y nadie dice nada. Solo necesitan un medio dispuesto a trasladar su mensaje, sin filtros, sin preguntas. pero ¡ojo! que ahí vendrá la siguiente estación del vía crucis: retorcerán el hilo mediático cuanto sea necesario para que de aquí a las elecciones generales sólo haya una verdad predicada; la suya. Y, por supuesto, sin preguntas. ¡Evitémoslo! Porque... ¿quién filtró que se iba a terminar con la declaració­n conjunta en el IRPF de los matrimonio­s, que afectaría sobre todo a jubilados y divorciada­s con la custodia de los hijos? (por cierto, desvelado por ABC). En La Moncloa sepan que siguen de cerca a Podemos. Y prefieren no saber la verdad. Eso sería tanto como averiguar que su Gobierno de coalición se ha ido ya por el mismo desagüe, con perdón, que Pablo Iglesias. Al parecer, fue todo una errata. Nos toma por pánfilos este gabinete de impostores.

Sin embargo... Madrid ya está en marcha. Es más libre para gestionar sus cambios, implementa­r sus medidas programáti­cas y con más facilidad bajo acuerdos mínimos. Pero no le sobra ni un día. A Díaz Ayuso le han llamado de todo, lila y lela e incluso capaces de llamarle ‘lerele’. Y está de presidenta. Ladran luego cabalgamos. Que cierren al salir.

OS terremotos económicos generan una onda expansiva que sacude también la política. La crisis del 29 provocó el ascenso de los credos totalitari­os de los años treinta: comunismo, nazismo y fascismo. Pero como decía Marx, la historia se repite, primero como tragedia y después como farsa. Así que la resaca del batacazo financiero de 2008 abonó el florecimie­nto de nuevos partidos milagreros, con soluciones para todo que cabían en media cara de un palillo. En España fueron Podemos, desde la extrema izquierda populista, y Ciudadanos, desde un presunto centro altivo e incólume, que miccionaba agua de colonia. Ambos tenían razón cuando reclamaban una regeneraci­ón, pues los dos partidos hegemónico­s, PP y PSOE, estaban enfangados en bochornoso­s casos de corrupción. Pero incurriero­n en la quimera de pregonar que con ellos nacía un nuevo ser humano, seráfico y desinteres­ado, que convertirí­a la política en un edén virtuoso engalanado de recetas infalibles. Además, con la llamada ‘Nueva Política’ surgía la efebocraci­a. Todo político cercano a los cincuenta tacos era considerad­o un carcamal obsoleto –y probableme­nte corruptill­o–, que debía aprender de las lecciones de Pablito y Riverita, unos fuera de serie (aunque no hubiesen demostrado todavía nada).

Ciudadanos fue un intento del poder financiero catalán de exportar al resto de España su presunto ‘seny’. Un planteamie­nto muy original, toda vez que Cataluña era precisamen­te el perfecto ejemplo de frenopátic­o político. Podemos fue un partido neocomunis­ta, financiado en los peores pesebres del orbe, que ofertaba una esperanza a personas legítimame­nte indignadas al ver que la crisis los estaba dejando atrás. Nada sienta mejor a los partidos vendedores de crecepelo que divagar instalados en la expectativ­a y el eslogan. Cuando les toca aterrizar en la realidad, pasar de los sofismas a dar trigo, comienzan los problemas (por eso Vox se resiste astutament­e a tocar poder). Ciudadanos resultó un partido veleta. El 24 de febrero de 2016, Rivera firmó un pomposo acuerdo en el Congreso para investir presidente a Sánchez (que tenía 90 escaños, 33 menos que Rajoy, que había ganado las últimas elecciones). Pero dos años y medio después, Rivera se había convertido en el más duro opositor a Sánchez, al que tachaba de okupa’ En cuanto a Podemos, enseguida se notó que era una muchachada doctrinari­a a la que gobernar le quedaba largo: recital de incompeten­cia en los ayuntamien­tos y luego inoperanci­a y abulia en el Gobierno, donde el vicepresid­ente-florero Iglesias ni siquiera se molestó en disimular su gandulería.

La gloriosa ‘Nueva Política’ ha durado siete años. Los presupuest­os, que solían aprobarse en plazo, comenzaron a retrasarse. Los gobiernos se volvieron débiles e inestables. La retórica tuitera sustituyó a la conversaci­ón sobre los hechos económicos. El Congreso se convirtió en un circo. Pero el globo ha pinchado. Iglesias será el nuevo Jorge Javier de Roures, y Arrimadas se enroca en un candoroso y fútil intento de flotar sobre el vacío. Este cuento se acabó. El último en salir que apague la luz.

La ‘Nueva Política’ ha durado siete años y no ha arreglado nada

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