PAZGUATO Y FINO
El pasado 13 de marzo, en estas mismas páginas, decíamos muchas cosas respecto al horizonte electoral de Madrid y sus posibles consecuencias. Entre otras, que se empezaba a configurar una nueva familia dentro del PP nacional, donde van a tener que convivir corrientes tan aparentemente divergentes como las que representan Ayuso y Feijóo. En esta campaña madrileña, Casado acertó al ubicarse entre uno y otro, en una suerte de equilibrio perpetuo entre agitación y moderación. Ayuso inaugura el ‘regionalpopulismo’, pero a partir de un conocimiento claro —bien de ella, bien de sus asesores— de la sociología madrileña. Ese es su gran acierto de partida: si sabes quién y cómo vota puedes configurar tu oferta.
El equilibrio que va a tener que practicar Casado debe llevarle a una conclusión fácil: la campaña de Madrid habría supuesto un fracaso estrepitoso en Galicia. Es decir, la polarización extrema que ha funcionado a la perfección en la región capitalina habría sido, con total seguridad, un batacazo para un PPdeG que se encuentra mucho más cómodo en el discurso templado: más gestión, menos ideología.
Baste repasar las tres últimas convocatorias autonómicas para extraer esta conclusión. Solo hubo una excepción, aquel lejano 2009 donde el PP desde la oposición necesitó agitar el avispero para que algo cambiara. Y le funcionó. Desde entonces, buenas dosis de sordina y un candidato —Feijóo— practicando regionalismo moderado los días pares, sentido institucional los impares. Lo que viene siendo la centralidad, acertada si desde uno y otro extremo del espectro político —BNG y Vox— te tachan de radical españolista o nacionalista. En sentido inverso cabría preguntarse si las formas y el fondo de Núñez Feijóo funcionarían en Madrid como sin duda lo hacen en Galicia. Y probablemente la respuesta sería desfavorable.
Más allá del tono encrespado, tampoco parece probable que el fondo del discurso madrileño encuentre fácil acomodo en Galicia, en parte porque esta Comunidad no ha sido objeto de asedio por parte del Gobierno o, mejor dicho, del inquilino de La Moncloa. El mensaje de la resistencia frente a los ataques de Sánchez y sus ministros cala en Madrid porque se tiene esa sensación de hostigamiento, sin duda por la trascendencia política de la ficha madrileña en el tablero. Para bien o para mal, esta esquina del noroeste adolece de esa trascendencia. Lo que pase aquí no tiene ecos en la Carrera de San Jerónimo. La pequeña Baviera