ABC (Galicia)

La euforia creativa que siguió a la pandemia de 1918

El Museo Guggenheim de Bilbao revisa en una muestra la liberación que surgió después del trauma de la I Guerra Mundial y la gripe española

- NATIVIDAD PULIDO

BILBAO

Los locos (también llamados felices y dorados) años veinte evocan una época fascinante, desenfrena­da, excitante, caracteriz­ada por la alegría de vivir, una explosión de creativida­d, liberación y pulsión sexual, la emancipaci­ón de la mujer, nuevas formas de ocio, la producción en cadena... Fue una respuesta al trauma de la I Guerra Mundial, la crisis económica de la posguerra y la pandemia de 1918 (llamada la gripe española). Aunque el proyecto del Museo Guggenheim de Bilbao se gestó hace ya tiempo, adquiere hoy una gran pertinenci­a. Un siglo después, los años veinte arrancan de nuevo con una pandemia y una grave crisis económica. Quién sabe si habrá otros locos, felices y dorados años veinte en el XXI. Aunque, visto cómo acabó aquella década prodigiosa (la caída de Wall Street, el crack financiero, la gran depresión), mejor que la historia no se repita.

Organizada por el Museo Guggenheim de Bilbao y la Kunsthaus de Zúrich, donde ya la muestra se vio antes, ‘Los locos años veinte’ revisa, sin clichés y hasta el 19 de septiembre, este periodo a través de tres centenares de obras (pintura, escultura, dibujo, fotografía, cine, arquitectu­ra, mobiliario, moda). Gran parte de los préstamos proceden del museo suizo. Uno de los alicientes de la exposición, comisariad­a por Cathérine Hug y Petra Joos y patrocinad­a por BBK, es que firma la escenograf­ía Calixto Bieito, director artístico del Teatro Arriaga de Bilbao y director residente del Teatro de Basilea. Es un gran conocedor de esta época. «Los años veinte han influido muchísimo en mi trabajo en teatro y en ópera, que tiene siempre esta cosa desgarrada, a contraluz, este claroscuro expresioni­sta que está en los años veinte. Combinan brutalidad, neurosis y belleza. Mi trabajo está muy influido por las pinturas rupestres, el Barroco y este periodo del siglo XX, donde todo es posible. Aprovechem­os la experienci­a de los locos años veinte para confiar en la libertad creativa y no caer en los errores que sumieron al mundo en una de sus mayores catástrofe­s. Que nuestros años veinte del siglo XXI no se conviertan en Infinite Jest (la broma infinita)».

Este viaje por los locos, felices y dorados ‘Maika’ (1929), de Christian Schad años veinte solo tiene paradas en cuatro ciudades europeas: París, Berlín, Viena y Zúrich. Ni rastro de alguna ciudad española. El recorrido queda dividido en siete ámbitos (cada uno con un color distintivo en sus paredes). El trauma de la I Guerra Mundial con el que arranca la muestra está presente en obras de George Grosz, Otto Dix... Destaca especialme­nte ‘Abre los ojos’ (2010), del artista francoarge­lino Kader Attia. Cedida por el MoMA, y que ya estuvo presente en la Documenta de Kassel, esta durísima obra muestra a los mutilados en la I Guerra Mundial, cuyos rostros desfigurad­os intentaron reconstrui­r cirujanos plásticos como gesto de reparación.

Nacen las ‘flappers’

Los locos años veinte cambiaron por completo el aspecto de la sociedad. Los hombres se afeitan la barba, llevan el pelo engominado, cambian el bombín por el sombrero de copa, visten de manera más informal. Nace una nueva mujer, llamada ‘garçonne’ o ‘flapper’, que fuma, consume cosméticos, se hace la cirugía estética, se corta el pelo a lo garçon (moda que debemos a Antoine, un emigrante polaco que abrió un salón en París, decorado con pinturas de Picasso y Modigliani), luce vestidos sin talle y con el largo por la rodilla... Como decía Lucien Lelong, «la mujer moderna se ha convertido en arquitecta de su propia figura». La mujer se libera, también sexualment­e. En 1922 Victor Margeritte publica ‘La Garçonne’ (La garzona), con ilustracio­nes de Kees van Dongen, que se convierte en un ‘best seller’. Una pequeña sala de la muestra dedicada al erotismo evoca un gabinete privado, donde se proyectan fragmentos de películas que abordan el amor gay y donde Josephine Baker muestra su cuerpo desnudo sin pudor.

En los clubes nocturnos de las ciudades suena el jazz («prohibido en todas las dictaduras europeas», advierte Calixto Bieito), bailan el charlestón y el foxtrot... El Cabaret Voltaire de Zúrich (donde nació el Dadá) y el Schall und Rauch (Ruido y humo), cabaret literario fundado en 1919 por Max Reinhardt en Berlín, son los templos de la modernidad. Un espacio del Guggenheim bilbaíno se convierte en una gran sala con zona de baile, proyeccion­es sobre las mesas, un monumental muro en la pared con frases de Colette, Breton, Duchamp, Virginia Woolf, Chagall... y una performanc­e

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CHRISTIAN SCHAD STIFTUNG, VEGAP

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