ABC (Galicia)

Esprint final en el caso Déborah

- PATRICIA ABET SANTIAGO

osa, hermana de Déborah Fernández y motor de la búsqueda del asesino de la joven viguesa, lo tiene claro: «Ella me ayuda todos los días desde arriba para que se haga justicia». Cumplidos diecinueve años de la desaparici­ón de la veinteañer­a y a solo un año de que el crimen prescriba, la familia encara un mes crucial en el caso. El próximo día 18 se procederá a la exhumación del cuerpo de Déborah por petición de la acusación particular, que entiende esta prueba fundamenta­l a la hora de confirmar que la joven se enfrentó a su agresor, tal y como señala el informe de un reputado forense que asegura que la muerte no fue natural y que la chica se defendió cuando alguien la asfixió colocándos­e sobre ella y presionand­o su tórax.

De ser así, podría haber restos del ADN del agresor bajo las uñas del cadáver, un detalle que no fue revisado en el momento del hallazgo del cuerpo. «Es sorprenden­te que en su momento no se tomaran muestras para su análisis», clama Rosa a pocos días de que se produzca una exhumación en la que también se pretenden hallar restos de agresión que sufrió, «que pudiesen pasar desapercib­idos en la primera autopsia y, por supuesto, analizar cuantos vestigios puedan ser de interés científico, antropológ­ico o criminalís­tica».

Prudente, la hermana de Déborah

Rprefiere no adelantars­e a los hechos, pero no descarta que sea el cuerpo de la víctima el que esconda, a la postre, los secretos de su muerte. «Era una mujer de armas tomar, y estoy segura de que se defendió, y el forense nos lo dice, que tiene lesiones de haberse enfrentado», revela en una conversaci­ón con ABC. El mismo día que la comitiva judicial y los forenses acudirán al panteón de la familia Fernández para trasladar los restos de la joven al Imelga, donde serán analizados, la compañía Lazarus Technology recogerá el ordenador de mesa de Déborah para su volcado. Lo harán después de meses de insistenci­a por parte de la familia, que siempre ha querido que se encargasen de este trabajo los mismos expertos que accedieron al móvil de Diana Quer, tras conocer que la Guardia Civil fue incapaz de acceder al disco duro para indagar en su contenido y rescatar, por ejemplo, las últimas conversaci­ones que mantuvo o los últimos correos que recibió.

Sabedores de la carrera contrarrel­oj en la que están inmersos, y de que transcurri­das casi dos décadas del crimen el tiempo es su peor enemigo, la familia de la viguesa no contempla tirar la toalla. «Ahora vamos a apretar porque ya estamos hartos. Recibimos la noticia de la exhumación con la esperanza de que este duro proceso pueda cerrar el círculo sobre la persona o personas que intervinie­ron en la desaparici­ón, muerte y posterior manipulaci­ón y traslado del cuerpo de Déborah. Será un trámite muy difícil pero

Ese día el cuerpo de la viguesa será trasladado al Imelga para su inspección. Y, de forma paralela, se iniciará el volcado de su ordenador, al que no se ha podido acceder hasta ahora entendemos que debemos afrontarlo con entereza y resignació­n. Estamos esperanzad­os de que sea la propia Déborah la que tenga la solución a todo este calvario. Usaremos hasta la última pista para intentar saber la verdad y el que el causante de tanto dolor pague por ello», suscribe su hermana rememorand­o un calvario judicial que hizo pasar el caso de mano en mano por hasta siete jueces distintos y tres fiscales, además de varios equipos de investigad­ores de la Policía Nacional que en algunos casos contribuye­ron a este letargo.

Olvidos inexplicab­les

Con los días contados para presentar pruebas contundent­es, la acusación particular también señala como determinan­tes las declaracio­nes de los cuatro testigos del caso que fueron llamados hace unos días por la juez, previa petición de la familia al TSXG, por las contradicc­iones en las que habían incurrido en el pasado. Todos pertenecen al entorno del principal sospechoso en la investigac­ión, expareja de Déborah, y todos hicieron gala de una mala memoria al respecto de lo que había ocurrido en los días previos y posteriore­s al hallazgo del cuerpo que hace sospechar a los abogados de la familia. Entre ellos está uno de los primeros agentes encargados del caso que, pese a la repercusió­n que tuvo la muerte en la ciudad, no guarda casi recuerdos de los primeros compases de la investigac­ión ni de los pasos que se dieron para aclarar el suceso.

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