Huyendo de la extorsión de la mara y a merced del narco
Una noche, cuando dormía en el suelo de una casa abandonada junto a sus hijos de ocho y cinco años, en medio de su largo periplo a la frontera de EE.UU., Nancy Tatiana González, de 23 años, vio como uno de los polleros a los que había pagado 20.000 quetzales (2.000 euros) para hacer el cruce se llevaba a tres personas del grupo a la fuerza. «Vosotros, conmigo», les dijo. Desaparecieron y nada supieron de esos compañeros de viaje desde entonces.
Nancy Tatiana vivió el resto del viaje aterrada, sin saber si ella, su marido o sus hijos correrían la misma suerte, vendidos al narco o a quien fuera en México. Ella durmió poco hasta que se entregó en la frontera el 15 de abril y fue deportada inmediatamente, sin miramientos.
Esta familia había huido de Guatemala porque la mara les había comenzado a extorsionar. Tenían un
Nancy Tatiana González, de 23 años, y su hija Chetly, de ocho puesto de tomate y cebolla en la calle, y les pedían 1.000 quetzales (unos 100 euros) al mes. «Si no pagábamos, que no podíamos hacerlo porque apenas podíamos vivir, nos mataban a los niños», dice mientras abraza a la mayor, Chetly. El pequeño, Edgar, tiene asma, y no recibe el tratamiento adecuado. Ella espera poder darles a los dos pequeños una vida mejor en EE.UU.
«Lo peor ha sido las veces que se nos han acercado los polleros para pedirnos dinero para llevar a los niños solos, que dicen que ellos sí se quedan, y que después pueden hacer que nos pasen a nosotros», dice en el albergue de Ciudad Juárez en el que duerme la familia a la espera de noticias sobre su petición de asilo desde el otro lado de la frontera.