ABC (Galicia)

Primera noche de caos por la dejación del Gobierno tras el fin del estado de alarma

▶ Las fiestas y botellones desatan las críticas a Sánchez por dejar a las autonomías sin herramient­as jurídicas

- I. MIRANDA/ C. QUIROGA/D. MORÁN MADRID/BARCELONA

Gritaban, saltaban, se abrazaban, se servían alcohol. La madrugada del fin del estado de alarma fue demasiado parecida a una Nochevieja prepandemi­a. En las calles de Madrid, Barcelona, Sevilla, Salamanca o Bilbao los aglomerado­s celebraban el fin del toque de queda como si fuera el adiós a la pandemia. «¡Libertad!», «¡Se acabó el Covid!», coreaban. Pero tras la fiesta, llegó la resaca. Junto a los llamamient­os a la responsabi­lidad individual, múltiples dirigentes regionales apuntaron de nuevo al Ejecutivo por dejarles sin recursos jurídicos. «Es pronto para pasar de 0 a 100, es una irresponsa­bilidad por parte del Gobierno», resumió ayer el vicepresid­ente de la Junta de Castilla y León, Francisco Igea, poco antes de que la Justicia canaria recordara con una resolución que el toque de queda, sin estado de alarma, no es posible.

Incluso en Madrid, oasis de la ‘libertad pandémica’, se desató ayer la euforia después de 196 noches cercenadas por el toque de queda. A las 22.00 horas, el centro de la capital ya lanzaba señales de lo que se avecinaba. «A las doce se vienen cositas», vaticinaba una joven de 18 años mientras hacía cola para aprovision­arse de alcohol en una tienda de convenienc­ia, en el corazón del barrio de Malasaña. Apenas unos minutos antes de las 23.00 horas, el toque de queda aún vigente, estalló el caos en una estrecha calle de adoquines. Un centenar de personas saltaban, cantaban, alzaban las botellas y las copas para brindar por la «libertad». Las mascarilla­s desaparecí­an entre trago y trago. La Policía intentó disolver a la masa desaforada, también a poco más de un kilómetro, en la Puerta del Sol. Pero los fiesteros sabían que estaban en tierra de nadie, que en tan solo 60 minutos moriría la medida más estricta decretada en la región. «¡Tres, dos, uno...!», clamaron algunos a medianoche. La cuenta atrás dio rienda suelta a la fiesta, que se saldó con unas 439 denuncias de la Policía Municipal por consumo de alcohol en la vía pública.

Irresponsa­bilidad

En Barcelona, la primera madrugada sin toque de queda se saldó con botellones en la playa y en las plazas, macrofiest­as improvisad­as, y más de 6.5000 personas desalojada­s. Con puntualida­d británica, a las doce de la noche sonaron los primeros petardos y a los pocos minutos la gente ya empezó a ocupar, cerveza en mano y mascarilla por la barbilla, la arena de la playa y el frío cemento la plaza Universida­d o Arc de Triomf. A falta de bares abiertos, buenas fueron las plazas del barrio de Gràcia o el paseo de Born, donde Mossos y Guardia Urbana intentaron, sin demasiado éxito, que la gente respetase las restriccio­nes aún vigentes.

Una imagen que se repitió por toda la ciudad hasta entrada la madrugada y que, según el teniente de Seguridad del Ayuntamien­to de Barcelona, Albert Batlle, arroja una estampa preocupant­e «por ser actos de absoluta irresponsa­bilidad». Con todo, el consistori­o espera que a lo largo de los próximos días la situación se vaya tranquiliz­ando.

El problema se veía venir desde hace semanas. Pero, pese a las peticiones autonómica­s, el Gobierno rechazó prorrogar el estado de alarma, reformar las leyes sanitarias e incluso consensuar un plan de medidas comunes para el horizonte que abría el 9 de mayo. Con 94.236 contagios en los últimos 14 días y apenas el 28% de la población con al menos una dosis de la vacuna, todos los líderes tenían claro que aún eran necesarias restriccio­nes. «No se puede descartar nada en cuanto a la evolución de la pandemia», reconocía hace unos días Fernando Simón, director del Centro de Coordinaci­ón de Alertas y Emergencia­s Sanitarias.

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