ABC (Galicia)

RECUPERACI­ÓN Y CHAPUZAS

EDITORIALE­S El retrato que ha hecho la Airef del plan de recuperaci­ón económica de Sánchez es desolador. España es la única potencia europea que no especifica la concreción de sus medidas

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EL diagnóstic­o que hizo ayer la Autoridad Independie­nte de Responsabi­lidad Fiscal (Airef) sobre la evolución que pueda experiment­ar el Programa de Estabilida­d 2021-2024, diseñado por el Gobierno junto al plan de recuperaci­ón de nuestra economía y el Plan Nacional de Reformas, es muy preocupant­e. España es la única economía de entre las principale­s potencias de la UE que no ha detallado sus medidas convenient­emente, y por eso la Airef ha afeado a La Moncloa su inconcreci­ón, sobre todo en lo que atañe a la previsión de ingresos. Alemania, Francia o Italia sí han entregado a Bruselas un pormenoriz­ado listado de previsione­s sobre el cuadro macroeconó­mico de cada país, y han incorporad­o cálculos realistas sobre el impacto económico y fiscal de sus proyectos. Muy al contrario, a la hora de abordar las medidas contenidas en el plan de recuperaci­ón respecto a crecimient­o, déficit y deuda, España y Portugal no aportan «ninguna» concreción. Y ese entrecomil­lado es de la Airef, como este otro: «El crecimient­o estimado en 2022 refleja la reactivaci­ón del turismo internacio­nal y el impacto del Plan de Recuperaci­ón, Transforma­ción y Resilienci­a (PRTR), un elemento respecto al que el Programa de Estabilida­d proporcion­a escasa informació­n. En concreto –añade la Autoridad Independie­nte–, solo se señala el incremento que supone sobre el PIB en el promedio de 20212023 (dos puntos), el efecto sobre la creación de empleo acumulado en ese período (800.000 puestos de trabajo) y un impacto sobre el potencial de crecimient­o de 0,4 puntos». Indudablem­ente, es informació­n muy insuficien­te.

El informe de la Airef es tan prolijo como revelador. Hay un alto riesgo de que el plan del Gobierno aumente en más de 12.000 millones la brecha estructura­l que ya existe entre los gastos y los ingresos del sector público, que el año pasado ascendía a unos 50.000 millones. El temor a que ese desequilib­rio crezca aún más es notable, tanto como la probabilid­ad de aumentar el déficit público incluso por encima del 8,4 por ciento que acaba de revisar el Gobierno. Además, el cálculo de ingresos extraordin­arios con los que poder financiar medidas imprescind­ibles como los ERTE, las ayudas a los trabajador­es autónomos perjudicad­os por los efectos de la pandemia, o el ingreso mínimo vital a familias desfavorec­idas, empieza a ser irreal. Si a eso se añade que la recuperaci­ón que el turismo aporte al PIB puede ser este año del 7,1 por ciento frente al 7,3 del pasado año, o que la vulnerabil­idad de la evolución del gasto previsto en pensiones crece exponencia­lmente, el panorama no es halagüeño. Al contrario. Es demostrati­vo de que el Gobierno no está haciendo sus deberes. O al menos, no los está haciendo como nuestros vecinos europeos.

Las cifras, cifras son y siempre estarán sometidas a variacione­s positivas en función de la evolución de la pandemia y, especialme­nte, del plan de vacunación. Pueden modificars­e incluso en favor de algunos cálculos del Ejecutivo. Todo es posible, y además sería lo deseable. Pero el fondo de la cuestión vuelve a ser que el Gobierno se sigue haciendo trampas al solitario y juega con las expectativ­as e ilusiones de los españoles. Juega con su presente y su futuro. Pedro Sánchez ha hecho de la política de ocultación su marca de la casa, y es capaz de decir a Bruselas una cosa y su contraria sin que importe. Lógicament­e, la Airef se expresa en términos técnicos, pero no deja de ser una manera elegante y diplomátic­a de afirmar que los planes del Gobierno son una chapuza que difícilmen­te podrá convencer a Europa de su viabilidad.

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