POSTALES
Nadie quiere hacerse responsable de confinamientos, y si la democracia es responsabilidad individual y colectiva, estamos en la antesala de un lío a distintos niveles
IMAGINO a los colegas de Deportes echándose las manos a la cabeza al verme invadir su terreno. «¡Pero este Carrascal ha perdido el oremus! Meterse a escribir nada menos que de penaltis, tal como está el patio, que ni siquiera los árbitros se ponen de acuerdo!». No se preocupen, que no intento hacerme un hueco en su hacienda y, menos, sentar cátedra en ella. Sencillamente, el baile de penaltis en el último Madrid-Sevilla me ha parecido sintomático de nuestra política, donde el dislate está a la orden del día y ocurren las cosas más disparatadas. ¿Qué me dicen ustedes de enviar un día a Bruselas los cientos de folios que abarca nuestra solicitud de fondos europeos, para advertir al día siguiente que la eliminación de la rebaja en la declaración conjunta de los cónyuges fue una errata, por lo que no lo tengan en cuenta? O de las contradicciones en que caen las ministras de Economía y de Hacienda sobre nuevos impuestos y entrada en vigor de los mismos. Aunque eso no es nada comparado con el final del estado de alarma ‘a capón’, es decir, sin prever un aterrizaje seguro, lo que convirtió la noche del sábado al domingo en un botellón nacional, de consecuencias imprevisibles. El Gobierno central repite que las autonomías tienen instrumentos suficientes para impedir que el virus se propague. Y si tienen dudas, que consulten a sus Tribunales Superiores de Justicia. Pero algunos de estos responden que no están para legislar, que corresponde al ejecutivo y legislativo, con lo que la confusión crece. Está visto que nadie quiere hacerse responsable de confinamientos, y si la democracia es, ante todo y sobre todo, responsabilidad individual y colectiva, estamos en la antesala de un lío a distintos niveles, que sólo puede conducir a un caos general.
Los penaltis del sábado se incluyen en tal abdicación de responsabilidades. Si la mano de Militao dentro del área madridista no fue detectada por los jueces de línea ni por el árbitro, que permitió seguir la jugada hasta que Benzema fue derribado en el área sevillana, pitándose penalti, este segundo era producto de una jugada legal hasta entonces y, como tal, válido. Todo lo más, podían eliminarse ambos, al ser fruto de una falta no pitada. Pero en el fútbol el árbitro es juez supremo y lo que dice va a misa o al marcador. La primera consecuencia es que aquello que se nos decía, que el VAR iba a acabar con todas las polémicas e injusticias en ese deporte, era un cuento.
Como tantos otros. «Cuantas más leyes, menos justicia», reza un dicho anglosajón. Y mientras ocurra en el fútbol, menos mal, pero de extenderse a la política, el daño puede ser aún mayor que el de un virus.