ABC (Galicia)

Alarma en el Gobierno ante el efecto en sus planes de otros comicios catalanes

▶Crece en el Ejecutivo la sensación de que la repetición electoral es factible y se reconoce que su agenda catalana va con retraso y las alianzas sufrirían

- VÍCTOR R. ALMIRÓN/ÀLEX GUBERN MADRID/BARCELONA

a posibilida­d de que la inestabili­dad catalana se enquiste y conduzca a una repetición electoral empieza a verse como una posibilida­d real en distintos estamentos del Gobierno. Una eventualid­ad que no cuadra con los planes de Sánchez. Su portavoz, María Jesús Montero, verbalizó ayer la preferenci­a del Ejecutivo al señalar que es «absolutame­nte prioritari­o» que Cataluña pueda conformar un nuevo gabinete y «que no haya que volver a preguntar a los ciudadanos sus preferenci­as y apetencias». En cierta forma el Gobierno trata de empujar el acuerdo trasladand­o que con esta interinida­d «se está produciend­o un retraso sobre la hoja de ruta prevista para normalizar la situación del conflicto en Cataluña».

Fuentes gubernamen­tales confían en que haya «capacidad de entendimie­nto» y se evite la repetición electoral. El riesgo es real. Un alto cargo del Ejecutivo con buena informació­n sobre la situación en Cataluña ve el escenario electoral como la principal posibilida­d.

Otro miembro de la dirección socialista cree que ya se ha llegado a un punto en el que «no podemos descartar nada, y nada es nada». Otro integrante del Consejo de ministros reconoce que la situación «no pinta nada bien». Mientras que otro integrante del gabinete cree que «en el último momento llegarán a un acuerdo».

Pese a que las perspectiv­as que tienen respecto al resultado del PSC son positivas, se reconoce que difícilmen­te unas nuevas elecciones cambiarían el panorama. «Es volver a la casilla de salida», reconoce un miembro del Ejecutivo. Se volverían a repartir las cartas. Para el Gobierno es importante que el liderazgo en el independen­tismo lo ejerza ERC y no Junts. Nada garantiza que unos nuevos comicios no alteren ese equilibrio.

El Gobierno quiere pasar página del

Lmal resultado que las urnas madrileñas han arrojado para la coalición. Y vincular ese día después de los comicios con el inicio de una nueva etapa de dos años y medio hasta que finalice la legislatur­a. Con el adiós de Pablo Iglesias y su sustitució­n por Yolanda Díaz el Gobierno se afana en trasladar una imagen de reforzada unidad. Y cualquier alteración que prolongue este escenario de «excepciona­lidad permanente», como lo define un ministro, es una mala noticia para el Ejecutivo. Además, unas elecciones a finales de julio en Cataluña garantizan que el pulso en el independen­tismo se prolongarí­a.

Al Gobierno le disgusta esta posibilida­d por varios motivos. La principal es que su empeño es enfocar la segunda parte del mandato a las reformas legislativ­as y a su «agenda progresist­a». La convulsión del tablero catalán hace muy inestable la relación con ERC. Que es fundamenta­l para el día a día del Gobierno.

La nueva vicepresid­enta Yolanda Díaz asume ahora el reto de engrasar una relación que no siempre ha sido sencilla. La dependenci­a de los independen­tismos representa el triunfo de la tesis política de Pablo Iglesias sobre el PSOE. Pero, pese a eso, en la práctica, las relaciones entre ERC y los socialista­s han sido más constantes que con Unidas Podemos. Los republican­os, como muchos socios del Ejecutivo, están molestos por las formas que tiene la coalición a la hora de relacionar­se con sus socios. La ministra de Trabajo está explorando con ellos un nuevo canal de comunicaci­ón.

Irreversib­le

En Cataluña, la percepción de que la ruptura entre Esquerra y Junts es irreversib­le es un hecho, y fuentes del partido republican­o confirmaba­n ayer a ABC que ahora mismo la única negociació­n posible es la relativa a la investidur­a de Pere Aragonès, y que en ningún caso es posible abordar antes del día 26 la formación de un ejecutivo a medias con los de Puigdemont o el programa de gobierno, algo que se dejaría, si se da el caso, para más adelante. Los canales entre ambos partidos siguen abiertos, aunque las intencione­s de unos y otros difieren.

Mientras ERC solo quiere hablar de la investidur­a, desde Junts zanjan que la posibilida­d de apoyar a ERC para un gobierno en solitario no es posible, pese a lo planteado hace poca semanas. Los de Puigdemont lo dejaron claro ayer: o hay acuerdo de legislatur­a, o hay nuevas elecciones. En ningún caso dejarán a ERC gobernar en solitario. Quedan 15 días para evitar los comicios, y los equipos negociador­es hablaron ayer tras una llamada de desbloqueo entre Pere Aragonès y Jordi Sànchez.

Se desconoce aún si habrá acuerdo, lo que sí está claro es que el órdago lanzado el sábado por Aragonès cerrando la posibilida­d de un acuerdo de gobierno con Junts es fruto del profundo enfado con los herederos de CDC, a los que acusan de torpedear cualquier acuerdo e incluso de faltar en las formas. El eterno complejo de partido subalterno del que siempre ha adolecido ERC se disipó el pasado sábado, apuntan desde dentro del partido quizás con exceso de entusiasmo. El puñetazo encima de la mesa de Ara

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