ABC (Galicia)

El Pequeño Nicolás minimiza el show de Ribadeo: «Quería tirarme el pisto»

▶ Afronta 7 años de cárcel por fingir que era enlace entre Casa Real y Gobierno

- ISABEL VEGA MADRID

Atosigado por los fotógrafos, Francisco Nicolás Gómez Iglesias, alias Pequeño Nicolás, llegó ayer a la Audiencia Provincial de Madrid con el gesto compungido y los ojos irritados. Semblante serio, botella de agua en mano, afrontó la acusación de la Fiscalía en el juicio por el show que montó en Ribadeo (Lugo) en 2016, cuando se presentó a comer con el dueño de Alsa con una comitiva de seis coches que parecían oficiales. Su estrategia, muy clara: que no quiso hacerse pasar por un enlace entre el Gobierno y la Casa Real sino parecer «importante» y que si fue excesivo, tuvo que ver con el trastorno narcisista acreditado en otro juicio por sus andanzas que aún le tiene en tratamient­o. «Simplement­e, lo que yo quería era tirarme el pisto con el empresario y hacer un viaje pomposo. Porque con la edad que yo tenía y mi inmadurez, lo que yo quería era asemejarme a los mayores y tener más poder, por así decirlo, creerme poderoso. Ese fue mi motivo. Yo quería parecer una persona importante, nunca una autoridad», aseguró al fiscal, que pide 7 años de cárcel por usurpación de funciones, cohecho y falsedad.

Gómez Iglesias, que ya no tiene los 19 años de entonces, se esforzó así en defender que no fabricó las acreditaci­ones del Ministerio del Interior que se le intervinie­ron y que el convoy que organizó para entrar en Ribadeo como un rey no llevaba más que «un folio plastifica­do» con una numeración, como «las comitivas de la UEFA».

Quitó hierro al hecho de que esos coches que alquiló de su bolsillo, según dijo, llenando discotecas, entraron en el pueblo con las sirenas encendidas. Alegó que en verdad, estuvo «dormido casi todo el trayecto», pero aquello cuadraba con la «pomposidad» que anhelaba.

No obstante, su argumento fuerte para rebatir la usurpación de funciones fue que conociendo, como conocía en aquella época, «el organigram­a» del Estado, a él no se le «habría ocurrido en la vida decir un cargo que no existe», como el de enlace.

En su contra pesa el testimonio de los crédulos del esperpento, desde el alcalde de Ribadeo hasta el dueño del restaurant­e, pasando por la Policía local, que escoltó a la comitiva a su llegada como a la de una autoridad. «En otra ocasión cuando vino el alcalde de Miami, sí lo solicité, en este viaje, no», dijo sin inmutarse sobre la escolta.

Dos municipale­s

Gómez Iglesias no está solo en el banquillo ni lo estuvo en Ribadeo. Enroló a un colega policía de Madrid que a su vez, embarcó a un municipal de Toledo. El primero, Jorge González, negó haberse surtido de material policial para la comitiva. El segundo, Carlos Pérez, lo tiró por tierra al declarar que pasaron por el almacén de los municipale­s antes de partir. Este no conocía al Pequeño Nicolás, pero González sí, y desde hacía tiempo. Ante la Sala, dio su opinión: «No es el friki que aparenta ser».

Hoy empiezan a declarar los testigos que en esto le dan la razón. No abrieron las puertas a un ‘freak’, sino a un joven de 19 años que parecía una autoridad del Estado.

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IGNACIO GIL El Pequeño Nicolás (izq.), ayer, en la Audiencia Provincial de Madrid

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