ABC (Galicia)

Entrevista con la psicóloga Diana Jiménez, autora de «Infancia en positivo»

«La disciplina positiva no es malcriar, es sustituir órdenes por preguntas» ▶

- C. FOMINAYA MADRID

«Yo era muy buena madre, hasta que tuve hijos». Este dicho popular aparece recogido en el libro ‘Infancia en Positivo’, recién publicado por la psicóloga Diana Jiménez, y nos da una pista sobre el objetivo de esta obra: convertirs­e en una sencilla guía para padres en una época donde todo lo referente a la educación ha cambiado muchísimo «y a nosotros no nos ha dado tiempo a adaptarnos porque seguimos contando con las mismas herramient­as de crianza de antes», apunta esta experta.

—Hay un lamento común entre los progenitor­es que acuden a sus talleres: «Mi hijo no me obedece». —En efecto, muy a menudo me encuentro con esta frase: «¿qué hago con mi hijo para que acabe esto?», «¿cómo puedo hacer para que termine lo otro?». Lo que más les cuesta a los padres es darse cuenta de que el problema no está tanto en el niño, sino en el adulto.

—Usted promulga la disciplina positiva como fórmula para educar. ¿En qué consiste y por qué se confunde con malcriar a un niño? —Porque se piensa que tener en cuenta al niño significa que hay que darle todo lo que pide y no ponerle límites... Es normal que surja la confusión y el miedo a malcriar. Y, sin embargo, lo que nos dice en este caso la disciplina positiva es que hay que seguir una educación respetuosa desde la amabilidad y la firmeza:

Hay que poner límites, normas, ser claros, concisos, adaptados a la edad del niño… Aunque el papel del padre sigue siendo el del protagonis­ta, pero sin dejar de mirar al menor. —¿Puede que la clave esté en cambiar la forma en la que nos comunicamo­s con los más pequeños? —Sí. De hecho, lo que hacemos en la disciplina positiva es sustituir órdenes por preguntas. Eso genera en los niños esa curiosidad de querer saber o hacer algo. No es lo mismo decir: «lávate los dientes» a que yo diga: «¿qué hay que hacer después de cenar?» Quizá el niño no se quiera lavar los dientes tampoco, pero ahí ya es consciente de que tiene una oportunida­d de poder decidir. Y los menores suelen querer colaborar y contribuir. Cuando ese deseo está anulado, hay que revisar por qué. —Cita usted el humor como herramient­a para educar, pero parece difícil emplearlo hoy en día. —Vivimos en un momento en el que tenemos muchas cargas y exigencias como padres y a eso se une que queremos aprender a educar de una manera diferente a nuestros hijos. Pero esto, como todo, requiere práctica y sobre todo decir: «Esto también pasará, es una época, son pequeños, voy a relajarme e intentar tomármelo de otra manera». Cuando empiezas a ver las cosas desde otra perspectiv­a, el niño comienza colaborar y a contribuir.

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Diana Jiménez
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