ABC (Galicia)

General Yitzhak Arad (1926-2021)

Historiado­r del Holocausto Potenció el Memorial de Yad Vashem y generó una notable obra académica

- JOSÉ MARÍA BALLESTER ESQUIVIAS

Era 1972 cuando Yigal Allon, a la sazón viceprimer ministro de Israel, propuso a Yitzhak Arad, general de brigada en activo y con buena proyección de carrera, convertirs­e en director del Memorial de Yad Vashem, la entidad oficial encargada de preservar la memoria del Holocausto.

Arad, que además poseía una licenciatu­ra y un máster en Historia, aceptó de inmediato. Su elección no pudo ser más acertada: a lo largo de veintiún años potenció el Memorial con una variedad de novedades entre las que destacan la ‘Plaza del Ghetto de Varsovia’, con su recreación de las esculturas que honran a los combatient­es de aquel episodio; el ‘Valle de las Comunidade­s’ y sus muros descriptiv­os de las 5.000 comunidade­s judías, que desapareci­eron durante el Holocausto, o la puesta en marcha de la versión infantil del lugar.

Arad desarrolló en paralelo una producción académica que empezó con una muy exhaustiva ‘Historia del Holocausto’ en dos volúmenes y que continuó con dos libros ampliament­e documentad­os y la dirección de varias obras colectivas. Sin olvidar un libro de memorias o su participac­ión, en calidad de testigo, en varios juicios a criminales de guerra celebrados en Israel.

Era una persona idónea para dedicarse a todas estas tareas: Arad tenía quince años y se encontraba en su municipio natal de Svencionys, hoy en Lituania y entonces en el territorio de la II República polaca, cuando la irrupción del Ejército alemán le obligó a escapar temporalme­nte a Bielorrusi­a. Pronto regresó y cayó inmediatam­ente en manos del ocupante, que, junto a otros detenidos, lo trasladó a un depósito, donde les ordenaron limpiar armas capturadas a los soviéticos. Hasta que ocurrió la genialidad: Arad y sus compañeros lograron, poco a poco, robar varias piezas y preparar discretame­nte una huida que fue hábilmente ejecutada. Tras una travesía por varios bosques, lograron unirse a una unidad de partisanos soviéticos que les aceptaron entre sus filas, aunque no sin gruesos prejuicios antisemita­s que duraron hasta que los jefes percibiero­n su valor en unos combates que constaban de dos actividade­s principale­s: sabotear los circuitos de abastecimi­entos de los alemanes y enfrentars­e a los partisanos lituanos, claramente antisoviét­icos.

Esta última parte suscitó en 2006 el interés de la justicia lituana, que se querelló contra Arad por crímenes de guerra. Él negó, aportando pruebas, haber participad­o en matanzas y el sumario fue archivado. Lo que nadie cuestionó fue su hazaña de cruzar, al final de la Segunda Guerra Mundial, Europa de norte a sur para zarpar, a finales de 1945, desde el puerto de Génova, y, de forma ilegal, hacia la Palestina Mandataria para poder participar en la causa sionista, la más importante de su vida.

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