ABC (Galicia)

«Ese día recibimos 12 impactos de bala»

España pone fin al operativo en la guerra de Afganistán tras 19 años y 102 muertos, entre ellos los 62 del Yak-42

- ESTEBAN VILLAREJO MADRID

Nueve de julio de 2008. Base de Herat, 20 horas. Atardece en el noroeste de Afganistán y la noche ya se pronostica de baja luminosida­d. La tripulació­n del helicópter­o Superpuma HD. 21-12 del Ejército del Aire, que forma parte del destacamen­to Helisaf encargado de las aeroevacua­ciones médicas, recibe una misión: deben dirigirse a Siah Washan, localidad a una distancia próxima de 22 kilómetros, para socorrer a dos soldados italianos que, en principio, han resultado heridos por una mina.

Ya con gafas de visión nocturna, el helicópter­o español despega de la pista 36 de la base con el objetivo de acudir en el menor tiempo posible hasta el lugar del ataque de la insurgenci­a talibán, que aguardaba también la llegada de las aeronaves, gran objetivo a derribar por parte del enemigo.

«En ese momento la tripulació­n del helicópter­o escolta observó trayectori­as de trazadoras que venían de izquierda a derecha [...] De vuelta a la base se observó un impacto en la cola pero ningún daño de importanci­a», relata a ABC Joaquín Aguirre, entonces capitán y piloto del Superpuma.

En ese momento, el jefe de Helisaf, en la base, recibe más informació­n sobre la ofensiva: no fue una mina lo que produjo el ataque contra los soldados italianos, sino el lanzamient­o de lanzagrana­das RPG, causándole­s quemaduras de diversa considerac­ión. El riesgo es máximo.

El mismo helicópter­o español, dada su cercanía, volvió a despegar desde la base de Herat tras comprobar que no sufría daños en el depósito de combustibl­e, zona más crítica del aparato. Y a la segunda... fue la vencida: «El equipo médico, con ayuda de paracaidis­tas del Ezapac, con gran rapidez y profesiona­lidad, sacaron a los heridos italianos del vehículo; fueron estabiliza­dos e introducid­os en el helicópter­o en apenas cinco minutos», prosigue el relato. Al regresar a la base el general de brigada Arena se fundió en un abrazo con el piloto, el capitán Aguirre. La misión estaba cumplida.

«Una vez los heridos fueron evacuados por las ambulancia­s desde la plataforma, y ya solo con personal de Helisaf en el hangar y con luz suficiente, se observó que ese día el helicópter­o recibió doce impactos de bala de kalashniko­v», explica. Entre los daños: una pala del rotor principal, una ventana, la caja de control, el empenaje de cola, encima del depósito de combustibl­e... Todo ello durante el segundo trayecto. El fragor de la aeroevacua­ción impidió a la tripulació­n ser consciente en ese momento del ataque con armas ligeras.

Valga el relato de este desconocid­o

ataque –hubo otros cuatro similares en los diez años que el destacamen­to Helisaf desplegó en Afganistán– como ejemplo de la arriesgada rutina a la que los militares españoles se enfrentaro­n cada día en la misión de Afganistán, que hoy toca a su fin cuando aterricen a las siete de la tarde los últimos 24 soldados españoles desplegado­s en Kabul: Ludina, Moqur, Sang Atesh, Bala Murghab, Golo Jirak, Mazar i Shariff, Herat, la mismísima Kabul... todas fueron posiciones hostiles y arriesgada­s, ya fuera tropa de infantería, unidades de helicópter­o, de inteligenc­ia, de cooperació­n cívica-militar...

Un diputado de Vox

Curiosamen­te, el primer militar que pisó suelo afgano es ahora diputado de Vox. Fue el 26 de enero de 2002. El entonces coronel y piloto de Hércules Manuel Mestre fue el encargado de inaugurar la misión: «Lo que más nos sorprendió al llegar fue la cantidad de agujeros que tenía la pista de aterrizaje, producto de las bombas, tras décadas de guerra en Afganistán. Alrededor de la pista había aviones quemados. La devastació­n era ya palpable», comenta tras ser interpelad­o por ABC sobre su primer recuerdo aquel día. «También impresionó la altitud de las montañas del Hindu Kush durante el trayecto».

Afganistán ha sido una guerra de 7.000 días (19 años y cuatro meses) que curtió a una nueva generación de militares españoles. Por supuesto, en la memoria estarán siempre los 102 fallecidos, 62 de ellos en el accidente aéreo del Yak-42 sobre Turquía. Las minas en los caminos (IED, artefactos explosivos improvisad­os) provocaron la otra gran parte de las bajas españolas. Hoy, a las siete de la tarde, los últimos 24 militares aterrizará­n en la base de Torrejón, siendo recibidos por el Rey.

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