Ni pasarán página ni cambiarán de libro
«¿Habrá gobierno en Cataluña? La lógica elemental, el instinto de conservación y el interés partidista –la repetición electoral es una incógnita– invitan a decir que sí. En cualquier caso, más allá de la investidura, la pregunta es la siguiente: ¿cuánto tiempo durará cualquier gobierno presidido por ERC? Lo que Junts –el árbitro que controlará el cronómetro de la legislatura– quiera que dure»
TRES meses después de las elecciones autonómicas, celebradas el 14 de febrero, Cataluña sigue sin presidente ni gobierno. ¿Habrá gobierno o se disolverá de forma automática el Parlament y se convocarán nuevas elecciones el 26 de mayo, transcurridos dos meses desde la fallida investidura de Pere Aragonès el 26 de marzo?
Con la calculadora en la mano, existen diversas posibilidades: un gobierno independentista de ERC y Junts, con o sin el concurso de la CUP; un gobierno de ERC y la CUP, con el apoyo de Junts; un tripartito independentista de ERC y la CUP en coalición con la marca catalana de Podemos –los comunes– y con el auxilio de Junts; un tripartito socioindependentista de izquierdas, formado por ERC, PSC y los comunes; un bipartito de ERC y los comunes, con el apoyo externo del PSC, que garantice –tú me das y yo te doy– la estabilidad del PSOE en el Congreso de los Diputados; un gobierno en solitario de ERC, con apoyos puntuales de los socialistas y los comunes; un gobierno de ERC en solitario con el sostén de un Junts, que podría incorporarse a lo largo de la legislaturas. Si esas opciones –o alguna otra– fracasan y el bloqueo político continúa, se produciría una paralización que nos llevaría a nuevas elecciones con el objetivo de clarificar el mapa electoral. Traduzco: una escenificación –ERC y Junts se culparían mutuamente del fracaso– que no pretendería sino concentrar el voto útil independentista en uno u otro partido. Problema: hay encuestas que indican que la repetición electoral castigaría a un independentismo que perdería alrededor de media docena de escaños. Por eso, el afán de algún partido –ERC, por ejemplo– por investir presidente y formar gobierno.
Todo es posible y nada es posible en un laberinto político catalán –un cubo de Rubik en que resulta muy difícil casar los colores– que se caracteriza por los intereses ocultos, las manos invisibles, las intenciones encubiertas, los vetos cruzados, los recelos mutuos, las trampas furtivas, las filias y las fobias, las mentiras, la frustración, el rencor y el odio. Cosa que conduce a la polarización y al bloqueo. Contexto: ERC no asume que es la fuerza hegemónica del independentismo y actúa a la manera de un partido perdedor, y Junts sigue comportándose como si fuera el partido nacionalista hegemónico. Y cuando ERC plantea el órdago –gobernar, aunque sea en solitario–, la realidad le cae encima.
La cruda realidad nos indica que un partido con 33 escaños –el Parlament de Cataluña tiene 135– difícilmente podrá investir como presidente a su líder y formar un gobierno duradero. A ello, añadan que la Mesa del Parlament está presidida por Junts y que ERC no tiene la mayoría de la misma.
El futuro del órdago planteado por ERC y Pere Aragonès –gobernar en solitario o en coalición con la CUP y los comunes– es incierto. Por su debilidad. En primer lugar, necesita que Junts le preste cuatro votos –según los neoconvergentes no serán gratis– en la sesión de investidura. En segundo lugar, no podrá librarse del Consejo para la República de Carles Puigdemont –una sociedad privada registrada en Bruselas que no existe en nuestra arquitectura institucional: nuevo golpe a la democracia– que quiere diseñar y tutelar la estrategia independentista. Vale decir que el principio de acuerdo alcanzado entre ERC y Junts hace unos días fue fulminado por la mano invisible del fugado de la Justicia residente en Bruselas. En tercer lugar, se verá obligado a seguir en el Congreso de los Diputados la política de ‘pressing’ a Pedro Sánchez y al Estado que marque Junts. En cuarto lugar –dada la debilidad de los 33 escaños–, el gobierno de ERC deberá negociar todas las leyes que se tramiten –¿a qué precio?– en el Parlament. Resumen: el gobierno de ERC tendría las manos atadas por Junts. Alternativa: pactar con el PSC. Respuesta: ERC ya ha advertido que antes prefiere el adelanto electoral. Otra respuesta: el PSC no quiere el pacto con ERC, porque prefiere acumular fuerzas. El socialismo catalán ¿rectificará en beneficio propio y del PSOE, y a cambio qué? Por su parte, los comunes –que podrían pactar con ERC– recelan de cualquier gobierno que sea sustentado por Junts.
Así las cosas, podría plantearse de nuevo un gobierno de coalición –o solo la investidura de Pere Aragonès– entre ERC y Junts. Un par de obstáculos. Primero:
parte de Junts –la más irredenta y combativa que amenaza con preguntar a la base– prefiere la repetición electoral. Segundo: ERC –en caso de coalición– debería aceptar las propuestas que Junts formuló en el principio de acuerdo citado. A saber: Junts exigiría –medios oficiales de comunicación aparte– las consejerías de Economía, Salud, Exteriores, Interior, Justicia y Políticas Digitales. Las dos primeras, en vísperas de la llegada de los fondos europeos y el éxito de la vacunación, otorgarían triunfos a Junts. La tercera, concedería a los fugados de Bruselas el mando estratégico del ‘procés’. Las tres últimas permitirían controlar el orden público, la política penitenciaria y la construcción de la llamada República Digital Catalana del siglo XXI. ‘Ítem’ más: el gobierno de ERC debería mantener el ‘sottogoverno’ o gobierno invisible formado por un número importante de asesores o cargos de confianza designados –así son las puertas giratorias en Cataluña– por Junts. En resumen, Junts exigiría el poder para el partido y el peculio para su gente. En definitiva, el clientelismo redistributivo de Kenneth Rogers. ERC pasaría de tener las manos atadas a ser prisionero de un Junts que podría romper el acuerdo en cualquier momento.
¿Habrá gobierno en Cataluña? La lógica elemental, el instinto de conservación y el interés partidista –la repetición electoral es una incógnita– invitan a decir que sí. En cualquier caso, más allá de la investidura, la pregunta es la siguiente: ¿cuánto tiempo durará cualquier gobierno presidido por ERC? Lo que Junts –el árbitro que controlará el cronómetro de la legislatura– quiera que dure. Para ello se encargará, por ejemplo, de dinamitar la mesa de diálogo con el PSOE y afear la conducta de ERC en el Congreso: así se acumulan fuerzas, adula, seduce y engaña a la fiel infantería del independentismo presentándose como el ejemplo y punto de referencia del secesionismo sin tacha que no se vende por media docena de consejerías. ¿Gobierno? ¿Repetición electoral? En la Cataluña de la agitación, la fantasía y el sainete todo es posible.
En cualquier caso –si el independentismo retiene la mayoría parlamentaria en Cataluña hoy o mañana–, a medio plazo, el secesionismo –la ERC ‘moderada’ incluida– implementará una nueva hoja de ruta –del tacticismo de hoy a la estrategia de mañana– hacia la independencia, más allá del ‘embate democrático’ y la ‘confrontación inteligente’ que hoy predican. Que si la judicialización de la política, que si la negociación imposible con el Estado, que si la represión del Estado, que si el derecho a decir, que si el referéndum de autodeterminación. Y, si conviene, Escocia. Victimismo, movilización callejera y deslealtad institucional. ¿Quizá un proceso deconstituyente? ¿Quizá una ‘devolution’? ¿Quizá un referéndum? Ni pasarán página ni cambiarán de libro.