El futuro está al final del túnel
Majid Majidi vuelve a mirar a los más débiles en esta aventura juvenil con mucho de denuncia
finales de los años noventa, cuando el cine de autor no vivía arrinconado en las carteleras ni las plataformas se llevaban todos los titulares, el director Majid Majidi alcanzó cierta popularidad con su particular mirada a la infancia. Una sensibilidad que contrasta con su tosca apariencia y que le llevó a recorrer festivales de medio mundo hasta desembocar en los Oscar, el primer iraní en lograr una nominación. Más de veinte años después estrena ‘Hijos del Sol’, donde confirma que su interés por los más débiles sigue inquebrantable, tanto como sus ganas por demostrar que el cine iraní puede ser entretenido.
«El futuro de cada nación depende de los niños. Son los tesoros más valiosos de un país, más que los recursos naturales», explica por videollamada para hablar de los protagonistas de su nuevo filme, que hoy llega a los cines. Una pandilla de chavales que, al estilo de los ‘Goonies’, tiene que buscar un tesoro en el fondo de una cueva. Claro que aquí los críos no vienen de una familia de clase media ni están pasando el verano de su vida: son pobres explotados que trabajan para sobrevivir en un mundo que les da la espalda. «Ali, el niño de mi película, trabajaba en la calle, como los demás. Y hemos descubierto verdaderos talentos del cine. Esa es la aportación de esta película, nosotros sí que hemos encontrado el tesoro», presume el cineasta, que sacó de la pobreza a estos niños gracias al cine. Tanto que en el pasado Festival de Venecia el jovencísimo Roohollah Zamani ganó el premio a Mejor actor emergente.
«Resolver su situación económica es un sueño, pero por lo menos que tengan derecho a estudiar», sentencia Majidi.
A‘HIJOS DEL SOL’
Dirección: Majid Majidi. Intérpretes: Shamila Shirzad, Ali Nassirian, Tannaz Tabatabayi... unque es película iraní no hay por qué asustarse, pues reúne elementos cinematográficos para cualquier gusto: es una historia compuesta de aventura infantil, de intriga, denuncia social, con trazas de comedia y con cierto deje o
Aposo de tristeza. Transcurre en Teherán, entre sus calles y trastiendas, y en el centro de ella está un grupo de chavales que malviven de lo que rapiñan y colocan luego a los mafiosillos locales, y en el centro de ese grupo está Alí, de doce años, un personaje vivo, activo, rápido, sometido a la presión de una madre enferma y de una visión del mundo que construye como puede. Lo interpreta el actor Rooholla Zamani, que ganó un premio en el último Festival de Venecia y que tiene un algo (de arriba abajo y de dentro afuera) de aquel Juan José Ballesta de ‘El Bola’.
El ‘macguffin’ argumental es la búsqueda de un tesoro, pero el tesoro de la película consiste en su mirada a la infancia desprotegida, a la educación, a la explotación infantil y a la familia descuajeringada o inexistente. El ritmo es ágil en la intriga y la cámara esponjosa en la descripción social, pero sin perder nunca su inclinación al juego y a las ilusiones y decepciones, con una sutil y hermosa ojeada a la subtrama de la niña (otro portento, Shamila Shirzad) con la que hace hilo sentimental el protagonista.
‘Hijos del sol’ es tan agradable de ver como de haberla visto, pues deja en la boca entre su ligereza, alegría y tristeza, ese huesecillo como de aceituna para mantener el paladeo.