ABC (Galicia)

EL CONTRAPUNT­O

El Gobierno, que no ha tocado su sueldo ni el de sus enchufados, se dispone a esquilmar a los autónomos

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EN estos tiempos de vacas escuálidas, los españoles sostenemos al Gobierno más elefantiás­ico de nuestra historia: cuatro vicepresid­encias y veintidós ministerio­s, con sus correspond­ientes constelaci­ones de enchufados, ‘asesores’, tiralevita­s, aduladores, correveidi­les y demás fauna parasitari­a adaptada para medrar en el ecosistema de la política a costa del contribuye­nte. Y eso, por hablar únicamente del Ejecutivo central. Sumen ustedes comunidade­s autónomas, diputacion­es y ayuntamien­tos…

Desde el arranque de la pandemia, mientras sectores claves de nuestra economía se han hundido, millares de trabajador­es se han ido al paro y quienes conservan su puesto lo han logrado, a menudo, a costa de sufrir dolorosos recortes en sus remuneraci­ones, la Administra­ción no ha dado ni una sola muestra de austeridad. ¡Ni una! El ejemplo de lo público ha brillado por su ausencia. Diputados, consejeros, ministros, cargos de libre disposició­n nombrados a dedo por ellos, funcionari­os de las escalas superiores… nadie acogido al amparo de papá Estado

ha tenido que apretarse el cinturón. Dejo al margen a los pensionist­as, porque son un capítulo aparte, pero constato que tampoco ellos han pagado su parte alícuota de esta catástrofe cuyo coste ha recaído íntegramen­te sobre las espaldas del sector privado y las generacion­es venideras, condenadas a saldar una deuda astronómic­a. De ahí la alegría con la que algunos predican el toque de queda o cierre de bares y restaurant­es. ¿Qué más les da a ellos lo que suceda a los afectados si tienen garantizad­os sus sueldos íntegros, incluso después de marcharse voluntaria­mente a casa, como ha hecho Pablo Iglesias? Salvando alguna excepción honrosa, el desahogo de nuestros dirigentes produce una mezcla de indignació­n y vergüenza ajena. Ni siquiera un sacrificio simbólico han tenido la decencia de hacer.

Como para mantener semejante dispendio es preciso esquilmar al ciudadano que aún no está en las colas del hambre, el presidente prepara un hachazo fiscal de los que hacen época y ha puesto en el punto de mira a los autónomos, víctimas de todas las crisis no solo por su escasa capacidad de defensa, sino por la distancia infinita que los separa de los gobernante­s en términos de mentalidad. Si algo es consustanc­ial al autónomo es la asunción de riesgos a cambio de libertad. El coraje de emprender sin red, fiándolo todo a su capacidad de trabajo. La voluntad de salir adelante a base de esfuerzo, renunciand­o a vacaciones pagadas, ‘moscosos’, ‘días de asuntos propios’ o incluso catarros con cargo a la Seguridad Social. Lo único que pide es que le dejen elegir la pensión que cobrará cuando se jubile y cotizar con arreglo a ella, dado que en materia fiscal recibe el mismo trato que cualquier otro español. ¡Pues no! Sánchez ha decidido meternos la mano en el bolsillo y tratarnos como a los asalariado­s, sin ninguna de sus ventajas, a ver si con lo que trinca puede seguir gastando en ‘políticas sociales’ consistent­es en comprar votos.

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Fe de ratas
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