Tarantino: «‘Bambi’ ha destrozado a los niños durante décadas»
▶ El cineasta abarrotó el Coliseum de Barcelona con la presentación de su libro ‘Meditaciones de cine’
Fotos prohibidas, no digamos ya vídeos. ¿Y el móvil? Amordazado. Secuestrado en una funda de seguridad. Ni hablar de abrirla o manipularla, no vaya a ser que aparezca por la platea Samuel L. Jackson en pleno rapto de furia bíblica. Mal día para los cazadores de instantes únicos, para los archivistas de la cultura pop. Porque, pese vivir de la imagen en movimiento, Quentin Tarantino (Knoxville, 1963) es bastante quisquilloso con la suya. Así que nada de fotos. Ni siquiera para ilustrar este artículo.
De haberla, se vería a Tarantino en modo estelar dándose un chapuzón de masas en el Teatro Coliseum de Barcelona. Quentin ‘superstar’, presentando su libro ‘Meditaciones de cine’ (Reservoir Books) en un antiguo cine casi lleno y quién sabe si ensayando su nueva vida como conferenciante, entrevistado y jubilado de oro de Hollywood. Porque, seguro que ya lo han oído, su próxima película será la última. ‘The movie critic’. La décima. Y se acabó. «¿Que sí será una venganza? No lo creo», ironizó el cineasta durante una charla-entrevista con el, ejem, crítico de cine y comisario de exposiciones Jordi Costa. «Solo puedo decir que trata sobre una persona real de los años setenta, pero sobre alguien que yo conozco», añadió, enigmático, sobre un proyecto tras el que se dedicará en cuerpo y alma a la escritura cinéfila y el ensayo crítico.
De hecho, entre tímidos tragos de vino tinto, fragmentos de ‘American Graffiti’ y ‘Harry el Sucio’, y guiños a ‘Taxi Driver’, Vicente Aranda y ‘La residencia’, el director de ‘Reservoir Dogs’, camisa blanca a juego con los calcetines, ya avanzó que tienen en mente una segunda entrega de ‘Meditaciones de cine’ así como otros proyectos relacionados con el cine de los años 80 y las películas de arte y ensayo. La culpa, de haberla, la tiene ‘El ex-preso de Corea’, de John Flynn. «Fue la película que me hizo querer ser crítico de cine», reconoció ayer por la tarde.
En el Phenomena, una de las pocas salas grandes que quedan en Barcelona, aprovecharon que el Pisuerga pasa por Valladolid y Tarantino por Barcelona para programar, en ‘prime time’ y pantalla de las de antes, ‘Pulp Fiction’, pero en el Coliseum la única estrella era él. Ahí estaba, por si quedaba alguna duda, su nombre hecho de letras luminosas presidiendo la fachada y una ovación de gala para recibirle en el escenario. «¡Vamos, Quentin!», gritó alguien entre el público. «Gracias por pasar este domingo de Semana Santa conmigo», respondió el cineasta estadounidense. El mismo que creció entre programas dobles, autocines y sesiones poco o nada recomendables para un crío de palmo y medio y que, libro mediante, se convirtió ayer en estrella invitada de sí mismo.
Por amor a Jim Brown
En el guion, mucho cine de los setenta, la fijación por la violencia, el reinado de los superhéroes y, cómo no, ‘Bambi’. El terrible y turbador trauma con el que Disney saboteó la infancia de millones de críos. «De niño vi muchas imágenes perturbadoras en el cine, e incluso cuando algo me daba pesadillas, no significaba que no me hubiese gustado la película. ¡Al contrario! Me encantaban. Sólo hubo una demasiado traumática: ‘Bambi’», aseguró el director de ‘Kill Bill’. «‘Bambi’ ha destrozado a los niños durante décadas», sentenció. Y eso que Tarantino, que cumplió 60 años hace pocos días y entró por primera vez en el Tiffany de Los Ángeles cuando sólo tenía siete, no debía ser un niño fácil de impresionar. Es más: desde que uno de los novios de su madre le llevó a ver ‘Pólvora negra’, de Jim Brown, a un cine repleto de afroamericanos que jaleaban cada aparición de Brown en pantalla, tuvo claro qué camino seguir: «Toda mi vida he intentado recrear esa experiencia como cineasta y como espectador», dijo.
Y toda su vida, cabría añadir, ha sido también una reflexión alrededor de la violencia gráfica, uno de los hilos conductores que conectan todas sus obras, de ‘Pulp Fiction’ a ‘Malditos Bastardos’ y de ‘Django desencadenado’ a ‘Érase una vez en... Hollywood’. «Es como si Edison o los Lumière o quien fuera hubiesen inventado la cámara para filmar la violencia cinematográfica. En manos de un artista, la violencia puede llevar el cine a otro nivel. Tiene un poder que no logra el sexo, el teatro o la poesía», teorizó ayer.
Tirando del hilo de ‘Meditaciones de cine’, libro en el que repasa el nacimiento del Nuevo Hollywood y el impacto que tuvieron en sus aún tiernas retinas películas como ‘Joe, ciudadano americano’, de John G. Avildsen; y ‘¿Dónde está papá?’, de Carl Reiner, Tarantino picoteó de ‘Taxi Driver’ y ‘Tiburón’; glosó la ‘guerra’ entre estilistas ‘antiestablishment’ como Sam Peckinpah y Robert Altman y magos del cine comercial como George Lucas y Steven Spielberg; y acabó llegando al lugar en el que, antes o después, desembocan casi todas las conversaciones sobre el estado de salud del cine contemporáneo: las películas de superhéroes. «Yo no vengo del mismo lugar que Scorsese», advirtió antes de reconocerse apasionado y voraz lector de cómics de joven y decepcionado espectador adulto. «Ojalá alguien hubiese hecho las películas cuando yo tenía 20 años, pero lo cierto es que la revolución de Marvel y DC ha tardado demasiado como para que pueda apreciar las películas», aseguró.
‘Spanish fixations’
Además de para leer el último capítulo de su libro y aprender a pronunciar el apellido de Antonio Isasi-Isasmendi, Tarantino también aprovechó su paso por Barcelona para ahondar en lo que Jordi Costa bautizó como las ‘spanish fixations’ del cineasta. Fijaciones con denominación de origen que le llevaron a recordar que muchas películas españolas las ponían «como relleno» en las salas de ‘grindhouse’ y que, en ocasiones, tardó años en llegar a apreciarlas.
Ahí descubrió, por ejemplo, ‘La residencia’, de Chicho Ibáñez Serrador. «Era maravillosa, pero no me di cuenta. Era un crío. No tenía ni idea de que el director era famoso y hacía esa serie con presentaciones a lo Hitchcock», evocó antes de elogiar ‘La novia ensangrentada’, de Vicente Aranda («mi adaptación favorita de ‘Carmilla’», dijo) y «la energía» que desprende todo el trabajo de Jesús Franco.
«Es como si Edison o los Lumière hubiesen inventado la cámara para filmar la violencia»
«La revolución de Marvel y DC ha tardado demasiado como para que pueda apreciar las películas»