¿Por qué salen tantos pilotos españoles?
La piel de toro pasó de sentir inalcanzable la cilindrada mayor de las motos a acapararla junto a los italianos. La dispar distribución por banderas de los grandes deportes individuales
Hasta hace veinte años, la parrilla de MotoGP se componía de ingleses, australianos, españoles, italianos y otras nacionalidades en proporciones parecidas. En la parrilla de MotoGP de 2023, de los 22 pilotos en la máxima categoría, diez son españoles y seis italianos, y después, dos franceses, un japonés, un sudafricano, un australiano y un portugués. Un deporte convertido casi en duelo (57 títulos españoles, 80 italianos) que no se produce en casi ningún otro deporte, sobre todo individual masculino, aunque compartan características.
Si se habla de tradición, ahí está el tenis de Orantes, Gimeno, Santana, y son tres los tenistas nacionales entre los 22 primeros de la ATP. Si se habla de cuidar la cantera, ahí está el golf, con una estructura que mima y ofrece oportunidades de torneos desde antes de los diez años, con Jon Rahm solo en el tercer cajón del podio. Si se habla de dificultades en la entrada al Mundial, pocos tan parejos al motociclismo como la Fórmula 1, y son Fernando Alonso y Carlos Sainz los únicos representantes. Esta superioridad en las motos es, sin duda, la excepcionalidad. Y todos los deportes estarían encantados con ella.
Lo más semejante por número de representantes nacionales entre los mejores del mundo es el tenis. Otro deporte multicultural en el que España siempre tiene algo que decir, a pesar de todo, como que el número de licencias sea mucho menor «al no ser obligatoria si no se compite, mientras que en otros países deben tenerla todos los jugadores que entren en una pista aunque no compitan durante un año –explica a ABC Javier Soler, director deportivo de la Federación Española de Tenis–».
No es tan endogámico como MotoGP, pues son catorce nacionalidades entre los 22 primeros jugadores del ranking ATP, pero son tres españoles, el país más representado (Alcaraz, Nadal y Carreño) con Estados Unidos y Rusia. El pasado abril, por ejemplo, fueron siete hombres y tres mujeres entre los 50 primeros, un éxito rotundo. «Esto es debido a que el tejido de clubes con escuela de tenis en España es muy amplio y a que el nivel de los técnicos va aumentando año a año. El tenis es un deporte que desde ya varios años se ha expandido por todo el territorio nacional y eso hace que aparezcan jóvenes valores en cualquier punto de España», resalta Soler, que también apunta a «unas aptitudes para la práctica del tenis muy por encima de la media y eso de por sí es un factor claramente diferenciador».
Mucha menos variedad de banderas existe en el golf, pero sí hay un país que dirige los hoyos. Entre los 22 mejores golfistas del ranking masculino hay ocho nacionalidades; sobresale la estadounidense, con 13 nombres; por detrás, dos ingleses, dos surcoreanos, un irlandés, un australiano, un noruego, un japonés y un español, Jon Rahm. «En general tiene que ver con el número de practicantes, no de licencias porque algunos países no las necesitan para participar. Estados Unidos tiene más de 20 millones de jugadores y cuentan con uno de los circuitos principales, así que es fácil que saquen muchos talentos», indica Ignacio Gervás, director técnico deportivo de la Federación Española de Golf.
Ídolos y cantera
Para Gervás, lo meritorio es lo de España, que sin la tradición de los británicos ni los practicantes de Estados Unidos ni la afición de Corea del Sur y Japón, surjan estrellas cada poco tiempo como, en los últimos años, Sergio García y Jon Rahm en el circuito masculino. «Tienes el ejemplo de Corea del Sur: con 10 millones de practicantes, buenos jugadores te van a salir sin buscarlos, y de ahí, el golf pasa a ser interesante comercialmente: circuito, premios, patrocinadores... Pero no ha conseguido el número de figuras que les correspondería por todos esos factores. Por eso el caso de España es difícil de explicar –analiza Gervás–, no era un deporte muy popular hasta hace veinte años; hay 400 campos, de los que hay que quitar los turísticos, así que no son tantos, y hay 290.000 licencias. Y aun así, España es un país muy potente y por encima de otros muchos europeos y no europeos».
Da una de las claves: «Sin Severiano Ballesteros el golf español no sería lo que es hoy. Eso sí ayudó a que salieran jugadores que aspiraban a ser como él». Apela a ese referente que abrió el camino de muchos, como lo hace ahora Rahm para las nuevas generaciones –«un éxito perfecto porque además terminó su carrera universitaria»–. Comparte esta cualidad con MotoGP, que también tenía a Ángel Nieto para que llegaran después los Pons, Martínez Aspar, Crivillé...
También tienen en común ese cariño por la cantera. Por las Copas de Promoción han pasado campeones como Jorge Lorenzo, Marc Márquez y Joan Mir. «En golf los clubes han apostado por los niños –prosigue Gervás–, no los han arrinconado como en otros países. Se les ha dado su importancia y su espacio y ayuda a que se animen. Tenemos un calendario bien estructurado en todas las categorías territoriales y de ám
bito nacional. Alguien con talento enseguida está compitiendo para mejorar. Y hay circuitos sub-10 y sub-12, por ejemplo, que no hay en otros países».
Además, el golf permite un comienzo en el deporte más económico que en las motos, pues, aunque hasta los 14 años sean los padres los que costeen herramientas, entrenadores, escuelas y viajes, el presupuesto es mucho menor que el de las motos. A partir de cierta edad, ambos tienen un sistema de becas y ayudas por resultados que permiten a los talentos seguir creciendo. Aun así, MotoGP continúa imparable con una cantera que no cesa, pilotos cada vez más precoces: 14 de los 32 pilotos de Moto2 –cuatro italianos, la segunda nacionalidad–, y 8 de 28 en Moto3 –cinco italianos y cinco japoneses–. Sin embargo, mientras pilotos de todo el mundo saben que para triunfar tienen que acudir a España, en golf se contribuye a que los que despuntan combinen el deporte con la carrera académica en universidades de Estados Unidos, donde la competencia es mayor.
Dos caras de la moneda
Aunque en todos los deportes es complicado llegar a la élite, MotoGP se asemejaría por presupuestos y posibilidades a otro deporte de motor, la Fórmula 1. Pero también aquí la diferencia entre ambas modalidades se dispara en cuanto se observan las procedencias sociales y las nacionalidades de los participantes. En un deporte en el que la mayoría de fábricas, ingenieros y equipos son británicos –con excepción de Mercedes y Ferrari–, la parrilla de F1 está compuesta por quince banderas; la que más se repite es la británica, sí, pero con tres nombres (Hamilton, Russell y Norris). Una multiculturalidad que se explica porque los equipos buscan el talento allá donde esté. De hecho, las competiciones de cantera se producen sobre todo en Italia, pero no hay ningún piloto italiano en la parrilla. Coexisten en este mundo dos neerlandeses, dos franceses, un chino, un tailandés, un australiano, un alemán, un japonés, un finlandés, un monegasco, un canadiense, un mexicano, un danés, un estadounidense y dos españoles. Otra vez el caso extraño y singular.
Todos los deportes, como se ha dicho antes, aplaudirían más representación entre los mejores del mundo. En cambio, es un éxito envenenado para Dorna, la empresa española que organiza el Mundial de MotoGP. Persigue desde hace tiempo deshacer este empate entre España e Italia para ganar adeptos, interés y patrocinadores de otras partes del mundo. Por eso busca talentos por todo el planeta organizando campeonatos de promoción en países como Inglaterra y también en Asia. En Moto3 ya existe una variedad de banderas que desafían la dualidad de un deporte que, con tanto en común con otros, es la excepción.