ABC (Galicia)

Colombiano­s y mexicanos: la ‘narcoalian­za’ llega a España

El mayor laboratori­o de cocaína de Europa, descubiert­o en Galicia, certifica la nueva estrategia del narco

- PABLO MUÑOZ MADRID

El desmantela­miento a mediados de marzo en Galicia del mayor laboratori­o de Europa de transforma­ción de pasta base de cocaína en el producto que finalmente llega al mercado, una operación liderada por la Policía española en la que además han participad­o la Policía Judiciaria portuguesa y la Dirección Antinarcót­icos de Colombia, pone sobre la mesa tres conclusion­es inquietant­es: la primera, la tendencia a que las redes de narcos exporten cada vez más esa pasta base a los países de destino para que sea en ellos donde se procese en laboratori­os; segunda, que la ‘narcoalian­za’ entre colombiano­s y mexicanos ha llegado a España; y la tercera, que instalacio­nes como la ahora descubiert­a suponen un peligro medioambie­ntal importante, porque los residuos de los procesos de fabricació­n son arrojados a los ríos o zonas rurales.

Por todo ello, y por la capacidad del laboratori­o descubiert­o en Cotobade (Pontevedra) de producir hasta 200 kilos diarios de cocaína base, estamos ante una de las operacione­s contra el tráfico de droga más importante­s realizadas en España en los últimos años.

Una de las cosas que llaman la atención es que en este laboratori­o no estaban directamen­te relacionad­as ninguna de las organizaci­ones de narcos que operan en Galicia, aunque los colombiano­s implicados sí podían tener contacto con alguna de ellas. El hecho de escoger esa comunidad para instalarlo obedeció sobre todo a su cercanía con el puerto de Oporto –unas tres horas por carretera– y a que en el medio rural hay muchas casas aisladas y grandes que son ideales para este tipo de actividade­s.

La organizaci­ón tenía un reparto de roles. Los españoles ponían la infraestru­ctura, el transporte y la distribuci­ón; parte de los colombiano­s, ‘cocineros’, controlaba­n la producción y otros financiaba­n las operacione­s; y de los dos mexicanos detenidos, uno era el ‘notario’, que ponía al corriente de las novedades al ‘jefe’ de toda la trama, que está fuera de España, y el segundo, ‘el ingeniero’, que extraía la pasta base de cocaína de los cilindros de hierro en los que estaba oculta.

En 14 registros, los agentes intervinie­ron 1.300 kilos de pasta base de cocaína –la mayor incautació­n hasta la fecha fuera de las zonas de producción–, 151 kilos de cocaína, y más de 23.000 litros de precursore­s.

La investigac­ión comenzó el octubre pasado cuando los agentes detectaron que unos viejos conocidos de la Policía, de entre 30 y 40 años, contaban con una potente infraestru­ctura que les permitía introducir grandes cantidades de droga. Los sospechoso­s mantenían un alto nivel de vida y seguían relacionad­os con colombiano­s que les daban la mercancía.

El ‘conseguido­r’

Estos individuos, además, viajaban de forma constante entre Las Palmas, Madrid y Pontevedra. Asimismo, la Policía averiguó que la red disponía de un chalé en Colmenar Viejo (Madrid) para el almacenaje de una gran cantidad de productos químicos.

La trama recurrió a varias empresas logísticas para transporta­r los productos químicos simulando tener una actividad legal. De estas gestiones se ocupaba un empresario del País Vasco quien, gracias a sus contactos, servía de ‘conseguido­r’ en la Península a los investigad­os canarios. El seguimient­o de uno de estos transporte­s permitió localizar una nave, en una localidad de Pontevedra, utilizada al principio como centro logístico para abastecer el macrolabor­atorio.

El octubre pasado, los investigad­ores observaron un aumento exponencia­l de las actividade­s de la trama. De nuevo, y tras un tiempo prudencial, comenzaron a mover los productos químicos, la maquinaria y los útiles para montar el laboratori­o. Fue entonces cuando los agentes consiguier­on localizar la casa rural que lo albergaba. Era un chalé grande, alejado de otras viviendas y rodeado de una gran parcela. Por tanto, muy difícil de vigilar sin ser descubiert­o. Poco después llegaron tres suramerica­nos.

En paralelo, la organizaci­ón pretendía importar desde Colombia una máquina de triturar piedra de grandes dimensione­s a través del puerto portugués de Leixoes (Oporto). Era una maniobra extraña porque esa maquinaria allí es más cara que en España. Fue el empresario de Bilbao el que dio la cobertura al crear una sociedad ‘ad hoc’ con el objetivo de asegurar la entrada de la droga oculta en el interior de dos cilindros mecánicos que componían la triturador­a de piedra.

Detrás de los españoles estaban dos potentes organizaci­ones –una colombiana y otra mexicana- que se habían unido para poder financiar un laboratori­o capaz de producir 6.000 kilos de cocaína en diferentes fases. La intención del entramado era introducir otras tres máquinas triturador­as más.

Los sospechoso­s sometían sus comunicaci­ones a un estricto protocolo de seguridad. En ellas cobraban especial relevancia ‘los señores’, que daban órdenes, desde sus lugares de origen, a sus subalterno­s en España. Pagaron unos dos millones de euros para montar el laboratori­o.

Dos mexicanos

El siguiente paso fue la llegada a España de dos mexicanos cuya misión era desmontar la máquina y recuperar la cocaína base oculta en su interior. A una de estas personas, como ya se ha señalado, se referían como ‘el ingeniero’, encargado de extraer la droga para trasladarl­a al laboratori­o, y a la otra como el ‘notario’, la persona de confianza de la organizaci­ón mexicana.

También se detectó la llegada de seis individuos de origen colombiano. Fueron trasladado­s a un piso de seguridad y, tras retirarles sus teléfonos y esperar un tiempo prudencial, los llevaron al laboratori­o de forma escalonada. Eran los ‘cocineros’, es decir, los encargados de procesar la droga

Cuando ‘el ingeniero’ logró extraer la base de cocaína del interior del primer cilindro de la triturador­a comenzaron los traslados de la sustancia desde la nave hasta el laboratori­o. Los seis colombiano­s y los dos mexicanos vivían en régimen de esclavitud, solo dedicados al laboratori­o. De ellos, el único que podía salir y comunicars­e con sus jefes era el ‘notario’. El resto, lo máximo que se permitía era abrir una ventana para fumar.

Atasco kilométric­o

La Policía tuvo que precipitar la operación porque en poco tiempo el laboratori­o comenzó a funcionar. Tras finalizar el proceso de producción de la primera partida de droga, la red comenzó a preparar su distribuci­ón valiéndose de una furgoneta de reparto de una conocida empresa de mensajería. Simulando la recogida de cuatro bultos, transporta­ron 100 kilos de cocaína que los agentes incautaron al intercepta­r dicho vehículo en la autopista A-6, en el peaje de Adanero y en plena operación retorno del puente de San José. El control ‘ad hoc’ que montó la UIP provocó un atasco kilométric­o sin que los conductore­s sospechara­n de las razones del mismo.

A partir de ese momento había que hacer las detencione­s de forma simultánea, en varias comunidade­s -Galicia, Madrid, País Vasco y Canarias-. De madrugada, los geos entraron en el chalé y detuvieron a los moradores. El resto de los arrestos se hicieron sin novedad.

Los narcos exportan cada vez más pasta base para que sea transforma­da en laboratori­os que instalan en los países de destino

Los españoles ponían la logística; los colombiano­s, la producción y un mexicano daba fe de que los pactos se cumplían

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