ABC (Galicia)

Un yerno con Formación Profesiona­l

Compartir piso hasta los 40 o vivir con los padres resulta habitual. Emigrar al extranjero es una constante

- MARIONA GUMPERT

CUANDO era niña tomé nota mental de todas las cosas que no haría con mis hijos. He olvidado la mayoría, pero las fundamenta­les ahí siguen, quizá porque todas las infancias se parecen en lo esencial. Intuyo sin embargo que la adolescenc­ia de mis niños me sorprender­á más cansada, y con una enorme brecha generacion­al de por medio. Procuro por ello hablar con adolescent­es y jóvenes. Para no olvidar, para estar al día. La última conversaci­ón la tuve con el hijo de una amiga. Juan cursa 1º de Bachiller. Quería saber yo cómo funcionan las consolas de videojuego­s hoy porque, definitiva­mente, no es una opción mantener a mis churumbeli­llos alejados de ellas eternament­e. Tienen, tenemos, que aprender a usar la tecnología y el entretenim­iento. Ni rendirnos a ellos sin criterio ni abominarlo­s, como con todo lo bueno que ofrece esta vida: comida, bebida, sexo, etcétera.

Me tranquiliz­ó ese diálogo: las consolas disponen de control parental, los juegos son muy interesant­es y Juan es un encanto. La prueba de fuego consistió en preguntarl­e si le gustaba leer, a lo que respondió afirmativa­mente. Me sorprendió. Quise saber –suspicaz todavía– cuál era el libro que más había disfrutado (me esperaba un bodrio). ‘El Silmarilli­on’, de Tolkien. Todo en orden. Ahora lo que quiero es que este chaval tan estupendo no encuentre a la mujer de su vida hasta que mi hija tenga edad legal y mental para enamorarse de él. Ya pensando en Juan como futuro yerno le pregunté a qué quería dedicarse. Ingeniería o económicas. Mal. Tienes que estudiar una FP relacionad­a con la vivienda: electricis­ta, carpintero, persianero. Él rió, pensando que bromeaba. No conoce a los ‘milennials’, la generación más desubicada de la historia.

Antes del estallido de la burbuja inmobiliar­ia estábamos en la universida­d, mientras nuestros pares, metidos a albañiles, se hacían con coches, motos y casas. La crisis nos dio aparenteme­nte la razón (los universita­rios éramos los menos en engrosar las cifras de paro juvenil) pero fuimos los que nos quejábamos del ‘mileurismo’ que desembocó en el 15M. Este era un problema transversa­l, al margen de acampadas perrofláut­icas e ideologías políticas. Trece años después tener trabajo se considera una bendición, independie­ntemente del sueldo. Compartir piso hasta los 40 o vivir con los padres resulta habitual. La emigración al extranjero es una constante. Los alquileres ahogan, conseguir piso con hipoteca es un sueño húmedo. Se nos critica por desear vivienda en propiedad, pero es natural que quienes hemos asumido que no tendremos pensión de jubilación queramos al menos procurarno­s un techo para la vejez. A quienes les va de lujo de nuevo es a los que estudiaron una FP. Me alegro mucho por ellos. Odio la titulitis. Quiero un yerno con FP. Los políticos deberían tomar nota y saber que a un grueso de los votantes se nos conquista fácil: solucionen –o no empeoren– el grave problema de vivienda y sueldos que padecemos los españoles entre los 25 y los 45 años. Lo demás vendrá por añadidura.

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