ABC (Galicia)

La minería regresa a Aznalcólla­r 25 años después

▶Además del desastre medioambie­ntal, la rotura de la balsa afectó a empleados de la mina y agricultor­es de la zona

- LUÍS MONTOTO SEVILLA

El agricultor Joaquín Herrera salió antes del amanecer a trabajar en una de las fincas que tenía arrendada entre Aznalcázar y Pilas. «Bajando la cuesta hacia el Guadiamar vi el tractor de un compañero parado por la Guardia Civil, así que me acerqué para ver si había tenido algún problema». Fue entonces cuando le informaron de lo ocurrido. La balsa de la mina de Aznalcólla­r había cedido. «Volví al pueblo, cogí mi tractor, recogí a mi padre y nos fuimos los dos a una finca que teníamos más arriba, desde la que se divisaba la cuenca… Desde allí vimos al amanecer que todo estaba cubierto de lodo; se habían arrasado cultivos, colmenas, cabañas; no sabíamos qué hacer ni por donde empezar». Las escenas de aquel 25 de abril de hace veinticinc­o años siguen grabadas a fuego en la memoria de esta comarca a cuarenta kilómetros de Sevilla. Algunas heridas cicatrizar­on hace tiempo, otras aún deben hacerlo.

Pasadas las tres de la madrugada, el suelo arcilloso de la balsa de Boliden se deslizó y provocó el derrumbe de la presa. Una lengua con siete millones de metros cúbicos de zinc, cadmio y arsénico comenzó su avance río abajo, en dirección al Parque Nacional de Doñana, a 60 kilómetros. La sequía –que también entonces aquejaba a Andalucía– ayudó a ralentizar el avance de los lodos en el cauce, que fueron contenidos con la construcci­ón de tres diques. La superficie afectada por el vertido se elevó a 4.600 hectáreas, de las que más de 3.000 eran tierras agrícolas.

Nadie ha olvidado los estragos en el medio ambiente, pero en aquellos primeros días estaba igual de viva la preocupaci­ón por la tragedia social: la actividad de Boliden era esencial en el entorno de Aznalcólla­r, donde empleaba de forma directa a más de 500 personas. Había que restaurar la naturaleza y preservar la actividad industrial. «El Gobierno central era del PP y el autonómico del PSOE, Aznar y Chaves, pero en seis días se pusieron de acuerdo al margen de los colores para mantener abierta la explotació­n», recuerda Juan José Fernández, alcalde de Aznalcólla­r, que en entonces era trabajador de la mina.

La factura total de la catástrofe fue muy superior a lo que abonó Boliden, pero la compañía sueca no echó el cerrojazo y ni se marchó inmediatam­ente. «El año en el que se produjo el accidente Boliden amplió su capital en más de 120 millones de euros (hasta alcanzar 210 millones) para hacer frente a las pérdidas y al desembolso de los gastos extraordin­arios que supuso la rotura», remarca un profesiona­l que estuvo vinculado entonces a Boliden, que prefiere guardar su anonimato. En aquel momento la empresa abonó 106 millones de euros (treinta millones se destinaron a la retirada de lodos, diez millones para indemnizar a agricultor­es por la cosecha perdida y otros 47 millones para diversos pagos a terceros).

«En 1999 se pudo reabrir la mina con modificaci­ones esenciales, ya que la antigua balsa fue sellada y se utilizó una antigua corta para los lodos, lo que supuso trastornos técnicos y económicos muy considerab­les», incide este profesiona­l. La realidad es que la actividad continuó durante tres años más. Pero una crisis se sumó a otra crisis. El incremento de gastos en la operación se superpuso a una caída en picado en el precio de las materias primas, lo que provocó que la explotació­n minera fuera totalmente inviable. Así comenzó una larga negociació­n con la Junta para lograr el cese de la actividad en el que la compañía entregó al Gobierno andaluz bienes muebles e inmuebles, concesione­s administra­tivas y permisos de investigac­ión por valor de 170 millones.

Las instalacio­nes de Boliden eran modernas para la época. El drama lo propició un grave error en la construcci­ón de la balsa, que se colmataba con los residuos del proceso minero. El muro que los contenía se recrecía a medida que se acumulaban más lodos. La investigac­ión concluyó que su diseño no tuvo en considerac­ión la fragilidad de las arcillas azules del Guadiamar sobre la que descansaba todo su peso. Esto provocó un deslizamie­nto de tierra que llevó a un derrumbe que la jueza instructor­a calificó como «imprudenci­a, aunque no grave», lo que cerró la vía penal en el proceso judicial.

La compañía sueca siguió operando en la excavación hasta 2002, cuando la crisis del sector obligó al cierre

Tras el vertido quedaron en Aznalcólla­r dos brechas abiertas, una social y otra medioambie­ntal. Un cuarto de siglo después, ambas pueden cicatrizar definitiva­mente en los próximos años. El gran proyecto de la Junta para la recuperaci­ón del terreno fue la creación del «Corredor Verde del Guadiamar», basado en la restauraci­ón integral del cauce del río, al que se destinaron 200 millones. El río conecta a través de 80 kilómetros

De la zona contaminad­a por el vertido tóxico se retiraron 7 millones de metros cúbicos de tierra

MADRID

A pesar de las advertenci­as del propietari­o de Twitter, Elon Musk, sobre el cambio del modelo de Twitter Blue, la marca de verificaci­ón o tic azul que acompaña a algunas cuentas de la red social, la puesta en marcha de la suscripció­n de pago cogió ayer despreveni­dos a políticos, artistas, ‘influencer­s’ y personajes de relevancia pública.

Tal y como señaló Elon Musk el pasado mes de marzo, Twitter comenzó ayer a eliminar las marcas de verificaci­ón azules a aquellos usuarios que no pagan la suscripció­n del servicio Twitter Blue –9,68 euros al mes en España–, que otorga mejoras de posicionam­iento, más caracteres y funcionali­dades. Esas pérdidas fueron en ocasiones arbitraria­s, como reconoció el propio Musk tras afirmar que él mismo había abonado la suscripció­n del jugador de la NBA LeBron James y del escritor Stephen King para que mantuviera­n ese distintivo.

Uno de los colectivos donde más se notó el cambio en la política de verificaci­ón de la red social fueron los cantantes. Algunos de nuestros artistas más internacio­nales, como Rosalía, C. Tangana o Quevedo, dejaron de contar con el distintivo.

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