ABC (Galicia)

Benicio del Toro y el canto a la hispanidad de los premios Platino

▶ El actor visita Madrid para la entrega de los galardones de cine iberoameri­cano, que se celebra hoy

- FERNANDO MUÑOZ MADRID

Lo primero que dijo Benicio del Toro al celebrar su premio Platino de Honor fue una declaració­n de intencione­s: «Es un honor estar aquí celebrando nuestra hispanidad». El «aquí» era Madrid, y con la frase se ganó a los periodista­s españoles que lo asediaban en la rueda de prensa; porque a los americanos, que eran mayoría, ya los tenía en el bolsillo. «Me siento honrado de seguir los pasos de Antonio Banderas, Ricardo Darín, Carmen Maura, Edward James Olmos [los anteriores premios Platino de Honor]... Me siento feliz de ser parte de ese equipo», celebró el puertorriq­ueño, que está en la capital española para protagoniz­ar la gala de los premios Platino, que celebran hoy su décima edición en Ifema con una representa­ción de lo más granado del cine y las series iberoameri­canas.

Pero hasta la ceremonia de esta noche (a las 22.00 horas, en La 2), Benicio del Toro será el sol sobre el que giren los astros ‘platinos’ que ya están por Madrid (algunos, como Ricardo Darín, Peter Lanzani, Guillermo Francella o Andrés Wood lo acompañaro­n en el acto de ayer). No es para menos en un actor corpulento, alto de una forma extraña que solo se evidencia cuando a su alrededor se pega gente para las fotos; un actor cuyas ojeras son su seña de identidad y que se define como alguien fiestero (al menos en su juventud) y «vacilón», todo lo contrario a lo que muestra en la gran pantalla, donde la imagen de tipo duro y malo ha sido lo habitual de su carrera desde los inicios. «Cuando empecé mi carrera me pidieron que me cambiara el nombre, entre otras cosas. Mis amigos latinos me decían que si no me molestaba que me encasillar­an como latino, porque no hay buenos papeles para nosotros. Y un día decidí que si iba a interpreta­r estereotip­os lo iba a hacer buscando la humanidad y la complejida­d al personaje. Trabajé con escritores, directores y productore­s que escuchaban mi llanto por darle una dimensión al personaje. O les convencí de alguna manera», rememora con un lamento: «En Hollywood, la mayoría de los cuentos, de las historias, no están diseñadas para las minorías».

La fiesta por el Platino de Honor, por culpa de los periodista­s, empezó a tomar un cariz de funeral. O, al menos, de retirada, de último día en la vida del intérprete. Las preguntas fueron todas (salvo una, que fue el tópico de «¿En qué está trabajando?») enfocadas en mirar al pasado, a su trayectori­a, a hacer balance del tiempo que ya pasó.

Quizá por eso, antes de cada respuesta, Benicio del Toro miraba al cielo y mostraba su rostro más esforzado para buscar una respuesta interesant­e que dar. «Intento estar en el presente. Mientras más pasan los años, más uno se da cuenta de que la vida se va moviendo. Soy padre, eso cambia todo. Veo muchos muñequitos, más que antes», reflexiona­ba el intérprete, que también buceó por los orígenes de su carrera: «Pintar es solitario, escribir es solitario... Y yo en mi juventud no era solitario: la actuación era un recreo, estábamos todos envueltos, hablabas, ensayabas. Fui cogiendo el gusto y encontré que en la interpreta­ción, como en todas las artes, puedes mejorar, porque al principio pensaba que se nacía con ello, pero no, esto no es azar, tiene su ciencia».

De esos «muñequitos» que mencionaba le gusta imitar a Bob Esponja, porque «absorbe lo que vive»: «Como actor he tenido la opción de trabajar con algunos de los mejores directores, con actores fantástico­s, escritores, productore­s.

A Benicio del Toro le entregó el premio Enrique Cerezo, presidente de Egeda, uno de los impulsores de los Platino. Y ‘Binicio’, como lo llamó el presidente del Atlético de Madrid, quizá con Vinicius Jr. en mente, lo correspond­ió alabando Madrid –«me encanta la comida, pero sobre todo la gente»– y a los premios, que esta noche encumbrará­n lo mejor de la temporada pasada en Iberoaméri­ca.

‘Argentina, 1985’, con 14 nominacion­es, y la española ‘As bestas’ parten como favoritas a mejor película, una categoría en la que les acompañan ‘Alcarràs’, de Carla Simón, y ‘Bardo’, de González Iñárritu. Las actrices nominadas en la categoría de mejor interpreta­ción femenina son las chilenas Aline Küppenheim por ‘1976’ y Antonia Zegers por ‘El castigo’, las españolas Laia Costa por ‘Cinco lobitos’ y Laura Galán por ‘Cerdita’, y la dominicana Magnolia Núñez por ‘Carajita’. Los candidatos a mejor interpreta­ción masculina son el mexicano Daniel Giménez Cacho por ‘Bardo’, Luis Tosar por ‘En los márgenes’, y los argentinos Peter Lanzani y Ricardo Darín por ‘Argentina, 1985’.

Por su parte, ‘El encargado’, ‘Iosi, el espía arrepentid­o’, ‘Noticia de un secuestro’ y ‘Santa Evita’ optan a mejor serie.

VALLADOLID

¿Qué hacer cuando palabras en la misma lengua se interpreta­n de distinto modo en cada país? ¿Qué elogio es una novela ‘espesa’, o que ‘merece plomo’, si estamos a este lado del charco? En la mesa que abrió el programa vespertino, protagoniz­ada por tres escritoras y periodista­s, Karina Sainz Borgo, Verónica Chiaravall­i y María José Solano, se hizo patente el cruce de sus acentos diferentes, según destacó la editora de Zenda. En este caso, caraqueño, porteño y andaluz. Chiaravall­i recordó el nacimiento del suplemento ‘ADN’ en ‘La Nación’ de Buenos Aires, creado junto a Tomás Eloy Martínez y Jorge Fernández Díaz. Añadió que en la labor de edición «estás al servicio del texto y si lo haces bien, tu trabajo es invisible».

Karina Sainz Borgo definió como enriqueced­or su encuentro con el castellano en España, «porque debemos hacernos entender». El diálogo se centró en la situación del español, que hoy está más mezclado porque la industria tiene claro el «mapa de lenguas» que puso en marcha el editor Claudio López Lamadrid. La escritora venezolana aseguró que siente que no es entendida: «Para los míos soy ya demasiado española y para ustedes, venezolana». Para hacerse entender, fuera autocompla­cencia y decisión de cruzar el límite. «El idioma es la epidermis de un problema más grave, de identidad, de política», concluyó. Chiaravall­i, por su parte, defendió al lector que es capaz de no perderse, y pidió «que sea bizarro, en el sentido español del término».

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