Paul Richard Gallagher
▶El jefe de la diplomacia de la Santa Sede apuesta por la paciencia y el diálogo en Nicaragua para recuperar las relaciones
Ministro de Exteriores del Vaticano
En 2004, Paul Richard Gallagher (Liverpool, 1954) aceptó convertirse en nuncio papal en Burundi, donde su predecesor había sido asesinado. Cuatro años más tarde, su residencia fue bombardeada. Esa experiencia le preparó para convertirse, en 2014, ministro de Exteriores de la Santa Sede y trazar la estrategia diplomática del Papa Francisco. Responde con soltura a ABC, saltando de la guerra en Ucrania a las tensiones en el Pacífico o la crisis con Nicaragua. —¿Cuáles son las prioridades de la diplomacia vaticana?
—Ante todo, la promoción y defensa de la dignidad de todo ser humano, en cualquier situación. Eso supone también proteger la casa común, que Dios ha creado y confiado a las personas. De aquí derivan, entre otras, la defensa de la vida, la lucha contra la pobreza, la atención a los emigrantes, la condena de la guerra y de cualquier conflicto, la promoción del desarme total (tanto nuclear como general), y otras cuestiones. —El Papa dice que usted está trabajando duro para contribuir a la paz en Ucrania. ¿Existen aún opciones de mediación por parte del Vaticano?
—La mediación no depende de nosotros sino de las partes en conflicto. Desde el principio, estamos disponibles a facilitar el diálogo y las negociaciones si las dos partes lo solicitan y están dispuestas a llevarlas a cabo.
—¿Alguna de ellas lo ha solicitado? —Ucrania buscó y promovió una negociación, requiriendo la facilitación de la Santa Sede, antes de la invasión de febrero de 2022, pero no se materializó por falta del consenso necesario. Ahora mi querido y estimado colega, el ministro ucraniano de Asuntos Exteriores, Dmytro Kuleba, dice que Ucrania no contempla la participación de la Santa Sede en las negociaciones que Kiev considera que tarde o temprano serán indispensables.
—¿La Santa Sede sigue siempre disponible?
—Por supuesto, la Santa Sede está siempre dispuesta a ayudar y no se ahorra ningún esfuerzo, pero tampoco busca un protagonismo estéril. Lo que le importa es la paz de los pueblos y el bien de las personas, no la propia imagen. —En su opinión, ¿qué se podría hacer y qué no se está haciendo para al menos frenar el conflicto?
—Mi percepción es que, actualmente, las partes, más allá de las declaraciones, siguen confiando más en un éxito militar que un resultado negociado. Creo, por tanto, que, por un lado, debería haber un mayor compromiso por parte de la comunidad internacional, para dar más espacio y confianza al diálogo y a