Cuerpo y mente

Rafael Nadal compareció para poner fecha al final de su carrera deportiva. Y en un anuncio a mitad de camino entre su fuerza mental y su capacidad de superación ante las lesiones, comunicó que 2024 será el último en el tenis profesional.

La lesión que se produjo hace meses en Australia y que afectó al músculo psoas le impide participar en su torneo preferido, Roland Garros. Esto sucede porque el citado músculo es esencial en la práctica del tenis que, como sabemos, se juega en semiflexión de cadera y posición forzada de la columna lumbar. Para el mantenimiento correcto de estas estructuras la funcionalidad del músculo psoas es fundamental.

No ha habido, como se corresponde con la fortaleza mental del personaje, ni una lágrima; ni siquiera un rictus de desesperanza. La procesión por dentro, como siempre. Pero hemos podido adivinar que al sufrimiento físico que en los últimos años ha acompañado la carrera de Nadal se ha añadido un sufrimiento mental, si cabe, aún mayor.

Hemos podido conocer que sus últimos años, según él mismo ha confesado, han sido difíciles –yo diría que insufribles– y que ha decidido poner un punto y aparte en su carrera. Desde

luego por el problema que afecta a su psoas, pero, asimismo, por la insostenible tensión emocional que el deportista viene sufriendo por las lesiones. Nadal es un campeón y sus limitaciones físicas actuales le impiden desde todo punto de vista competir al nivel que él está acostumbrado. Punto y aparte, pues.

El ejemplo de Nadal lo convierte en uno de los deportistas más importantes de la historia, tanto por la calidad del tenis desplegado como por el saber siempre estar a la altura de las circunstancias cuando se gana y cuando se pierde con toda naturalidad.

Si su capacidad para resistir el dolor ha sido paradigmática, no menos cabe decir de su fortaleza mental. Marca de la casa. Nadal ha escogido salir de escena discretamente. A su manera y con el pesar físico y mental que lo acompaña.