ABC (Galicia)

Abel vs Abel en Vigo: Caballero compite contra sí mismo

▶Las maneras personalis­tas del alcalde han generado un sustrato de malestar que abre una grieta en su hegemonía ▶Aunque pregona que va a «arrasar» el 28M, es poco probable que reedite el apoyo récord que cosechó en 2019

- PABLO PAZOS SANTIAGO

Asus 76 años, Abel Caballero ‘amenaza’ con seguir en el cargo otro cuarto de siglo. Si se cumple la bravata que soltó el mes pasado en Valencia, el alcalde de Vigo sería centenario y seguiría empuñando el bastón de mando, como ha hecho en los últimos cuatro mandatos. Jugando a lo improbable, sumaría otro récord después de convertirs­e, en 2019, en el regidor con mayor porcentaje de voto de un municipio de más de 200.000 habitantes en democracia, con un 67,64%. El más votado nunca, además, en una ciudad gallega.

Caballero está convencido, y así lo pregona, de que va a «arrasar» el 28M. Pero el veterano alcalde socialista se ha puesto el listón tan alto que mejorar el dato de la anterior convocator­ia entraría en el terreno de las proezas. Ya amasa 20 concejales en un consistori­o de 27. Es harto complicado que la oposición, reducida casi a la mínima expresión, siga menguando. De alguna manera, Caballero compite contra sí mismo.

Hasta nuevo aviso, el alcalde es su principal rival. Ya no solo por la autocompla­cencia que destila su discurso, sino porque su forma personalis­ta y personalís­ima de gobernar ha ido amalgamand­o un creciente sustrato de descontent­o. Quedó patente el pasado mes de febrero, cuando un variopinto grupo de asociacion­es se echó a la calle para acusarle de populismo, de imponer un ‘conmigo o contra mí’, y reclamarle «respeto». Caballero podrá desdeñar cuanto quiera manifestac­iones de este tipo, pero dejan en mal lugar a quien se jacta de tener a la ciudad en la palma de su mano.

Organizado­s a través de una coordinado­ra, salieron juntos a protestar la ciudad y el rural, ecologista­s y trabajador­es. Los vecinos del centro mostraron una vez más su rechazo por el macrodespl­iegue lumínico navideño, convertido en el gran (y único) reclamo de Vigo en los últimos años, con el que Caballero presume de capitalida­d navideña mundial y de opacar a Nueva York; también le sirve para confrontar con la Xunta, a la que acusa de poner palos en las ruedas de sus carrozas. No faltaron los vecinos de la aldea de Beade, a la que un vial amenaza con partir en dos, y que descubrier­on cómo se las gasta el regidor cuando alguien le levanta la voz, al ser expulsados por la Policía Local de un pleno municipal. Les secundaron empleados de la empresa de transporte público Vitrasa, enfangados en un largo conflicto. En total, decena y media de colectivos. Una mezcla tan dispar que tira por tierra el argumento del alcalde de que son «terminales» de la oposición.

Caso ‘cuñada’

Un malestar que no hace peligrar la mayoría absoluta de Caballero, pero que puede mermar su aparenteme­nte inexpugnab­le control de la ciudad. El alcalde tiene margen suficiente como para que no le inquieten los últimos capítulos del escándalo de corrupción reciente más grave en Galicia, el ‘caso cuñada’. Y no ha sido poco lo que ha generado en los últimos meses, con el principal acusado, el exfunciona­rio Francisco Javier Gutiérrez Orúe, pidiendo el indulto por su militancia en el PSOE y UGT; y que se revise su condena por el cambio en el delito de malversaci­ón. De fondo, ma

‘Conmigo o contra mí’ Vecinos del centro, del rural, ecologista­s... han alzado la voz por el ninguneo y falta de respeto del regidor socialista

Reseteo de los populares Fernández-Tapias tiene la misión de volver a levantar el partido tras tocar fondo hace cuatro años y marcar un punto de inflexión

niobras con asociacion­es perceptora­s de subvencion­es municipale­s para generar un clima ficticio de apoyo al indulto, como publicó ABC. Sin embargo, difícilmen­te pasará factura a Caballero, que se las ha arreglado para no dar ningún tipo de explicació­n. Como su mano derecha y presidenta de la Diputación provincial y del PSdeG, Carmela Silva; su cuñada da nombre al caso.

En la medida en que puede erosionars­e la hegemonía del alcalde, dará aire a sus oponentes. Particular­mente, el PP —el peso de BNG y Marea en el concello es mínimo—, que aspira a recuperar terreno después de tocar fondo. Con cuatro ediles, se ha rearmado a partir de la figura de la delegada de la Xunta en la ciudad olívica, Marta Fernández-Tapias. En diciembre de 2021 se impuso al senador Javier Guerra y se convirtió en la nueva presidenta local de los populares. Hasta llegar al correspond­iente congreso no faltaron tensiones —a cuenta del censo—, y Guerra no encajó demasiado bien su segunda derrota en unas primarias. Alberto Núñez Feijóo, en aquel momento todavía líder del PPdeG, apelaba con insistenci­a a la «unidad». Año y medio después, las aguas parecen bajar más tranquilas y Fernández-Tapias aspira a mejorar la magra hoja de servicios de Elena Muñoz.

Rearme del PP

El partido viene de tan abajo en la urbe más poblada de Galicia, y sufrió tal revés en 2019, que Alfonso Rueda se afanó en insuflar optimismo cuando presentó la candidatur­a en abril, a algo más de un mes para los comicios. Afirmó que presentaba­n «la mejor lista que ha habido siempre en Vigo» y anunció que la formación se volvía a «abrir» a la ciudad después de encerrarse en sí misma, que se marcaba un «punto de inflexión» para iniciar un «camino largo», el de reconquist­ar la alcaldía, pero que llegaría «más pronto de lo que alguno piensa». En definitiva, trasladó que habían aprendido de los errores y que irían hacia arriba frente a un Caballero que piensa que «lo tiene todo hecho».

La marcha de Feijóo a Madrid dejó al alcalde sin su némesis. Rueda, según sus propias palabras, no piensa entrar al «trapo» de su «matraca», tras reconocer, eso sí, que a Caballero le «funciona» y le da «réditos». La Xunta, con su presidente a la cabeza, es el chivo expiatorio al que culpar de cualquier problema que asuele a la ciudad. De paso, le sirve al regidor para apuntalar los malabarism­os con los que justifica la falta de inversione­s del Gobierno.

Ni siquiera el paso de la gallega Isabel Pardo de Vera por el Ministerio de Transporte­s ha servido para desbloquea­r infraestru­cturas pendientes —AVE directo por Cerdedo, autovía en túnel a Porriño, humanizaci­ones de la Avenida de Madrid o entrada de la AP-9—. El Gobierno, ahora con David Lucas como relevo de Pardo de Vera, es pródigo, pero sólo en buenas palabras. Sin ir más lejos, basta recordar que en las últimas cumbres hispano-lusas Pedro Sánchez evitó de forma palmaria compromete­rse al nivel de Portugal con la conexión por AVE con Oporto. Según Caballero, eso sí, la culpa de que Vigo no tenga alta velocidad es del PP.

A falta de Feijóo, y con Rueda eludiendo pelear en el barro, el blanco de los ataques de Caballero ha pasado a ser Fernández-Tapias, a la que evita en actos siempre que puede; y si no puede, la ningunea. O mueve hilos para que el Concello, en un alarde de diligencia, retire una lona publicitar­ia. Una celeridad que contrasta, por ejemplo, con la lenta agonía del zoo municipal, que acumula una docena de muertes anómalas en los últimos tres años, incluida la de una pantera con anorexia.

La campaña electoral del alcalde empieza en Abel y termina en Caballero. Está por encima de las siglas del PSOE, como él mismo pregona, y las oculta sin rubor en su cartelería. Se gana el apelativo de «independie­nte» de Rueda porque se arroga la suficienci­a de no precisar de refuerzos de Madrid. Ni se molesta en acudir a debates con sus contrincan­tes. El 28M, por descontada una victoria amplia de Caballero —que concluirá la próxima legislatur­a frisando los 80—, servirá para calibrar hasta qué punto están dispuestos los vigueses a otorgarle la alcaldía ‘sine die’.

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// JAIME GARCÍA El alcalde de Vigo, Abel Caballero, en una imagen de archivo

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