ABC (Galicia)

EL DÍA QUE ‘GOIRI’ Y SU EQUIPO PENSARON EN RENUNCIAR

Extractos de ‘Bankia desde dentro’ que recogen cuatro episodios de su existencia: la crisis de las indemnizac­iones por la salida a bolsa, la querella de UPyD, las tarjetas ‘black’ y el arbitraje de las preferente­s

- Por JOHN MÜLLER

Amenaza de dimisión

Reviviendo el mismo debate y conflicto que se había producido un año antes [en 2014] con el reparto de los costes asociados a quién debía pagar en caso de condena por las demandas de preferente­s, llegaba el turno de la salida a Bolsa, la denominada OPS (Oferta Pública de Suscripció­n de acciones).

Había un pequeño cambio de escenario respecto a un año antes en el ámbito político, fruto de la irrupción de Podemos en las institucio­nes, lo que alimentaba el nerviosism­o del Gobierno del PP acerca de cualquier decisión que supusiera desembolso de fondos públicos. En el ambiente, los casos de corrupción que iban apareciend­o y que acababan, de forma periódica, con dirigentes, sobre todo de PP y PSOE, acusados…

Contábamos con la esperanza de que las discusione­s que teníamos con el Gobierno, en particular con el área de Hacienda, se cerrasen con una posición razonable. Teníamos la experienci­a del año pasado. Pero no había forma. De Guindos, alineado con la tesis de que lo mejor era poner un límite de impacto a Bankia, para zanjar así las dudas de los mercados, presionaba en esa dirección, pero no lograba el visto bueno de sus colegas del Ejecutivo…

La tensión fue alta, altísima, segurament­e la mayor que habíamos registrado en la relación con el Gobierno. Esto iba más allá de una injerencia política...

Los ocho independie­ntes, incluidos los tres que podrían considerar­se más próximos al Gobierno por su cercanía con De Guindos (Fernando Fernández, José Luis Feito y Álvaro Rengifo), expresaron que, llegado el caso, estarían dispuestos a poner sobre la mesa su posible dimisión.

La alta dirección del banco, encarnada en los tres consejeros ejecutivos [José I. Goirigolza­rri, José Sevilla, Antonio Ortega] y Amalia Blanco, esto es, los cuatro que se habían incorporad­o al proyecto en mayo de 2012, valoraban la misma determinac­ión. Una decisión errónea, a nuestro juicio, cuestionab­a la viabilidad del proyecto desde un punto de vista de gestión profesiona­l...

En mi agenda del 2 de febrero de 2015 se recoge el siguiente ítem: ‘Resultados Bankia 2014. Cancelado’. Y el 3: ‘Entrevista­s resultados Bankia. Cancelado’. Los planes habían saltado por los aires y, aunque no habíamos convocado fecha de presentaci­ón de resultados, el run-run de que algo anormal estaba pasando fue imparable y las noticias salieron incluso antes de esa fecha…

Goirigolza­rri se reunió con el jefe de la Oficina Económica del presidente del Gobierno, Álvaro Nadal. La cita no fue muy provechosa. Sin ir más lejos, al día siguiente, Nadal criticó de manera nada discreta a Goirigolza­rri, acusándole de actuar en perjuicio de los contribuye­ntes. Fue en el acto de salida a Bolsa de AENA. Casi no había acabado de pronunciar su reproche cuando un periodista me llamó para contarme sus palabras…

El Gobierno de Rajoy tenía dos bandos diferencia­dos, también en lo económico. Por un lado, los economista­s del Estado, lado en el que se situaban Luis de Guindos, José Manuel Soria o José Manuel GarcíaMarg­allo. Por otro, Cristóbal Montoro, Álvaro Nadal… flanco en el que se sentía generalmen­te más cómoda Sáenz de Santamaría. No obstante, en el asunto de la OPS, la vicepresid­enta contribuyó a la solución…

La solución se hizo esperar, pero llegó. Llegó en forma de…, para vosotros, el lío y la responsabi­lidad...

La querella de UPyD

El 11 de junio se produjo la presentaci­ón de una querella por parte del partido político UPyD contra Bankia, su matriz, BFA, y contra 33 consejeros, con Rodrigo Rato a la cabeza. Se acusaba de posibles delitos de estafa, apropiació­n indebida, falsificac­ión de cuentas, administra­ción fraudulent­a y maquinació­n para alterar el precio de las cosas. Del mismo modo, el partido político pidió la intervenci­ón judicial de la entidad, es decir, que se apartara a Goirigolza­rri y el nuevo Consejo de Administra­ción del banco, y el juzgado nombrara un administra­dor. El grado de irresponsa­bilidad de esta pretensión de intervenci­ón judicial, de difícil justificac­ión, no se valoró lo suficiente, si bien la Justicia, pese a repetidos intentos y recursos, nunca la aceptó. La sospecha lanzada por dicha formación política de que los nuevos gestores podrían querer destruir pruebas quedó enterrada, aunque para eso se necesitara­n años, por una colaboraci­ón ejemplar en el proceso -solo hay que ver los reproches judiciales en casos más recientes que afectan a otras empresas y bancos- y por los propios escritos de jueces y fiscales destacando la actuación de la propia Bankia, pese a estar acusada, primero, procesada después y, finalmente, como el resto, absuelta, en este caso.

De este caso hablaremos largo y tendido más adelante, pero sirva un pequeño spoiler: todas las acusacione­s del partido político y de otras tantas acusacione­s que se sumaron a sus pretension­es quedaron en nada en términos judiciales…

La debilidad de la querella de UPyD era notable. Como le reprochó el fiscal, acusaba a 33 personas por el hecho de estar en un Consejo de Administra­ción sin aportar prueba concreta alguna contra ninguna de ellas. Se relataba, paso por paso, lo sucedido desde la creación del banco hasta la petición de ayuda. Y nada más. Se acusaba a Bankia de haber emitido preferente­s, algo que nunca hizo. O de ser propietari­o de Banco de Valencia, cuando lo era BFA, y no la entidad cotizada. Es decir, Bankia y Banco de Valencia tenían un accionista común, pero la primera no era dueña de la segunda.

Las tarjetas ‘black’

Las [tarjetas ‘black’ las] descubrimo­s por una sucesión de casualidad­es y por una cultura, que impregnaba en toda la entidad, donde no había ningún miedo a levantar la mano y a visar cuando se conocía algo que podía considerar­se dudoso…

En aquel momento, y dentro de la causa que el juez condenado Elpidio Silvia seguía contra el expresiden­te de Caja Madrid Miguel Blesa, se habían enviado al juzgado los correos electrónic­os que obraban aún en nuestros servidores. Primera casualidad: el sistema informátic­o de Bankia era el que había usado la caja madrileña. Por eso apareciero­n los correos. Si hubiesen sido de cualquiera de las otras seis cajas que integraron el banco, no habríamos podido acceder a ellos.

No es habitual que un director de comunicaci­ón escriba un libro sobre su empresa, pero Juan Emilio Maíllo ha decidido que éste se lo debía a los directivos que rescataron Bankia, a los clientes y, sobre todo, a los empleados que sufrieron hasta agresiones físicas debido al daño reputacion­al que sufrió la entidad. ‘Bankia desde dentro’ es el relato de las muchas hebras que tuvieron que atarse en este banco –el rescate de España, la venta de preferente­s, la salida a Bolsa, los desahucios, las operacione­s impropias, las tarjetas ‘black’ de los exdirectiv­os– para evitar una ruina que hubiese destruido la economía

Segunda casualidad. Había un protocolo interno de Caja Madrid por el que, cuando un empleado abandona el banco, transcurri­dos unos meses, su actividad electrónic­a en la entidad, ya sean archivos, correos electrónic­os, etc., se borra para que no ocupe un espacio innecesari­o. Ese borrado se había hecho en el servidor primario, pero olvidó hacerse en uno de seguridad, de ‘backup’. Por eso, pese a que Blesa había abandonado Caja Madrid en enero de 2010, más de tres años y medio después sus correos seguían en ese servidor que guardaba archivos…

En el uso de las tarjetas hay dos etapas claramente diferencia­das. Una, la vinculada a Caja Madrid, en lo que era una práctica habitual de la que se beneficiab­an todos los exconsejer­os y los miembros del Comité de Dirección de la caja, quienes, a sus retribucio­nes ordinarias y a la tarjeta que tenían para gastos corporativ­os justificad­os, sumaban el uso de estas tarjetas para gastos discrecion­ales, con los límites que establecía a su criterio Miguel Blesa.

La segunda, con la creación de Bankia. Entonces, las tarjetas desapareci­eron. Ningún consejero no ejecutivo de la entidad tuvo acceso a este sistema. Sin embargo, cuando en 2012 el Gobierno del PP aprobó un decreto por el que limitó el sueldo de las entidades que hubiesen recibido ayudas públicas, como era el caso de Bankia (el sueldo de Rato, por ejemplo, se reducía de 2,4 millones de euros a 600.000 euros al año), las tarjetas se reactivaro­n, pero sólo para cuatro personas: el propio Rato, José Manuel Fernández Norniella, Ildefonso Sánchez Barcoj y el consejero delegado, Francisco Verdú, que había llegado en junio de 2011 al banco procedente de Banca March. Verdú relató en sede judicial que, cuando Rato le ofreció el uso de esta tarjeta, la rechazó, la guardó en un cajón y advirtió a su jefe que era una mala y la sociedad española más allá de lo que costó rescatarla. El Estado ha recuperado casi la mitad del dinero que se aportó en forma de capital y hoy dispone de una participac­ión relevante en una entidad que se ha consolidad­o al integrarse con La Caixa. Maíllo relata con pluma periodísti­ca los hechos y no se ahorra críticas con el oportunism­o –el político y el de los abogados cazadores de indemnizac­iones– que sacaron provecho de la crisis de Bankia. Tampoco omite las injusticia­s que genera la lentitud de nuestro sistema judicial y su falta de capacidad de gestión de casos de alta complejida­d financiera. praxis y que ese proceder le podía generar problemas. No parece, a la luz de los hechos, que le hiciera caso…

El asunto de las tarjetas ‘black’ fue, segurament­e, uno de los que más contribuyó al descrédito de la clase política de nuestro país. El asunto era perfecto: muy fácil de entender. El momento social y económico era perfecto: las heridas de la crisis financiera estaban lejos de cicatrizar. El protagonis­ta era perfecto: la caja de ahorros que era el emblema de dicha crisis. El tempo político era perfecto: acababan de irrumpir en la escena los nuevos partidos políticos, con Podemos y Ciudadanos a la cabeza, agitando la bandera de la regeneraci­ón. Ellos estaban libres del pecado de las ‘black’ porque, entre otras razones, no habían nacido cuando se asignaron. No me atrevo a aventurar si habrían tenido sus representa­ntes idéntico comportami­ento que los del resto de formacione­s políticas.

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