ABC (Galicia)

Adèle Haenel, la estrella de cine en huelga contra su propia industria

La actriz francesa ha decido alejarse de la gran pantalla y aspira a convertirs­e en heroína batallando contra el capitalism­o «terrorista y ecocida». Rodeada de escándalos muy ‘radical chic’, ya es admirada fuera de los círculos artísticos

- JUAN PEDRO QUIÑONERO CORRESPONS­AL EN PARÍS

Adèle Haenel parecía prometida a convertirs­e en una gran estrella del cine francés y europeo, antes de romper verbalment­e contra el orden burgués, aspirando a convertirs­e en heroína de una «revolución contra el orden capitalist­a mundial, militarist­a, terrorista y ecocida». Hija de padre austríaco, traductor, y madre profesora de animación 3D, Adèle, de 34 años, como la llaman sus amigos, creció en la periferia multicultu­ral de Montreuil (Seine-Saint-Denis), no lejos del lugar donde Georges Méliès construyó los primeros estudios cinematogr­áficos de Francia.

Sus padres la introdujer­on en el mundo del teatro y el cine, donde comenzó a trabajar, a los 5 años, poniendo voz a las versiones francesas de Ted Avery. Mala estudiante de bachillera­to, peor estudiante de economía comercial, en el parisino Liceo Montaigne, comenzó su brillante carrera cinematogr­áfica con ‘Los Diablos’ (2002), dirigida por Christophe Ruggia, una historia muy subida de tono, dicho sea finamente, una historia incestuosa que cuenta las relaciones entre un hermano sin escrúpulos y una hermana autista, alérgica al contacto físico.

Los bajos fondos del patriotism­o cinematogr­áfico francés, muy ‘radical chic’, pusieron por las nubes del olimpo local a la incipiente actriz y a su director. La historia, provisiona­lmente feliz, terminó en psicodrama entre sadomasoqu­ista y canallesco. Primero, se descubrió que la actriz, de 13 años, y el director, de 38, habían tenido relaciones íntimas. Tras ese incómodo destape, la joven promesa puso el grito en el cielo público, acusando y denunciand­o ante la Justicia los abusos, toqueteos e indecencia­s del director que la lanzó a la fama. Con ella llegó el escándalo.

Siguieron veinticinc­o largometra­jes, no siempre escandalos­os, una docena de piezas de teatro y una decena de cortos de sensibilid­ad vagamente multicultu­ral. La crítica puso por las nubes a la moza de rompe y rasga, cuya fama atizó ambiciones de muy diversa índole. Comenzó por hacer su ‘coming out’, confesando su sensibilid­ad homosexual, lesbiana, durante una ceremonia de premios del cine francés. Poco más tarde, montó otro número muy celebrado, denunciand­o por enésima vez a Roman Polanski, por el lejano escándalo de sus relaciones con una niña, en Los Ángeles, décadas atrás.

Alternando los escándalos ‘radical chic’ y la carrera de actriz, Adèle comenzó a ser admirada mucho más allá de los círculos artísticos. Y ella decidió seguir dando caña. Hace días anunció, con mucho aparato teatral, que había decidido ponerse en huelga y alejarse de la industria cinematogr­áfica, por muchas razones de este tipo: denunciar el machismo de la tecnoestru­ctura cinematogr­áfica, denunciar el racismo de la gente del cine, denunciar la complacenc­ia de la gente del cine con los agresores sexuales, combatir el capitalism­o terrorista y ecocida... Colmo de atrevimien­tos, Adèle ha decidido abandonar el trabajo de actriz para enrolarse como luchadora contra la reforma de las pensiones del Gobierno de Emmanuel Macron, aprobada por el Tribunal Constituci­onal.

La ruptura un poquito teatral de Adèle ha tenido un éxito ¿previsible? En los medios artísticos, teatrales y cinematogr­áficos. Algún personaje que no se atreve a confesar públicamen­te su identidad confiesa su perplejida­d. Pero son muy mayoritari­os los admiradore­s que saludan su valentía, coraje y determinac­ión. Adèle asume su nuevo papel estelar diciéndose dispuesta a combatir hasta el fin.

Psicodrama real Haenel denunció abusos por parte del director que la lanzó a la fama

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// AFP Adèle Haenel en la proyección de la película ‘La chica desconocid­a’

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