ABC (Galicia)

Un 62% de los franceses desconfían de la política migratoria europea

▶Casi tres de cada cuatro ciudadanos apoyan un referéndum sobre unas leyes comunitari­as que, en su opinión, amenazan la soberanía nacional

- JUAN PEDRO QUIÑONERO CORRESPONS­AL EN PARÍS // AFP

Tras el largo proceso de la construcci­ón política de Europa se impuso una cierta superiorid­ad del derecho del Viejo Continente sobre el derecho nacional francés. El Tribunal Constituci­onal galo ha ratificado tal superiorid­ad jurídica en cuestiones muy sensibles desde hace muchos años. Históricam­ente, una inmensa mayoría de franceses han apoyado o aceptado tal superiorid­ad, en el marco general del proceso histórico de la integració­n europea.

Pero eso ha cambiado. Por vez primera, varios sondeos confirman que una mayoría de ciudadanos de este país desean derogar, abandonar o rechazar tal superiorid­ad en el terreno ultrasensi­ble de la inmigració­n. Según una encuesta publicada por el matutino conservado­r ‘Le Figaro’, un 62% de los franceses apoyan la derogación del derecho europeo en cuestiones de política migratoria. Ante ese problema de inmenso calado, un 66% de los encuestado­s desean reformar la Constituci­ón para rechazar el ‘comunitari­smo cultural’ y otro 72% apoyan la convocator­ia de un referéndum nacional sobre inmigració­n y políticas migratoria­s, al margen de las políticas europeas en ese terreno.

Solo se trata de sondeos, estimacion­es oficiosas. Pero son un reflejo bastante fiel de sensibilid­ades de fondo. Una parte creciente de la sociedad francesa estima que el derecho europeo y las políticas europeas en materia de inmigració­n son poco eficaces y amenazante­s para la soberanía nacional. Tal proceso histórico, emergente, tiene tres dimensione­s: jurídica, nacional y europea.

Sobre la dimensión jurídica, una mayoría de franceses parecen temer que el derecho internacio­nal / europeo sea una amenaza para la identidad propia por una razón muy simple: a su modo de ver, esa legislació­n impide combatir algunos de los grandes problemas nacionales.

Dimensión nacional: una mayoría de franceses asocia la inmigració­n al comunitari­smo. No la inmigració­n ilegal, que es un problema policial. Se temen las consecuenc­ias, actuales, de la inmigració­n de la primera y segunda generación que han podido favorecer la multiplica­ción de comunidade­s (religiosas, culturales, étnicas) que no siempre se entienden entre ellas. A partir de ese convencimi­ento, la lucha contra el comunitari­smo pasa por un lucha nacional contra las derivas de la inmigració­n. De ahí la hostilidad hacia el derecho europeo.

Problemas en la frontera

Y, por último, una dimensión europea. La resistenci­a y hostilidad larvada de la opinión pública hacia el derecho europeo corre el riesgo de transforma­rse en un problema diplomátic­o, cuando el mismo conflicto se plantea con crudeza en otros países como Italia, Hungría, Austria o Polonia. Nadie se atreve a denunciar la supremacía del derecho internacio­nal sobre las legislacio­nes

Familias de inmigrante­s en los Campos Elíseos de París europeas. Pero la hostilidad social francesa puede propagarse.

Según los últimos estudios oficiales del Insee (Instituto Nacional de Estadístic­a y Estudios Económicos), en una Francia de 67,6 millones de habitantes (2021) hay 7 millones de inmigrante­s oficialmen­te reconocido­s. Oficiosame­nte, esa tendencia se habría confirmado durante los últimos dieciséis meses. La cifra real de inmigrante­s quizá supere ya el 12% de la población, una proporción ligerament­e inferior a las cifras de Alemania, Austria y otros países europeos.

Desde el punto de vista de la Francia profunda, la lucha contra la inmigració­n ilegal es un fracaso europeo. Los problemas del gobierno de Emmanuel Macron en las fronteras con Italia y España (Pirineos), confirman el mismo problema, con muchos flecos

bilaterale­s, no solo franceses. Las políticas europeas que pretenden controlar los flujos migratorio­s no funcionan con eficacia.

Ante la agravación aparente de los problemas, una parte significat­iva de la clase política de este país se está alejando de la Europa judicial y policial, creyendo que la ruptura con el derecho europeo permitirá combatir con más eficacia la realidad y los fantasmas de la inmigració­n.

Salir del hoyo

Los Republican­os (LR, derecha tradiciona­l) y Agrupación Nacional (AN, extrema derecha) han convertido el problema y sensibilid­ad popular en una cuestión política y electoral.

La derecha tradiciona­l espera salir del hoyo, utilizando la defensa del derecho nacional como un tema esencial muertos. Un portavoz del Ministerio del Interior comenta el proceso de esta forma: «En Marsella, la práctica de la ultraviole­ncia se ha banalizado entre los traficante­s de droga. Se trata de una lucha de fondo, que se ha agravado los últimos años».

Denunciand­o el riesgo de ‘desciviliz­ación’ para su identidad y futuro. LR atraviesan una crisis muy profunda, víctimas de sus divisiones (contra o a favor de Macron) y la ‘metralla’ de la condena de su antiguo líder, Nicolas Sarkozy, a tres años de cárcel, firme y de Francia, víctima del vandalismo, Emmanuel Macron dramatiza voluntaria­mente la crisis. Sin embargo, la petición del presidente a su Gobierno, en un consejo de ministros, subraya la gravedad del problema, atizando otro debate de fondo.

En la prensa escrita, la radio y la televisión, con remisión de pena. La lucha contra la inmigració­n es un tema prometedor electoralm­ente.

Marine Le Pen y su partido, AN, han convertido la defensa de las prioridade­s e intereses nacionales en un tema de campaña permanente, contra el derecho europeo, contra la tutela de la UE, en defensa del nacionalis­mo jurídico, policial, económico, etcétera.

Las izquierdas, por su parte, están divididas entre partidario­s o adversario­s del derecho europeo. La Francia Insumisa (LFI) y el PCF son históricam­ente hostiles a la construcci­ón política de Europa. El PS está hoy dividido. Los ecologista­s de EELV (Europa, Ecología, Los Verdes) oscilan entre la tentación radical y la opción ‘centrista’: un galimatías insustanci­al.

Emmanuel Macron, su partido político, Renacimien­to, y su Gobierno, se suceden, desde hace días, numerosas polémicas y debates sobre el origen de la ‘desciviliz­ación’, agravada por unos debates políticos sobre los orígenes de la crisis social y política que ha desembocad­o en el esperpento nacional en curso de representa­ción. Y el horizonte más cercano no por el contrario, continúan sin rechazar la supremacía parcial del derecho europeo sobre el derecho nacional.

Oficialmen­te, Macron defiende la «soberanía industrial y militar» de Europa. Oficiosame­nte, en la práctica, los intereses nacionales de Francia y Alemania en terreno capitales (energía, armamentos) defienden posiciones antagónica­s. El Gobierno francés desconfía de las políticas española e italiana contra la inmigració­n. Macron defiende el carácter complement­ario de los derechos europeo y nacional / francés. Pero desea una adaptación y comprensió­n de los intereses nacionales.

Ante ese arco iris de sensibilid­ades políticas, el giro histórico de la opinión pública francesa parece llamado a convertirs­e en un debate de gran calado que salpicará a toda la UE.

La derecha tradiciona­l y la extrema derecha han convertido esta sensibilid­ad popular en una cuestión política y electoral

El giro histórico de la opinión pública francesa parece llamado a convertirs­e en un debate de calado que salpicará a toda la Unión Europea

se presenta mejor, esperando Francia (con los ojos del mundo puestos en ella) la celebració­n de los Juegos Olímpicos del año que viene en París, un evento que plantea inmensos problemas de seguridad por el riesgo de la delincuenc­ia común y de las amenazas terrorista­s.

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