En la Babel de la falsificación
‘FALSESTUFF’
Texto y dirección: Nao Albet y Manuel Borràs. Escenografía: Adrià Pinar. Vestuario: Vera Moles. Iluminación: Cube BZ (María de la Cámara y Gabriel Paré). Intérpretes: Nao Albet, Marcel Borràs, Naby Dakhli, Thomas Kasebacher, Joe Manjón, Johnny Melville, Diana Sakalauskaité, Laura Weissmahr, Sau-Ching Wong, Pedro Azara, Benjamin Bridson. Teatro ValleInclán, Madrid
Se esperaba en Madrid con expectación la nueva obra de Nao Albet y Manuel Borràs después de los éxitos de sus anteriores producciones. Siempre intentando aportar sus pequeñas revoluciones formales, intentando ganar para los temas de nuestro tiempo un nuevo territorio de debate, lejos en cualquier caso de los caminos más transitados, de ellos se podría afirmar que han tenido el desparpajo de decir de otra forma las palabras de la tribu de nuestro teatro.
En ‘Falsestuff. La muerte de las musas’ el desparpajo no falta, ni el sentido del humor ni los aciertos escénicos, son tres horas donde el escenario se convierte en un juego imprevisible, donde los géneros se suceden en un conglomerado original: desde lo puramente coreográfico al wéstern, desde el thriller a la videocreación. La idea que mueve la obra es seductora: en estos tiempos del simulacro, la idea de la originalidad es tan solo la idea de la falsificación, la idea del plagio. La falsificación, por tanto, como motor creativo, como un nuevo estado del genio y como una nueva forma de verdad.
El argumento tiene algo de borgeano, habla de un falsificador de arte llamado André Fêikiêvich que ha logrado crear la mentira no solo de su propia identidad sino de todo cuanto le rodea, y al que persigue, en un juego de espejos, el productor (que ya conocemos por ‘Atraco...’) Boris Kaczynski, una de sus víctimas. Una trama donde el delirio argumental no acaba de perfilar todas sus partes, donde la babel idiomática en la que se expresan los personajes pasa también a una babel del propio desarrollo. De cualquier forma, ‘Falsestuff’ no deja de ser interesante ni un solo momento en lo que al lenguaje escénico se refiere, en ese homenaje irónico y profanación de la creación actual, pero, ahora que Nao Albet y Marcel Borràs anuncian su separación artística, tal vez sea la obra del final de un ciclo creativo, brillante, como todas las suyas, arriesgada, pero de la que hubiéramos querido más, más control para sacar de ella todas las posibilidades que encierra.